viernes, 28 de noviembre de 2025

Capítulo 25. I. El vínculo con la verdad (1ª parte).

 I. El vínculo con la verdad (1ª parte).

1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te enco­mendó, pues es Él quien la desempeña. 2a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. 3Pues la Mente es Suya. 4Por lo tanto, tiene que ser tuya. 5Su santidad dirige al cuerpo a través de la mente que es una con Él. 6tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano, tal como él lo hace ante ti. 7He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cua­les se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.

El punto explora la idea central de que la tarea espiritual encomendada por Cristo no es difícil porque, en última instancia, es Él mismo quien la realiza a través de nosotros. El cuerpo es presentado solo como un instrumento aparente; la verdadera acción ocurre en la mente, que está unida a la Mente de Cristo. Por lo tanto, la santidad y la dirección provienen de esa unión mental y espiritual.

El texto subraya que, al relacionarnos con los demás (“tu santo hermano”), nos manifestamos mutuamente como expresiones del Cristo interior. En ese encuentro, no hay diferencias ni separación: todos los aspectos de la santidad se funden y elevan a Cristo hacia el Padre, íntegro y digno de amor eterno.

¿Cómo podemos aplicar este mensaje en la práctica?

Confiando en que no estamos solos en nuestra tarea: Cuando nos enfrentemos a un reto personal, profesional o espiritual, recordemos que no depende solo de nuestras fuerzas. Según el texto, la tarea que nos corresponde la realiza Cristo a través de nosotros. Esto puede traducirse en confiar más, soltar el control y pedir guía interior antes de actuar.

Reconociendo que el cuerpo es solo un instrumento: Si nos sentimos limitados por nuestras circunstancias físicas, nuestra salud o nuestros recursos, recordar que lo esencial ocurre en la mente y el espíritu. Podemos practicar esto dedicando unos minutos al día a la meditación o la oración, enfocándonos en la conexión con lo divino más allá de lo físico.

Buscando la unidad y la santidad en nuestras relaciones: Cuando interactuemos con otras personas, especialmente en situaciones de conflicto, intentemos ver más allá de las apariencias y reconozcamos la “santidad” o el valor esencial en el otro. Esto puede ayudarnos a responder con compasión y empatía, en vez de juicio o separación.

Practicando la auto-observación: Observemos nuestros pensamientos y emociones cuando nos relacionemos con los demás. Preguntémonos: ¿Estoy viendo solo el cuerpo y las diferencias, o puedo ver la unidad y la luz en el otro? Esta práctica puede transformar nuestras relaciones y la percepción de nosotros mismos.

Recordando la meta final: la unión. El texto habla de un encuentro donde no hay diferencias y todo se eleva hacia el amor eterno. Podemos recordarnos a diario que nuestra meta no es la separación ni la competencia, sino la unión, la paz y el amor compartido.

Algunos ejemplos específicos:

Conflicto en el trabajo.

Situación: Tienes diferencias con un compañero sobre cómo realizar una tarea.

Aplicación:

  • Antes de responder, haz una pausa y recuerda que ambos son “expresiones del Cristo interior”, según el texto.
  • En vez de enfocarte en quién tiene razón, busca la unidad: pregunta por su punto de vista y comparte el tuyo con apertura.
  • Si sientes tensión, repite mentalmente: “La tarea no depende solo de mí, sino que se realiza a través de nosotros.”
  • Propón una solución colaborativa, reconociendo el valor y la santidad en el otro.

Conflicto familiar.

Situación: Discutes con un familiar por una diferencia de opinión.

Aplicación:

  • Observa tus emociones y pensamientos: ¿estás viendo solo el cuerpo y las diferencias, o puedes ver la luz y la unidad en el otro?
  • Practica la auto-observación: si surge el juicio, cámbialo por empatía y compasión.
  • Recuerda que la meta no es ganar la discusión, sino fortalecer el vínculo y la paz.
  • Puedes decir: “Entiendo que vemos esto diferente, pero valoro nuestra relación y quiero encontrar una solución juntos.”

Conflicto interno (contigo mismo)

Situación: Te sientes frustrado por no cumplir tus propias expectativas.

Aplicación:

  • Reconoce que el cuerpo y sus limitaciones no definen tu valor; lo esencial ocurre en la mente y el espíritu.
  • Dedica unos minutos a la meditación, recordando que la tarea espiritual la realiza Cristo a través de ti.
  • Practica la auto-compasión: “No estoy solo, y mi valor no depende de mis logros externos.”
  • Reafirma tu propósito de buscar la unión y la paz interior, más allá de la autocrítica.

Conflicto social o grupal

Situación: Hay desacuerdo en un grupo sobre una decisión importante.

Aplicación:

  • Propón que todos dediquen un momento a escuchar y reconocer la perspectiva de los demás.
  • Recuerda y comparte la idea de que “no hay diferencias que se interpongan entre los aspectos de la santidad”, buscando puntos en común.
  • Facilita el diálogo desde la empatía y la búsqueda de unidad, no desde la separación o competencia.

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