V. El Cristo en ti (1ª parte).
1. El Cristo en ti está muy quedo. 2Contempla lo que ama y lo reconoce como Su Propio Ser. 3Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su Padre. 4El especialismo también se regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad. 5Aun así, lo que buscas es una fuente de gozo tal como lo concibes. 6Lo que deseas es verdad para ti. 7Pues es imposible desear algo y no tener fe de que ello es real. 8Desear otorga realidad tan irremediablemente como ejercer la voluntad crea. 9El poder de un deseo apoya a las ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. 10Excepto que uno de ellos engaña y el otro sana.
"Desear otorga realidad tan irremediablemente como ejercer la voluntad crea". Por tal razón, no podemos subestimar la naturaleza del deseo de ser especial, pues nos llevará a hacer real el mundo en el que hayamos depositado nuestra fe.
¿Cómo reconocer si estamos deseando de manera especial cuando el mundo que nos muestra es la realidad en la que creemos?
"Por sus frutos los conoceréis", recoge la Biblia en el Nuevo Testamento. Si aplicamos las enseñanzas del Curso, podemos parafrasear dicho mensaje: "Por sus efectos los conoceréis". Pues no hay efecto sin causa, ni causa sin efecto, lo que nos permitirá reconocer la causa conociendo sus efectos. Si dicho efecto-fruto es amargo, si nos priva de la paz y la felicidad, entonces la causa responde al deseo de ser especial, a la creencia en la separación y al juicio condenatorio del pecado o, lo que es lo mismo, responde a la ilusión y al engaño.
En cambio, si el efecto-fruto es agradable y dulce, si nos aporta paz y felicidad, entonces la causa responde al deseo de compartir la Voluntad del Padre, que no es otra que ejerzamos nuestra Voluntad de amar libremente.
2. No hay ningún sueño de querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta o disfrazada que se encuentre la forma en que éste se manifiesta, por muy hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de paz y la escapatoria del dolor. 2En los sueños, causa y efecto se intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está sucediendo a él. 3No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de allá y tejió un cuadro de la nada. 4Mas las partes no casan, y el todo no les aporta nada que haga que tengan sentido.
En este sentido, al referirnos en el punto anterior a la ley de causa y efecto, hemos dicho que son lo mismo, que forman una unidad, lo que nos facilitará la comprensión del origen y los efectos de todo cuanto existe. Pero dado que el ego es el efecto del error, concibe dicha ley al contrario y establece que el efecto, es la causa y que la causa es el efecto. Es decir, si desde el punto de vista de la verdad, la causa es la mente, donde radica el poder creador, y el efecto son las creaciones basadas en la verdad, para el ego, son dichas creaciones las que son consideradas como causa, es decir, con el poder de generar efectos en nuestras vidas. Si el cuerpo es el máximo exponente de su creación, será considerado como la causa que dará origen a todas nuestras acciones. Esta manera de ver las cosas lleva al ego a considerar al cuerpo como el causante de todos sus pecados y lo dota con el poder para hacer daño y para atacar.
Intercambiar el funcionamiento de la ley de causa y efecto nos ha llevado a creer que lo que hacemos nos está sucediendo realmente. Si nos creemos pecadores, entendemos que Dios esté enfadado con nosotros y no hay otro camino para redimir nuestra culpa que aceptando Su castigo. Un sinsentido.
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