Capítulo 25
Introducción (1ª parte).
1. El Cristo en ti no habita en un cuerpo. 2Sin embargo, está en ti. 3De ello se deduce, por lo tanto, que no estás dentro de un cuerpo. 4Lo que se encuentra dentro de ti no puede estar afuera. 5Y es cierto que no puedes estar aparte de lo que constituye el centro mismo de tu vida. 6Lo que te da vida no puede estar alojado en la muerte, 7de la misma manera en que tú tampoco puedes estarlo. 8Cristo se encuentra dentro de un marco de santidad cuyo único propósito es permitir que Él se pueda poner de manifiesto ante aquellos que no le conocen y así llamarlos a que vengan a Él y lo vean allí donde antes creían estaban sus cuerpos. 9Sus cuerpos entonces desaparecerán, de modo que Su santidad pase a ser su marco.
La idea central de este pasaje es: Cristo no está en el cuerpo, sino en ti.
Este pasaje afirma que Cristo -la esencia divina, la luz, el amor perfecto- no habita en el cuerpo físico, sino en nuestro interior. Y como Cristo está en ti, tampoco estamos realmente en un cuerpo. Esto puede parecer extraño, pero en el contexto del Curso, significa que nuestra verdadera identidad es espiritual, no física.
Explicación paso a paso:
"El Cristo en ti no habita en un cuerpo": Cristo representa nuestro ser verdadero, nuestra conexión con Dios. No está limitado por lo físico.
"Está en ti”. "No estamos dentro de un cuerpo": Si Cristo está en ti y Él no está en el cuerpo, entonces nosotros tampoco estamos confinados al cuerpo. Esto sugiere que nuestra conciencia, nuestro ser real, trasciende lo físico.
"Lo que se encuentra dentro de ti no puede estar afuera". Lo divino en nosotros no puede estar separado de nosotros. No podemos estar fuera de lo que nos da vida: la fuente divina.
"Lo que nos da vida no puede estar alojado en la muerte". El cuerpo es mortal, pero la vida verdadera es eterna. No podemos estar contenidos en algo que muere, porque nuestra esencia es inmortal.
"Cristo se encuentra dentro de un marco de santidad...": Nuestro propósito es manifestar esa santidad, para que otros puedan ver a Cristo en nosotros. Al hacerlo, la percepción del cuerpo se desvanece, y lo que queda es la luz, la santidad.
¿Qué significa esto?
Este punto nos invita a reconocer nuestra identidad espiritual, más allá del cuerpo, del ego y del mundo físico. Nos recuerda que:
- No somos nuestro cuerpo, ni nuestros pensamientos pasajeros.
- Somos una extensión del Amor de Dios, y Cristo vive en nosotros.
- Nuestro propósito es mostrar esa luz, para que otros también la reconozcan en sí mismos.
Capítulos relacionados con el pasaje que estamos analizando:
Capítulo 6: Las lecciones del amor.
- Aquí se introduce la idea de que el Espíritu Santo es el mediador entre la percepción y el conocimiento, y que su propósito es reemplazar el miedo por el amor.
- Relación: Así como el capítulo 25 afirma que Cristo está en ti, el capítulo 6 enseña que el amor es tu estado natural, y que el cuerpo no puede contenerlo ni limitarlo.
Capítulo 11: Dios o el ego.
- Este capítulo profundiza en la elección entre la voz del ego y la Voz de Dios.
- Relación: El ego cree que eres un cuerpo, mientras que Dios sabe que eres espíritu eterno. El capítulo 25 refuerza esta idea al decir que Cristo no habita en el cuerpo, sino en ti.
Capítulo 15: El instante santo.
- Aquí se habla del instante santo como el momento en que eliges ver con los ojos del amor y no del juicio.
- Relación: El marco de santidad que menciona el capítulo 25 es el mismo que se activa en el instante santo: una percepción purificada donde ves a Cristo en ti y en los demás.
Capítulo 18: El final del sueño.
- Este capítulo trata sobre el despertar del sueño del ego, y cómo el cuerpo es solo un símbolo dentro de ese sueño.
- Relación: El capítulo 25 dice que los cuerpos desaparecerán cuando veas la santidad. Esto es parte del despertar: ver más allá de la forma hacia la verdad.
Capítulo 31: La visión final.
- El último capítulo del texto habla de la visión de Cristo como el objetivo final del aprendizaje.
- Relación: El capítulo 25 prepara el camino para esa visión, enseñando que Cristo está en ti, y que al reconocerlo, la percepción se transforma en conocimiento.
Reflexión integradora:
Todos estos capítulos apuntan a una misma verdad:
Tu identidad no está en el cuerpo, sino en el espíritu. Cristo vive en ti, y al reconocerlo, el mundo cambia.
Este reconocimiento no es intelectual, sino experiencial. Se cultiva a través del perdón, la práctica del instante santo y la entrega al Espíritu Santo.
Llevemos a la práctica el mensaje de este pasaje, sabiendo que nos invita a cambiar nuestra percepción de nosotros mismo y de los demás. Aquí tienes cómo podemos vivirlo día a día:
Reconoce que no eres tu cuerpo:
- Práctica: Cuando nos miremos al espejo o sintamos dolor físico, recordemos: “Esto no define quién soy. Mi ser verdadero es eterno, libre y lleno de luz.”
- Aplicación: No nos juzguemos por nuestra apariencia, edad o limitaciones físicas. Nuestro valor no depende de eso.
Ve más allá del cuerpo en los demás:
- Práctica: Cuando interactuemos con alguien, especialmente si nos cuesta relacionarnos con esa persona, decimos internamente: “Veo a Cristo en ti. Tu cuerpo no es lo que eres.”
- Aplicación: Esto transforma nuestras relaciones. En lugar de ver errores, vemos inocencia. En lugar de conflicto, vemos unidad.
Usa tu vida como un marco de santidad:
- Práctica: Hagamos de nuestro día una oportunidad para que otros vean paz, amor y compasión en nosotros. No por lo que hacemos, sino por cómo lo hacemos.
- Aplicación: Nuestra actitud, nuestra presencia, nuestra paz interior son el “marco” donde Cristo se manifiesta. No necesitamos predicar, solo ser.
Desapego de la forma:
- Práctica: Cuando algo nos moleste -una enfermedad, una pérdida, una crítica- recordemos: “Esto es parte del sueño. Mi realidad está en Dios.”
- Aplicación: Esto no significa ignorar el mundo, sino verlo con ojos más suaves, sin apego ni miedo.
Invita al instante santo:
- Práctica: En momentos de tensión, cerremos los ojos y digamos: “Espíritu Santo, ayúdame a ver esto como Tú lo ves.”
- Aplicación: Este cambio de percepción nos libera del juicio y nos conecta con la paz que ya está en nosotros.
Este fragmento no es solo una enseñanza espiritual abstracta. Es una invitación a vivir desde nuestro ser verdadero, a dejar de identificarnos con lo que cambia y a permitir que la luz de Cristo en nosotros sea lo que guíe nuestra vida.









