lunes, 21 de abril de 2025

Capítulo 19. D-i. El descorrimiento del velo (1ª parte).

 i. El descorrimiento del velo (1ª parte).

8. No olvides que tú y tu hermano habéis llegado hasta aquí jun­tos. 2ciertamente no fue el ego el que os guió. 3Ningún obstá­culo a la paz se puede superar con su ayuda. 4El ego no revela sus secretos, ni te pide que los examines y los transciendas. 5No quiere que veas su debilidad, ni que te des cuenta de que no tiene poder alguno para mantenerte alejado de la verdad. 6El Guía que os condujo hasta aquí aún está con vosotros, y cuando alcéis la mirada estaréis listos para mirar cara a cara al terror sin temor alguno. 7Pero primero, alza la mirada y mira a tu hermano con inocencia nacida del completo perdón de sus ilusiones, y a través de los ojos de la fe que no las ve.

Si tenemos depositada nuestra fe, nuestras creencias, en el sistema de pensamiento del ego, la identificación con el cuerpo nos impedirá deshacernos de todos nuestros errores, los cuales se basan, principalmente, en la creencia ciega de que somos aquello que percibimos y que nos encontramos separados del resto de la creación. Recordemos que los pensamientos siguen a su fuente y, si nuestra mente sirve al miedo, esos pensamientos serán de miedo, dando lugar a la visión de un mundo demente, donde no podremos reencontrarnos con la paz.

Pero el hecho de que nos encontremos caminando juntos en busca de la verdad nos indica que hemos tomado una nueva elección, la cual nos lleva a utilizar nuestra voluntad en el único propósito de recorrer, unidos, el camino que ha de llevarnos a la salvación. Esa nueva fe, esa nueva creencia, nos permitirá elevar nuestra mirada y ver a nuestros hermanos con la inocencia nacida del perdón.

9. Nadie puede enfrentarse al temor a Dios sin experimentar te­rror, a menos que haya aceptado la Expiación y haya aprendido que las ilusiones no son reales. 2Nadie puede enfrentarse a este obstáculo solo, pues no habría podido llegar a este punto si su hermano no le hubiese acompañado. 3Y nadie se atrevería a enfrentarse a dicho temor sin haber perdonado a su hermano de todo corazón. 4Quédate ahí un rato, pero sin temblar. 5Ya estás listo. 6Unámonos en un instante santo, aquí, en este lugar al que el propósito que se te señaló en un instante santo te ha condu­cido. 7Y unámonos con la fe de que Aquel que nos condujo a todos juntos hasta aquí también te ofrecerá la inocencia que nece­sitas, y de que la aceptarás por mi amor y por el Suyo.

Fue nuestra elección equivocada la que nos llevó a la creencia en el pecado y en la separación de nuestro Creador y de Su Creación, la Filiación. Nos identificamos con el mundo que nos mostró nuestros deseos individualistas y a partir de ahí creímos ser lo que la percepción nos mostraba. Ello nos llevó a poner nuestra fe en el nivel perceptivo y a aceptar como verdadero tan solo aquello que pudiéramos percibir a través de nuestros sentidos físicos. El mundo que nos muestran nuestros ojos físicos es un mundo de perdición, en el que para alimentarnos tenemos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Es un mundo de escasez y necesidades, de dolor y sufrimiento. El mundo que percibimos se interpreta como el símbolo del temor a Dios, pues lo que nos muestra nos recuerda las consecuencias de nuestro pecado.

Hoy sabemos que todo forma parte de un sueño, de una pesadilla, de la que aún no hemos despertado. Hoy sabemos que estamos soñando, que lo que creemos real es fruto de la ilusión y que somos los soñadores de ese sueño y, como tal, tenemos el poder para elegir cambiar la calidad del sueño, es decir, podemos elegir sustituir el miedo por el amor y de este modo tener sueños felices.

Hoy, si así lo elegimos, podemos recordar el pacto de amor que nos une a toda la Filiación y conmemorar en el presente, en el ahora, el instante santo que nos ofrece la oportunidad para Expiar el error que nos ha mantenido prisionero de la ilusión. En este instante santo, yo te reconozco como mi hermano en Cristo y como mi acompañante para, juntos, andar el camino que nos llevará a las puertas de la salvación.

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