Ejemplo-Guía: "Nuestro hermano, no es nuestro enemigo, es nuestro maestro"
Si te resulta difícil aceptar esta afirmación, es porque estás eligiendo ver con los ojos del cuerpo.
Dios, nuestro Creador, nos ha dotado con los ojos de la mente para que podamos
ver la verdad: todos somos Uno, unidos por el lazo de la Mente que nos une al
Padre.
Es evidentes, al menos así nos lo argumenta el sistema de pensamiento del ego, que si nos identificamos con el cuerpo, veremos a nuestros hermanos como "enemigos". En esa visión estamos proyectando nuestro sentimiento de "culpabilidad" y la "ira" que sentimos por haber violado las leyes divinas y por haber “fallado” a nuestro Hacedor. Estos argumentos son erróneos, pero nosotros los hemos elevado a la creencia de pecado y se ha convertido en una pesada carga que nos impide ver la realidad de lo que somos.
A pesar de todos estos argumentos, el Espíritu Santo, utiliza la visión del cuerpo para que veamos en él una función que nos ha de permitir trascender las limitaciones físicas. Esta función es la comunicación. A través de la comunicación, podremos alcanzar a comprender que nuestras mentes se alimentan de una misma Fuente y tenemos la capacidad para elegir ver las cosas de otra manera.
Por ejemplo, podemos elegir sustituir el ataque y el miedo, por la dádiva y el
amor. Si no percibimos a nuestros hermanos como algo externo a nosotros, ni
como diferente a nuestro ser, aprenderemos a integrar lo que proyectamos como
valores que fluyen desde nuestro interior y que ellos reflejan, pues lo que
vemos en ellos, es lo que hemos proyectado. De este modo, lo de dentro y lo de
fuera, o lo que es lo mismo, nosotros y ellos, nos revela que somos uno.
Os propongo un ejercicio práctico. Elige un día y haz que ese día, tu visión vea en cada uno de tus hermanos con los que establezcas, cualquier tipo de relación, a tu maestro. Este maestro, tiene un único objetivo, revelarte, como si de un espejo se tratase, tus diferentes rostros internos. Cuando seas consciente de estos rostros, no los juzgues, no los condenes, acéptalos y perdónalos. De este modo te liberarás de ellos y dejarás de proyectarlos de manera inconsciente.
Reflexión: ¿Crees que podrás salvarte solo?
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