miércoles, 7 de agosto de 2024

Capítulo 13. VII. La consecución del mundo real (3ª parte).

 VII. La consecución del mundo real (3ª parte).

12. Sólo el Espíritu Santo sabe lo que necesitas. 2Pues Él te provee­rá de todas las cosas que no obstaculizan el camino hacia la luz. 3¿Qué otra cosa podrías necesitar? 4Mientras estés en el tiempo, Él te proveerá de todo cuanto necesites, y lo renovará siempre que tengas necesidad de ello. 5No te privará de nada mientras lo necesites. 6Mas Él sabe que todo cuanto necesitas es temporal, y que sólo durará hasta que dejes a un lado todas tus necesidades y te des cuenta de que todas ellas han sido satisfechas. 7El Espíritu Santo no tiene, por lo tanto, ningún interés en las cosas que te proporciona. aLo único que le interesa es asegurarse de que no te valgas de ellas para prolongar tu estadía en el tiempo. 8Sabe que ahí no estás en casa, y no es Su Voluntad que demores tu jubiloso regreso a tu hogar.

El Espíritu Santo, nuestra Mente Recta, es nuestro mejor “aliado”. No podemos elevar nuestras plegarias hacia él, para pedirle que nos haga rico; para pedirle que nos haga eternos. Esas cuestiones mundanas, no forman parte de aquello que suele convertirse en obstáculo para el camino que nos conduce a la luz. En cambio, si puedes dirigirte a esa Mente Recta, para que guie siempre al encuentro con el poder del entendimiento, con la luz que disipe la oscuridad que impide recordar nuestra verdadera identidad.

La Mente Recta, no nos rodeará de símbolos que nos mantengan ocupados con la visión de lo irreal. La lucidez de la Mente Recta nos inspirará el camino que debemos recorrer, junto a nuestros hermanos, para retornar unidos de la mano, a nuestro verdadero Hogar, donde compartiremos con nuestro Padre, la Sagrada Comunión de la Unidad. 

13. Deja, por lo tanto, todas tus necesidades en Sus manos. 2Él las colmará sin darles ninguna importancia. 3Lo que Él te provee no conlleva ningún riesgo, pues Él se asegurará de que no pueda convertirse, en un punto tenebroso, oculto en tu mente y que se conserva para hacerte daño. 4Bajo Su dirección viajarás ligero de equipaje y sin contratiempos, pues Él siempre tiene puestas Sus miras en el final de la jornada, que es Su objetivo. 5El Hijo de Dios no es un viajero por mundos externos. 6No importa cuán santa pueda volverse su percepción, ningún mundo externo a él con­tiene su herencia. 7Dentro de sí mismo no tiene necesidades de ninguna clase, pues la luz sólo necesita brillar en paz para dejar que desde sí misma sus rayos se extiendan quedamente hasta el infinito.

El Espíritu Santo es el sanador de nuestra mente. A través de la Expiación, corregiremos el falso pensamiento que nos ha llevado a identificarnos con una realidad que nos somos, la del ego. Es por ello, que este punto nos deja muy claro, que bajo Su dirección viajaremos ligero de equipaje y sin contratiempo. Esto se convertirá en una característica que nos permitirá reconocer, cuan alejado estamos de alcanzar la meta de la salvación. 

14. Siempre que te sientas tentado de emprender un viaje inútil que no haría sino alejarte de la luz, recuerda lo que realmente quieres, y di:

2El Espíritu. Santo me conduce hasta Cristo, pues, ¿a qué otro sitio querría ir?

3¿Qué otra necesidad tengo, salvo la  de despertar en Él? 

“El Espíritu Santo me conduce hasta Cristo, pues, ¿a qué otro sitio querría ir? ¿Qué otra necesidad tengo, salvo la de despertar en Él?” 

15. Síguele luego lleno de júbilo, confiando en que Él te conducirá a salvo a través de todos los peligros que este mundo pueda pre­sentar ante ti para alterar tu paz mental. 2No te postres ante los altares del sacrificio, ni busques lo que sin duda perderías. 3Conténtate con lo que, sin duda también, has de conservar, y no pier­das la calma, pues el viaje que estás emprendiendo hacia la paz de Dios, en cuya quietud Él quiere que estés, es un viaje sereno.

Seguir, es elegir. Lo hacemos en todo momento, aunque no siempre somos conscientes de ello. Vamos tan rápido por la vida, persiguiendo metas, que no nos paramos a ver la calidad de nuestros pensamientos. Esto es así, porque actuamos como autómatas, fieles a nuestros pensamientos basados en el pasado, aquellos que nos dan la seguridad de conocer, lo que en verdad ignoramos. Y así, sumidos en la inconsciencia, no nos damos cuenta de que estamos siguiendo un camino, el que hemos elegido. Nos quejamos, que la vida no ofrece su rostro amargo, cuando percibimos el sufrimiento. Pero nos conscientes, de que el motivo de ello, el motivo de ese sufrimiento, lo hemos elegido, pues, es el camino que estamos siguiendo. ¿Seguir al amor, puede llevarnos al sufrimiento? Si así lo crees, si así lo has experimentado, ten por seguro una cosa, puedes llamar a ese camino, cualquier cosa, pero no lo llames amor, pues el Amor es ajeno al sufrimiento. 

16. En mí ya has superado cualquier tentación que pudiera demo­rarte. 2Juntos recorremos la senda que conduce a la quietud, que es el regalo de Dios. 3Tenme en gran estima, pues, ¿qué otra cosa puedes necesitar, sino a tus hermanos? 4Te devolveremos la paz mental que juntos tenemos que encontrar. 5El Espíritu Santo te enseñará cómo despertar a lo que nosotros somos y a lo que tú eres. 6Ésta es la única necesidad real que hay que satisfacer en el tiempo. 7Salvarse del mundo consiste sólo en eso. 8Mi paz te doy. 9Acéptala de mí en gozoso intercambio por todo lo que el mundo te ha ofrecido para luego arrebatártelo. 10Y la extenderemos como un manto de luz sobre la triste faz del mundo, en el que ocultare­mos a nuestros hermanos del mundo, y a éste de ellos.

La única necesidad real que hay que satisfacer en el tiempo, es la de recordar lo que somos en verdad. Tan sólo así, reconociendo que somos el Hijo de Dios, podremos extender lo real con el mundo que nos rodea. 

17. Solos no podemos cantar el himno redentor. 2Mi tarea no habrá concluido hasta que haya elevado todas las voces junto con la mía. 3Sin embargo, no es propiamente mía, pues, así como ella es el regalo que yo te hago, fue asimismo el regalo que el Padre me hizo a mí a través de Su Espíritu. 4Su sonido desvanecerá toda aflicción de la mente del santísimo Hijo de Dios, donde la aflic­ción no puede morar. 5En el tiempo, la curación es necesaria, pues el júbilo no puede establecer su eterno reino allí donde mora la aflicción. 6Tú no moras aquí, sino en la eternidad. 7Eres un viajero únicamente en sueños, mientras permaneces a salvo en tu hogar. 8Dale las gracias a cada parte de ti a la que hayas enseñado a que te recuerde. 9Así es como el Hijo de Dios le da las gracias a su Padre por su pureza.

Hermano, bienvenido a la realidad, en la que tú y yo, somos uno. Juntos podemos cantar el himno redentor, el que exalta nuestra condición divina. Somos Espíritu y nuestro verdadero Hogar es la Mente de Dios. En Ella somos Plenos, Inocentes y Perfectos. En ella somos eternamente Amor.

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