i. El descorrimiento del velo (1ª parte).
8. No olvides que tú y tu hermano habéis llegado hasta aquí juntos. 2Y ciertamente no fue el ego el que os guió. 3Ningún obstáculo a la paz se puede superar con su ayuda. 4El ego no revela sus secretos, ni te pide que los examines y los transciendas. 5No quiere que veas su debilidad, ni que te des cuenta de que no tiene poder alguno para mantenerte alejado de la verdad. 6El Guía que os condujo hasta aquí aún está con vosotros, y cuando alcéis la mirada estaréis listos para mirar cara a cara al terror sin temor alguno. 7Pero primero, alza la mirada y mira a tu hermano con inocencia nacida del completo perdón de sus ilusiones, y a través de los ojos de la fe que no las ve.
Pero el hecho de que nos encontremos caminando juntos en busca de la verdad nos indica que hemos tomado una nueva elección, la cual nos lleva a utilizar nuestra voluntad en el único propósito de recorrer, unidos, el camino que ha de llevarnos a la salvación. Esa nueva fe, esa nueva creencia, nos permitirá elevar nuestra mirada y ver a nuestros hermanos con la inocencia nacida del perdón.
9. Nadie puede enfrentarse al temor a Dios sin experimentar terror, a menos que haya aceptado
Hoy sabemos que todo forma parte de un sueño, de una pesadilla, de la que aún no hemos despertado. Hoy sabemos que estamos soñando, que lo que creemos real es fruto de la ilusión y que somos los soñadores de ese sueño y, como tal, tenemos el poder para elegir cambiar la calidad del sueño, es decir, podemos elegir sustituir el miedo por el amor y de este modo tener sueños felices.
Hoy, si así lo elegimos, podemos recordar el pacto de amor que nos une a toda la Filiación y conmemorar en el presente, en el ahora, el instante santo que nos ofrece la oportunidad para Expiar el error que nos ha mantenido prisionero de la ilusión. En este instante santo, yo te reconozco como mi hermano en Cristo y como mi acompañante para, juntos, andar el camino que nos llevará a las puertas de la salvación.
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