viernes, 9 de febrero de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 40

LECCIÓN 40

Soy bendito por ser un Hijo de Dios.

1. Comenzamos hoy a afirmar algunas de las bienaventuranzas a las que tienes derecho por ser quien eres. 2Hoy no se requieren largas sesiones de práctica, sino muchas cortas y frecuentes. 3Lo ideal sería una cada diez minutos, y se te exhorta a que trates de mantener este horario y a adherirte a él siempre que puedas. 4Si te olvidas, trata de nuevo. 5Si hay largas interrupciones, trata de nuevo. 6Siempre que te acuerdes, trata de nuevo.

2. No es preciso que cierres los ojos durante los ejercicios, aunque probablemente te resultará beneficioso hacerlo. 2Mas puede que durante el día te encuentres en situaciones en las que no puedas cerrar los ojos. 3No obstante, no dejes de hacer la sesión por eso. 4Puedes practicar muy bien en cualquier circunstancia, si realmente deseas hacerlo.

3. Los ejercicios de hoy no requieren ningún esfuerzo ni mucho tiempo. 2Repite la idea de hoy y luego añade varios de los atributos que asocias con ser un Hijo de Dios, aplicándotelos a ti mismo. 3Una sesión de práctica, por ejemplo, podría consistir en lo siguiente:

4Soy bendito por ser un Hijo de Dios.
5Soy feliz y estoy en paz; soy amoroso y estoy contento.

6Otra podría ser, por ejemplo:

7Soy bendito por ser un Hijo de Dios.
8Estoy calmado y sereno; me siento seguro y confiado.

9Si sólo dispones de un momento, basta con que simplemente te digas a ti mismo que eres bendito por ser un Hijo de Dios.

¿Qué me enseña esta lección?

Mientras sigamos identificados con los valores del ego, permaneceremos dormidos e inconscientes de nuestra verdadera Esencia. La personalidad del ego es semejante a una cebolla, en la que cada una de sus capas se convierte en un hábito adquirido que nos mantiene atados a un modo de respuesta automática. Esos hábitos se han formado a base del aprendizaje que se adquiere en el contacto con el mundo material. Su fundamento es la división, la competitividad, la posesión, el miedo, el dolor, el sufrimiento, el sacrificio, etc.

Cuando damos, pensamos que perdemos. El servicio al otro, se convierte en una prueba de desgaste emocional, pues no siempre va acompañado del deseo desinteresado. El recuerdo de las heridas emocionales que nos une a los otros, se convierte en un obstáculo para dar expresión al verdadero amor.

No existe libertad para dar testimonio de los altos ideales del Ser. Cada una de esas capas de la cebolla, nos oprime y nos mantiene prisionero de los falsos valores.

Es necesario que se produzca el despertar de la conciencia y, con ello, sentirnos benditos, pues es nuestra condición, la de Ser Hijos de Dios.

Cuando buscamos en el diccionario el significado del término "bendito", podemos encontrar los siguientes significados: "santo, bienaventurado, dichoso, feliz, persona buena o inocente". Todas encuadran dentro de los valores espirituales del Ser. Y no podría ser de otra forma, pues tal y como podemos leer en el enunciado de esta lección, "somos benditos por ser Hijo de Dios".

Ser bendito nos eleva con respecto a la condición característica de la personalidad egoica, es decir, ser bendito, inocente, dichoso y feliz, son estados anímicos que no pertenecen al mundo del ego, el cual, confunde inocencia con debilidad; la dicha con el azar; la felicidad con el placer.

Esta lección es una de las más sencillas y fáciles de aplicar, de las que encontraremos a lo largo del Curso. No quiero decir con ello que las demás sean difíciles, pero comparto con los estudiantes que unas nos resuenan más que otras y ello se traduce en una comprensión más cercana.

Los beneficios de aplicar esta lección son evidentes, pues en verdad lo que tenemos que hacer es recordar lo que ya somos. Para fortalecer ese recuerdo y evitar que se nos olvide, la práctica de la lección nos invita a repetirla cada diez minutos.

