lunes, 9 de septiembre de 2024

Capítulo 14. V. El círculo de la Expiación (2ª parte).

V. El círculo de la Expiación (2ª parte).


4. El Hijo de Dios tiene derecho a heredar el Reino, el cual se le dio en su creación. 2No trates de robárselo, pues estarás buscán­dote culpabilidad y no podrás sino experimentarla. 3Protege su pureza contra cada pensamiento que quisiera robársela ocul­tarla de sus ojos. 4Lleva la inocencia a la luz, en respuesta la llamada de la Expiación. 5Nunca permitas que la pureza perma­nezca oculta, sino que, por el contrario, descorre con tu luz los pesados velos de culpabilidad tras los cuales el Hijo de Dios se ha ocultado a sí mismo de sus propios ojos.

Si nos creemos culpables, en verdad, lo que estamos admitiendo es que no creemos Hijos de Dios, pues no estaremos reconociendo nuestra verdadera identidad, la cual comparte con Dios en Su Mente Perfecta y Santa.

Creer en la culpabilidad es admitir que Dios es también culpable, pues todo hijo hereda la misma condición que el padre. Pero en esta ecuación hay un importante error, la culpabilidad no es real, pues no goza de la esencia del Amor, que crea lo verdadero.

5. Aquí todos estamos unidos en la Expiación, y no hay nada más en este mundo que pueda unirnos. 2Así es como desaparecerá el mundo de la separación, y como se restablecerá la plena comunicación entre Padre e Hijo. 3El milagro reconoce la inocencia que tiene que haberse negado para que se haya producido la necesidad de curación. 4No niegues este jubiloso reconocimiento, pues toda esperanza de felicidad y de liberación de cualquier tipo de sufrimiento reside en él. 5¿Hay alguien que no desee liberarse del dolor? 6Tal vez no haya aprendido todavía cómo intercambiar- la culpabilidad por la inocencia, ni se haya dado cuenta de que sólo mediante este intercambio se puede liberar del dolor. 7Aun así, aquellos que no han aprendido necesitan que se les enseñe, no que se les ataque. 8Atacar a los que necesitan que se les enseñe es perder la oportunidad de poder aprender de ellos.

El juicio se nos muestra como un arma de doble filo. Por un lado, condena y separa, y por otro, nos conduce por la senda de la verdad, al percibir correctamente, lo verdadero de lo falso. El juicio condenatorio forma parte del sistema de pensamiento del ego, el cual se sustenta en la errónea creencia de la separación. 

El juicio verdadero, es el que nos inspira la Expiación del Espíritu Santo, el cual nos permite reconocer y corregir lo falso, llevándole ante la presencia de lo real.

Los que aún no han aprendido necesitan que se les enseñe, no que se les ataque, es decir, necesitan cambiar el juicio condenatorio por el juicio verdadero.

6. Los maestros de la inocencia, cada uno a su manera, se han unido para desempeñar el papel que les corresponde en el pro­grama de estudios unificado de la Expiación. 2Aparte de este programa, no hay nada más que tenga un objetivo de enseñanza unificado. 3En este programa de estudios no hay conflictos, pues sólo tiene un objetivo, no importa cómo se enseñe. 4Todo esfuerzo que se haga en su favor se le ofrece a la eterna gloria de Dios y de Su creación con el solo propósito de liberar de la culpabilidad. 5Y cada enseñanza que apunte en esa dirección apunta directamente al Cielo y a la paz de Dios. 6No hay dolor, pruebas o miedo que esta enseñanza no pueda vencer. 7El poder de Dios Mismo la apoya y garantiza sus resultados ilimitados.

Podríamos simplificar el objetivo de enseñanza unificado que aporta la Expiación, diciendo que es una cuestión de elección. Eliges ser el Hijo de Dios, inocente y perfecto, o, eliges ser el hijo del ego, pecador y culpable.

Si eliges ser el Hijo de Dios, gozarás de paz y felicidad. Si eliges ser el hijo del ego, experimentarás dolor y sufrimiento. 

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