
Con esta afirmación estoy poniendo en reconocimiento mi identidad verdadera: soy un ser espiritual.
El milagro es la manifestación del Amor y del Perdón, y estos atributos se expresan en la consciencia de unidad con todo lo creado.
Cuando expreso que tengo derecho a los milagros, estoy realmente diciendo que soy Hijo de Dios y que mi condición natural es el milagro o, lo que es lo mismo, la expresión de la verdad y, por tanto, el final del error.
Creer o tener la certeza de que somos merecedores y hacedores de los milagros revela nuestra condición espiritual y la expresión de un estado de consciencia en la que todos formamos parte Una de la Filiación, y que nuestra Voluntad es Una con la de nuestro Padre.
Es la primera referencia que se hace en las lecciones del Libro de Ejercicios sobre los milagros. Podríamos pensar que ha sido necesario realizar una preparación previa para afrontar la experiencia vital que nos hará recordar nuestra condición espiritual: ser un hacedor de milagros o, dicho de otra manera, utilizando una terminología utilizada en Un Curso de Milagros, ser un Maestro de Dios.
El Texto del Curso, sin embargo, ya en su introducción nos informa: "Este es un curso de milagros". Y dedica el Capítulo I a revelarnos el significado de los milagros. En el primer apartado de ese primer Capítulo, se nos habla de los 51 Principios de los milagros. En el siguiente enlace podréis acceder al estudio que he dedicado a estos Principios:
http://aprendiendouncursodemilagros.blogspot.com.es/2015/02/no-hay-grados-de-dificultad-en-los.html.
En el Principio 7, el Curso lo dedica al mensaje que se comparte en esta lección: “Todo el mundo tiene derecho a los milagros, pero antes es necesaria una purificación”.
En el artículo dedicado a este Principio, podemos encontrar lo siguiente:
El derecho a los milagros quedó establecido en la creación del Hijo de Dios y está garantizado por las leyes del Padre. Con esto queremos decir que el milagro es un derecho de todos y no de unos cuantos. Muchas religiones restringen este “derecho” a unos cuantos, a los que elevan a la condición de santos. La única condición que debemos “recordar” es nuestra propia legitimidad espiritual y ponernos al servicio del Espíritu Santo o de Jesús.
Establece este Principio que para dar expresión al milagro tenemos previamente que realizar una purificación. Este mensaje no va dirigido al cuerpo. Ya hemos dicho que no es real. La purificación que debemos llevar a cabo es a nivel de la mente. Debemos purificar nuestros pensamientos, los que mantienen la creencia en el pecado, en la culpa, en la separación. Realmente, la purificación debe ser entendida como una rectificación que debe ser dirigida a la mente, de donde emana toda causa.
“El milagro no hace nada. Lo único que hace es deshacer. Y de este modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. No añade nada, sino que simplemente elimina. Y lo que elimina, hace mucho que desapareció, pero puesto que se conserva en la memoria, sus efectos parecen estar teniendo lugar ahora. Hace mucho que este mundo desapareció. Los pensamientos que lo originaron ya no se encuentran en la mente que los concibió y los amó por un breve lapso de tiempo. El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó, y que lo que realmente ya pasó no puede tener efectos. “Recordar la causa de algo tan sólo puede dar lugar a ilusiones de su presencia, pero no puede producir efectos” (T-28.I.1:1-9).
Ejemplo-Guía: ¿Qué milagros te ofrecerías?
No, no es un error de expresión. Digo bien, ¿qué milagros te ofrecerías?, pues, si no posees aquello que quieres dar, ¿cómo podrás darlo? Nadie puede dar lo que no tiene.
En verdad, la expresión podría ser mejorada. Lo intentaré con esta otra: ¿qué milagros estás dispuesto a recordar? Ahora me gusta más. La anterior daba lugar a poder pensar que si no poseemos el milagro no podemos darlo, pero en realidad, la Creación de Dios es un milagro, pues todos los milagros son actos de amor y el Hijo de Dios es una expansión de la Voluntad de Dios. Por lo tanto, está mejor expresado cuando la invitación nos lleva a recordar, esto es, a volver a pasar por el corazón la visión de lo que somos: Seres de Amor.
El ejercicio de hoy podemos enfocarlo de la siguiente manera. Todos tenemos derecho a gozar de los milagros, pero previamente tenemos que purificar nuestra mente, la única y verdadera causa que nos ha llevado a olvidar lo que somos.
Por lo tanto, tenemos que identificar aquellas creencias, aquellos pensamientos, aquellos sentimientos que están al servicio de la mente errada y que son susceptibles de ser rectificados, esto es, purificados.
Por ejemplo, una experiencia que he vivido recientemente y en la que he tomado consciencia de la sutilidad y habilidad del ego espiritual. Le llamo así porque, sin dejar de ser ego, se viste con ropajes de orden elevado.
Mantengo la creencia de que debo expandir mis conocimientos con los demás. Para ello, utilizo las redes sociales y herramientas que la informática pone a mi disposición, como este blog. La labor que realizo es totalmente desinteresada. Dedico mi tiempo libre a lo que considero que es compartir mis dones y talentos. Hasta ahí, todo bien.
Cada día, al iniciar una nueva publicación, mi mente me lleva a consultar las estadísticas de la página. Lo que parecía, inicialmente, un simple acto de control y seguimiento, poco a poco se convirtió en una "necesidad", la cual, en ocasiones y dependiendo de la información aportada por las estadísticas, tenía un efecto en mí muy cercano a la aprobación y a la desaprobación. El resultado de dicho efecto me afectaba, aunque no lo hacía consciente.
En la práctica diaria de Un Curso de Milagros y de las lecciones del Libro de Ejercicios, mi comunicación con el Espíritu Santo es muy activa y un día puse en sus manos esta situación. No tardé en ver claro que detrás de mi iniciativa, noble y elevada de compartir, se escondía la necesidad de recibir compensación afectiva y demostrativa de la labor que estaba realizando. La visión real de la situación me llevó a recordar cuál era mi función y mi labor como mensajero. En ningún momento yo soy el mensaje y mi voluntad de servicio me lleva a ser útil como mensajero. Es la expansión de esa voluntad de servicio la que me lleva a sentirme pleno y gozoso, independientemente de los resultados.
Desde que tomé esa decisión, cuando ya no hay expectativas, los resultados que antes perseguía como una necesidad, ahora son una realidad, fluyendo en la abundancia, el sello que caracteriza toda obra, cuando está en sintonía armónica con las Leyes de Dios.
Reflexión: ¿De qué milagro eres consciente?
Gracias, muchas gracias.
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