viernes, 23 de agosto de 2024

Capítulo 14. II. El alumno feliz (1ª parte).

 I. El alumno feliz (1ª parte).

1. El Espíritu Santo necesita un alumno feliz en quien Su misión pueda llevarse a cabo felizmente. 2Tú que eres tan partidario de la aflicción, debes reconocer en primer lugar que eres infeliz y desdichado. 3El Espíritu Santo no puede enseñar sin este con­traste, pues tú crees que la aflicción es felicidad. 4Esto te ha confundido tanto, que te has empeñado en aprender a hacer lo que nunca podrás hacer, creyendo que si no aprendes a hacerlo no serás feliz. 5No te das cuenta de que los cimientos sobre los que se basa este objetivo de aprendizaje tan extraño no tienen ningún sentido. 6No obstante, puede que aún tengan sentido para ti. 7Si tienes fe en lo que no es nada, encontrarás el "tesoro" que buscas. 8Pero habrás agregado una carga más a tu ya sobrecargada mente. 9Creerás que lo que no es nada es valioso y lo apreciarás. 10Para ti, un trocito de vidrio, una mota de polvo, un cuerpo o una guerra son todos una misma cosa. 11Pues si valoras una sola cosa que esté hecha de lo que no es nada, habrás creído que lo que no es nada puede ser valioso y que puedes aprender a hacer que lo que no es verdad lo sea.

Lo que no es verdad, no es nada. Tan sólo el amor es verdad, por lo que aquello que hayamos creado carente de amor, será falso, no será nada. La cuestión que debemos plantearnos con total sinceridad es la siguiente: ¿El mundo al que damos valor está creado desde el amor? ¿Ese mundo es la expresión viva del amor? ¿En ese mundo existe el miedo, las luchas, la culpa, el dolor, el sufrimiento, la muerte? 

Ahora, sabremos, si nuestro mundo es real o es nada, y dependerá de nuestra elección, el vivir en la verdad o querer vivir en la nada.

2. El Espíritu Santo, que ve donde te encuentras, pero sabe que realmente te encuentras en otra parte, comienza Su lección de simplicidad con la enseñanza fundamental de que la verdad es verdad. 2Ésta es la lección más difícil que jamás tendrás que aprender y, al fin y al cabo, la única. 3La simplicidad es algo muy difícil para las mentes retorcidas. 4Observa todas las distorsiones que has hecho de lo que no es nada; todas las extrañas manifestaciones, sentimientos, acciones y reacciones que has urdido de ello. 5Nada te es tan ajeno como la simple verdad, ni hay nada que estés menos inclinado a escuchar. 6El contraste entre lo que es verdad y lo que no lo es, es perfectamente evidente, sin embargo, tú no lo ves. 7Lo que es simple y obvio no es evidente para los que desean fabricar palacios y ropajes regios de la nada, creyendo que éstos les convierten en reyes de áurea.

Tal vez nos sintamos identificados con aquellos que prefieren tener sueños de riquezas, de poder, de ostentación y, por supuesto, de miedo a perderlo. Sí, tal vez, nos dejemos seducir por esos cánticos de sirenas que nos anuncian que nuestro navío se acerca a las calmadas aguas de la felicidad, una felicidad que nos exige permanecer en guardia para no ser despojado de nuestras riquezas, las mismas que nos lleva a pensar que somos felices.

Pero, la verdad es verdad, mientras que lo falso, falso es. La verdad nos habla de unidad, de igualdad, de libertad. La falsedad, nos habla de separación, de egoísmo, de privación, de necesidad.

3. El Espíritu Santo ve esto y enseña simplemente que nada de ello es verdad. 2A esos infelices alumnos que quieren enseñarse a sí mismos lo que no es nada y que se engañan creyendo que es algo, el Espíritu Santo les dice con perfecta serenidad: 

3La verdad es verdad. 4Es lo único que importa, lo único que es real y lo único que existe. 5Permíteme hacer por ti la única distinción que tú no puedes hacer, pero que necesitas aprender. 6La fe que tienes en lo que no es nada te está engañando. 7Deposítala en mí, y yo, a mi vez, la depositaré delicadamente en el santo lugar donde le corresponde estar. 8Allí no encontrarás engaño, sino únicamente la simple ver­dad. 9Y la amarás porque la comprenderás.

El día que miremos a los demás y nos veamos en ellos, ese día, habremos reconocido la verdad. ¿Qué habremos hecho para que ésto ocurra? Sencillamente, reconocer la verdad, esto es, percibir correctamente a través de la mente recta (inspirada por el Espíritu Santo).

4. Al igual que tú, el Espíritu Santo no creó la verdad. 2Al igual que Dios, Él sabe que la verdad es verdad. 3El Espíritu Santo lleva la luz de la verdad a las tinieblas y deja que resplandezca sobre ti. 4Y a medida que resplandece en ti, tus hermanos la ven, y al darse cuenta de que esta luz no es obra tuya, ven en ti mucho más de lo que tú mismo ves. 5Ellos serán los felices alumnos de la lección que esa luz les muestra porque les enseña a liberarse de lo que no es nada y de todas las obras de lo que no es nada. 6No podrán ver que las pesadas cadenas que parecen atarlos a la des­esperación no son nada hasta que tú les lleves la luz. 7Se darán cuenta entonces de que las cadenas han desaparecido y de que, por lo tanto, no podían haber sido nada. 8Y tú te darás cuenta de esto junto con ellos. 9Y puesto que les enseñaste lo que es la felicidad y la liberación, ellos se convertirán en tus maestros de libera­ción y felicidad.

Me gusta pensar que en la Filiación existe un "pacto de amor" firmado en la morada del Creador. Pero ese pacto, lo hemos olvidado, y al fabricar el mundo fruto de la creencia en la dualidad, el otro, ya no es visto como nuestro hermano, al cual, nos une ese pacto de amor. Ese otro, es el firme candidato a convertirse en nuestro enemigo, pues, al perder la visión interna del amor, ante nuestra decisión de mirar fuera de nosotros, lo identificáremos como una amenaza de la cual es preciso defenderse.

Pero la esencia con la que se constituyó ese pacto de amor es imperecedera, invulnerable, eterna. Recordarlo, significa que hemos elegido la verdad a la ilusión, y que esa verdad, nos llevará a reconocer a los demás, como los amigos con los que andaremos el camino que nos llevará al Hogar de nuestro Creador. 

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