martes, 16 de diciembre de 2025

Capítulo 25. II. El que te salva de las tinieblas (6ª parte).

II. El que te salva de las tinieblas (6ª parte).

 

6. El Espíritu Santo es el marco que Dios ha puesto alrededor de aquella parte de Él que tú quisieras ver como algo separado. 2Ese marco, no obstante, está unido a su Creador y es uno con Él y con Su obra maestra. 3Ése es su propósito, y tú no puedes convertir el marco en el cuadro sólo porque elijas ver el marco en su lugar. 4El marco que Dios le ha proporcionado apoya únicamente Su pro­pósito, no el tuyo separado del Suyo. 5Es ese otro propósito que tienes lo que empaña el cuadro, y lo que, en lugar de éste, tiene al marco en gran estima. 6Mas Dios ha ubicado Su obra maestra en un marco que durará para siempre, después de que el tuyo se haya desmoronado y convertido en polvo. 7No creas, no obs­tante, que el cuadro será destruido en modo alguno. 8Lo que Dios crea está a salvo de toda corrupción y permanece inmutable y perfecto en la eternidad.

En este pasaje, Jesús profundiza aún más en la metáfora del marco y el cuadro, revelando una dimensión espiritual más elevada: el Espíritu Santo como el marco divino que sostiene la obra maestra de Dios -el espíritu que habita en cada uno de nosotros-.

Analicemos cada una de las líneas principales de este punto:

El Espíritu Santo como marco eterno:

  • El Espíritu Santo no es un marco cualquiera: es el que Dios ha dispuesto para que podamos contemplar Su creación sin distorsión.
  • Este marco está unido a Dios, no separado, y su propósito es revelar la verdad, no ocultarla.

El error de invertir los papeles:

  • Cuando elegimos ver solo el marco (el cuerpo, la forma, la personalidad), estamos ignorando el cuadro (el espíritu).
  • No podemos convertir el marco en el cuadro por elección personal. El cuerpo no puede reemplazar al espíritu.

Propósitos en conflicto:

  • Nuestro propósito separado -vernos como cuerpos, como egos- empaña la visión del cuadro.
  • En cambio, el propósito de Dios, sostenido por el Espíritu Santo, preserva la pureza de Su creación.

La eternidad de la obra maestra:

  • El marco humano (el cuerpo) se desmorona, pero la obra maestra permanece intacta.
  • Lo que Dios crea es incorruptible, inmutable y eterno. No puede ser destruido ni alterado.

¿Cómo aplicar este mensaje en la vida cotidiana?

Confía en el Espíritu Santo como guía de percepción:

  • En lugar de juzgar por apariencias, pide al Espíritu Santo que te muestre la verdad detrás de cada rostro.

No te aferres al marco personal:

  • Tu cuerpo, tu historia, tus errores…, son parte del marco temporal. No definen tu esencia.
  • Reconócete como la obra maestra que Dios ha creado y sostenido en Su Espíritu.

Honra la eternidad en los demás:

  • Cada persona que ves es una obra eterna, aunque su marco parezca frágil o roto.
  • Tu tarea no es reparar el marco, sino ver el cuadro con ojos santos.

¿Cómo invocar al Espíritu Santo?: Guía práctica.

Haz una pausa consciente: Cuando sientas que estás atrapado en el juicio, la frustración o el miedo, detente. Respira profundamente. Reconoce que estás viendo el “marco” y no el “cuadro”.

“Espíritu Santo, ayúdame a ver esto como Tú lo ves.”

Este simple llamado abre la puerta a una percepción más elevada.

Entrega la situación: No necesitas resolverlo tú solo. Di mentalmente:

“Te entrego esta percepción. Corrige mi visión. Muéstrame la verdad detrás de esta forma.”

Esto no es evasión, sino confianza en una guía superior que ve más allá del ego.

Escucha con el corazón: La respuesta del Espíritu Santo no siempre llega como palabras. Puede manifestarse como:

  • Una sensación de paz repentina.
  • Un cambio de perspectiva.
  • Una inspiración inesperada.
  • Una compasión que antes no sentías.

Confía en esa suavidad. Es señal de que estás viendo el cuadro, no el marco.

Actúa desde la nueva visión: Una vez que sientas claridad, actúa desde ahí. Puede significar:

  • Perdonar sin condiciones.
  • Guardar silencio en lugar de reaccionar.
  • Ofrecer una palabra amable.
  • Retirarte con amor.

No se trata de “ganar” la situación, sino de sanarla.

Hazlo hábito: No esperes a los grandes conflictos. Invoca al Espíritu Santo en lo cotidiano:

  • Antes de una conversación.
  • Al leer un mensaje que te incomoda.
  • Al mirar a alguien que te cuesta amar.

Haz de esta práctica una forma de vida.

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