sábado, 2 de marzo de 2019

¿Qué deseo le pedirías al Genio de la Lámpara?


Esta mañana, me he levantado con un pensamiento que me hace reflexionar sobre una hipotética situación, que sin duda, hemos tenido la gran mayoría de los humanos.
¿Qué le pediría al Genio de la Lámpara, si me pudiese conceder un deseo?

Bien, a partir de ahí es cuando engrasamos nuestras neuronas e intentamos encontrar, entre los miles y miles de deseos, el que más nos gustaría disfrutar. Estoy seguro de que la lista sería interminable, aunque  así de pronto, el ranking nos llevaría a apostar por el tan codiciado y compartido deseo de ser multimillonario, sobre todo porque hemos adquirido la convicción de que el dinero todo lo puede…, y esos otros argumentos, de que el dinero llama al dinero… en fin, que el dinero da la felicidad.
La felicidad, sí, la felicidad podría ser otro de los deseos que se encontrarían en los primeros lugares del ranking. Pero claro, si el dinero nos lleva a obtenerla, pues me pido el dinero y consigo “dos pájaros de un tiro”. Pero, muchos compartiréis conmigo, sobre todo los que gozan de una buena posición económica, de que el dinero no siempre da la felicidad…, ¿verdad?.

La felicidad, nos transporta a ese estado paradisiaco que nos describe el Génesis, en el que nuestros primeros “Padres”, Adán y Eva, tuvieron ocasión de disfrutar. Vivir en la tierra dispuesta por la Divinidad, permitió a la humanidad en los albores de la creación disfrutar de la felicidad. Pero las acciones de nuestros antecesores, es decir, el estado de conciencia de la humanidad en esa etapa evolutiva, haciendo uso del poder creador heredado de Dios, le llevó a un nuevo estado en el que la felicidad deberá ser reconquistada. Quizás por ello, todos sentimos su añoranza.

Reconquistar la felicidad es retornar al estado que experimentábamos cuando nos encontrábamos en el “paraíso”, en plena armonía con las leyes divinas. Por lo tanto el camino, la ruta para alcanzar ese elevado “estado”, ha de llevarnos a que nuestras acciones sean conformes a dichas leyes.
Las leyes físicas nos hablan de que existen dos grandes fuerzas en el universo, la de atracción y la de repulsión. En el argot esotérico, existen, igualmente, esas dos fuerzas, ATRACIÓN-AMOR, y REPULSIÓN-RIGOR.

La fuerza del amor se caracteriza por su capacidad de unir. La fuerza del rigor se caracteriza por su capacidad de destruir, de separar. Ambas fuerzas son evidentes, aunque no reales, en el proceso de evolución de la conciencia. En la naturaleza, vemos permanentemente su manifestación cuando observamos la dualidad de las cosas. El día y la noche, el blanco y el negro, la luz y la oscuridad, etc. Esa dualidad es la percepción de la mente identificada con el mundo material y se convierte en el argumento del ego. Pero en el mundo real, en la eternidad, en el mundo de Dios o Reino de los Cielos, la dualidad no existe, tan solo existe la unidad.

Tan verdad, que llegamos a apreciar la luz, cuando nos encontramos en la máxima oscuridad, el amor se convierte en un tesoro muy apreciado, cuando en nuestra vida nos encontramos con el rostro del rigor, pues aporta al alma el sentimiento de plenitud que añora.
Llegado a este punto, parece que tengo argumentos más que concluyentes para saber qué deseo pedir al Genio.
  • Deseo recordar que soy Hijo del Amor, y expandir esa fuerza a través del perdón.

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