jueves, 15 de febrero de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 46

LECCIÓN 46

Dios es el Amor en el que perdono.

1. Dios no perdona porque nunca ha condenado. 2primero tiene que haber condenación para que el perdón sea necesario. 3El per­dón es la mayor necesidad de este mundo, y esto se debe a que es un mundo de ilusiones. 4Aquellos que perdonan se liberan a sí mismos de las ilusiones, mientras que los que se niegan a hacerlo se atan a ellas. 5De la misma manera en que sólo te condenas a ti mismo, de igual modo, sólo te perdonas a ti mismo.

2. Pero si bien Dios no perdona, Su Amor es, no obstante, la base del perdón. 2El miedo condena y el amor perdona. 3El perdón, pues, des-hace lo que el miedo ha producido, y lleva de nuevo a la mente a la conciencia de Dios. 4Por esta razón, al perdón puede llamársele verdaderamente salvación. 5Es el medio a través del cual desaparecen las ilusiones.

3. Los ejercicios de hoy requieren por lo menos tres sesiones de práctica de cinco minutos completos, y el mayor número posible de las más cortas. 2Como de costumbre, comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo la idea de hoy para tus adentros. 3Cierra los ojos mientras lo haces, y dedica un minuto o dos a explorar tu mente en busca de aquellas personas a quienes no has perdonado. 4No importa en qué medida no las hayas perdonado. 5O las has perdonado completamente o no las has perdonado en absoluto.

4. Si estás haciendo los ejercicios correctamente no deberías tener ninguna dificultad en encontrar un buen número de personas a quienes no has perdonado. 2En general, se puede asumir correctamente que cualquier persona que no te caiga bien es un sujeto adecuado. 3Menciona cada una de ellas por su nombre, y di:

4[Nombre], Dios es el Amor en el que te perdono.

5. El propósito de la primera fase de las sesiones de práctica de hoy es colocarte en una posición desde la que puedes perdonarte a ti mismo. 2Después que hayas aplicado la idea a todas las personas que te hayan venido a la mente, di para tus adentros:

3Dios es el Amor en el que me perdono a mí mismo.

4Dedica luego el resto de la sesión a añadir ideas afines tales como:

5Dios es el Amor con el que me amo a mí mismo.
6Dios es el Amor en el que me alzo bendecido.

6. El modelo a seguir en cada aplicación puede variar considerablemente, pero no se debe perder de vista la idea central. 2Podrías decir, por ejemplo:

3No puedo ser culpable porque soy un Hijo de Dios.
4Ya he sido perdonado.
5El miedo no tiene cabida en una mente que Dios ama.
6No tengo necesidad de atacar porque el amor me ha perdonado.

7La sesión de práctica debe terminar, no obstante, con una repetición de la idea de hoy en su forma original.

7. Las sesiones de práctica más cortas pueden consistir ya sea en una repetición de la idea de hoy en su forma original, o en una afín, según prefieras. 2Asegúrate, no obstante, de aplicar la idea de manera más concreta si surge la necesidad. 3Esto será necesa­rio en cualquier momento del día en el que te percates de cual­quier reacción negativa hacia alguien, tanto si esa persona está presente como si no. 4En tal caso, dile silenciosamente:

5Dios es el Amor en el que te perdono.


¿Qué me enseña esta lección?

Nada es real si está fuera de Dios.

El conocimiento de la Unidad, nos permite comprender que Todo lo Verdadero es Real porque se encuentra dentro de la Matriz Divina. Nosotros, como Hijos de Dios, podemos crear, expandiéndonos, pero nuestras creaciones verdaderas serán aquellas que den testimonios de la Unidad.

El ego, en cambio, la expresión temporal con la que nos hemos identificados, se encuentra en la fase de identificación con la separación. Desde este punto de percepción, ataca y siente miedo del ataque de los demás, promoviendo el sentimiento de venganza, para sentirse seguro del daño exterior.

Castiga y es castigado. Se cree un pecador y trata de redimir su culpa con el autocastigo.

Es necesario que nos liberemos de esa percepción errónea y encontremos el punto de comunión con nuestro Ser, el rostro de nuestra divinidad. Dios no perdona, porque no ve el pecado en Su Hijo, sino la impecabilidad.

He cerrado los ojos y por mi mente han desfilados aquellos a los que necesito perdonar. Pero he tomado consciencia, de que estaba en un error. No es a ellos a los que debo perdonar, si no a mí mismo, pues es mi juicio condenatorio, proyectado sobre ellos, el que me mantiene prisionero de la necesidad de perdonar.

Perdonar es amar. Perdonar es no juzgarnos condenatoriamente y reconocer que no hay culpa en nuestras actuaciones, ni en la de los demás. El amor y el perdón corrigen milagrosamente el error. La culpa y la condena exigen castigo y dolor.

¿Nos produce miedo esta afirmación? ¿Debemos pasar por alto el daño que nos causan los demás? ¿Cómo vamos a poder perdonar las acciones de aquellos que atentan contra la vida de los demás? ¿Qué es el perdón?