El día nos invita a establecer un diálogo permanente con nosotros mismos, en el cual, reforzaremos, una y otra vez, nuestra condición divina: soy un ser divino, dichoso, bienaventurado y feliz. Ese diálogo debe alcanzar nuestra certeza, debe formar parte de nuestro más sincero deseo de ser lo que nuestra mente nos está dictando. La repetición es una buena técnica de aprendizaje en el proceso en el que nos encontramos. Nuestros hábitos actuales son el resultado de habernos dicho una y otra vez que las cosas son como creemos que son. Ahora, es el momento de aplicar la misma técnica, aunque el verdadero valor de este proceso se encuentra en el hecho de haber elegido ver las cosas de otra manera, esto es, el haber elegido ver la verdad que somos: Seres de Luz emanados de la Fuente de nuestro Padre.

Me gustaría compartir con vosotros una reflexión, sobre una realidad que seguro compartís, intelectualmente, conmigo, pero que hace unos días, se me reveló en su verdadera dimensión en lo que, sin duda, para mí, fue un hermoso instante santo.

Se trata, simple y llanamente, de lo siguiente: ¿Qué puede aportarnos más felicidad que tener la certeza de que somos el Hijo de Dios?

Esta cuestión, como os adelantaba, formaba parte de mi saber intelectual, pero hasta ese día, no fui capaz de vivir, de manera íntegra, lo que realmente significa ser el Hijo de Dios.

Cuando ello ocurre, pareces levitar del suelo, te sientes elevado por las alas del amor. Donde había rescoldos de viejos sentimientos de miedos y temor, ahora tan sólo había paz y serenidad, fruto de estar en la certeza de que no existe nada en nuestra vida que se encuentre fuera de Nuestro Padre.

 

Ejemplo-Guía: ¿A qué le tienes miedo?

Con este ejemplo, nos situamos en el eje principal de todas nuestras emociones. De su fuente emanan todos los sentimientos de escasez, de culpa, de sufrimiento, de dolor y de infelicidad. Considero, que el miedo es la respuesta a nuestro desconocimiento de Dios y, por ende, de nosotros mismos.

El miedo es el aliado del ego, en el sentido, de que es su fabricación. Su origen debemos buscarlo en el acto de libre elección, llevado a cabo por el Hijo de Dios, de ver un mundo diferente al de Su Creador. La mente proyectó ese deseo de individualización que le permitió adquirir una nueva vía de comunicación con la "realidad". Sustituyó la comunicación directa, el Conocimiento, por la percepción. La unidad pasó a convertirse en multiplicidad.

Desde ese instante, la Consciencia, se cubrió con el espeso manto de la conciencia.

En el mundo inventado por el Hijo de Dios y donde el ego anda a sus anchas, la moneda de cambio es el miedo y esto será así, hasta que el soñador tome consciencia de que es el único fabricador de sueños. Esto le permitirá elegir fabricar sueños felices, donde el miedo ya no le atemorizará con absurdas pesadillas. Esto que decimos, ya lo hemos estudiado en anteriores lecciones, es decir, estamos en condiciones de recordar que somos nosotros los que, con nuestra mente (causa) damos vida a nuestras experiencias (efectos).

Responder, con honestidad, a la pregunta del ejemplo guía, nos ayudará a tomar consciencia de nuestra autoría en la fabricación de nuestros sueños. No importa, la dimensión de nuestros miedos. No importa que nos de miedo un insecto en particular o nos de miedo el cáncer. El motivo con el que identifiquemos nuestro miedo o miedos, es lo de menos, pues todos tienen una misma causa. Ya lo hemos dicho anteriormente. El miedo nos impide conocer quiénes somos en realidad. Nos impide ver nuestra divinidad, llevándonos a identificarnos con las limitaciones del cuerpo físico.

Existen muchos estudios que tratan sobre los miedos y, muchos de ellos, coinciden en que el miedo más básico y arraigado en nuestro inconsciente individual y colectivo, es el miedo a la muerte. Creo que la razón de que esto sea así, responde, a que el ego no podría reconocer que la muerte es una ilusión, ya que ello supondría que el propio ego es una ilusión.

Os dejo un enlace, en el que podréis encontrar un artículo que publiqué en uno de mis blogs y que trata sobre el origen del miedo a la muerte:

http://nuevosarquetipos.blogspot.com.es/2012/02/la-muerte-un-camino-hacia-la-vida.html

 

Reflexión: ¿Qué puede aportarnos más felicidad que tener la certeza de que somos el Hijo de Dios?

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