Dios no perdona, porque nunca ha condenado. Así da comienzo esta importante Lección. Pero también recoge el Curso, en el Principio 21, de los Milagros, que éstos son expresiones naturales de perdón y que por medio de los milagros aceptamos el perdón de Dios al extenderlo a otros.

El perdón tiene que conllevar corrección, de lo contrario es un gesto vacío. ¿Qué significa esto? ¿Qué hay que corregir?

El Hijo de Dios debe corregir que, “la traición que cree haber cometido sólo tuvo lugar en ilusiones, y todos sus "pecados" no son sino el producto de su propia imaginación. De hecho, su realidad es eternamente inmaculada. El Hijo de Dios no necesita ser perdonado, sino despertado. En sus sueños se ha traicionado a sí mismo, a sus hermanos y a su Dios. Mas lo que tiene lugar en sueños no tiene lugar realmente” (T-17.I.1:1-5).

Me pregunto, si realmente, desde la visión del ego se puede perdonar. UCDM nos enseña que, “nadie puede perdonar un pecado que considere real” (T-27.II.2:4).

“El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es verdad. El verdadero perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. Nadie que esté hablando en serio diría: "Hermano, me has herido. Sin embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado". Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposible, pues ambas cosas no pueden coexistir. Una niega a la otra y hace que sea falsa” (T-27.II.2:6-10).

El perdón no es real a menos que nos brinde curación a nuestro hermano y a nosotros.

“El perdón es lo que sana la percepción de la separación. Es necesario que percibamos correctamente a nuestro hermano debido a que las mentes han elegido considerarse a sí mismas como entidades separadas” (T-3.V.9:1-2).

 

Ejemplo-Guía: "No puedo perdonar el daño que me han causado mis padres"

En este ejemplo, vamos a aplicar la enseñanza del perdón, tal y como nos la enseña UCDM. Estamos en la Lección 46 y, en las 45 lecciones anteriores, hemos ido adquiriendo una nueva visión de cómo podemos dirigir nuestra mente a la hora de percibir el mundo ilusorio al que le hemos otorgado realidad. Con todo ello, hoy se nos brinda la oportunidad de dar un importante paso en nuestro proceso conciencial: aplicar nuestra condición divina extendiendo la Esencia de lo que Somos, el Amor, a través del perdón.

Nuestro razonamiento debe basarse en la verdad, pues si no lo hacemos, cualquier aplicación que hagamos de la mente nos llevará a dar credibilidad a la ilusión. Por lo tanto, la primera reflexión que debemos hacernos ante una experiencia como la que analizamos en el ejemplo, es tener la certeza de que estamos ante una percepción ilusoria, no real, cuyo propósito más elevado es permitirnos ser consciente de la verdadera realidad, esto es, su ilusión.

Si no es real, si nuestra mente no la condena, no la juzga condenatoriamente, ello significa que nuestra mente está sana y ese estado de plenitud nos lleva a experimentar la paz y la felicidad.

Si nuestra mente está sana, no percibirá separación y, por ello, no verá esa relación familiar desde el dolor, nunca se dirá que el daño que le hayan causado sus padres no se merezca ser perdonado, pues no verá el daño, no verá el ataque, tan sólo verá la oportunidad de expandir su amor a través del perdón, con lo cual estará sanando a sus padres y a sí mismo.

El perdón es la respuesta a cualquier clase de ataque. De esta manera, se cancelan los efectos del ataque, y se responde al odio en nombre del amor.

Tomo prestada del Curso, las siguientes palabras, que nos permitirán comprender lo que hemos dicho:

“¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? ¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor? Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque formuladas de manera diferente. En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de pecado y muerte, de locura y asesinato, así como de aflicción y pérdida. Éste es el "sacrificio" que pide la salvación, y, a cambio de todo ello, gustosamente ofrece paz” (T-29.VI:1-5).

Debemos contemplar a nuestro hermano con el deseo de verlo tal como es. Y no excluir ninguna parte de él, en nuestro deseo de que se cure. Curar es hacer íntegro. Y a lo que es íntegro no le pueden faltar partes que se hayan dejado afuera. El perdón consiste en reconocer esto, y en alegrarnos de que no haya ninguna forma de enfermedad que el milagro no tenga el poder de curar.

No me he podido resistir ante tanta belleza. Os dejo esta joya del Curso:

“¡Imagínate cuán hermosos te parecerán todos aquellos a quienes hayas perdonado! En ninguna fantasía habrás visto nunca nada tan bello. Nada de lo que ves aquí, ya sea en sueños o despierto, puede compararse con semejante belleza. Y no habrá nada que valores tanto como esto ni nada que tengas en tanta estima. Nada que recuerdes que en alguna ocasión hiciera cantar a tu corazón de alegría te brindó ni una mínima parte de la felicidad que esta visión ha de brindarte. Pues gracias a ella podrás ver al Hijo de Dios. Contemplarás la belleza que el Espíritu Santo adora contemplar, y por la que le da gracias al Padre. Él fue creado para ver esto por ti hasta que tú aprendas a verlo por tu cuenta. Y todas Sus enseñanzas conducen a esa visión y a dar gracias con Él” (T-17.II.1:1-9).

Reflexión: ¿Cómo entiendes el perdón?

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