lunes, 12 de agosto de 2024

Capítulo 13. IX. La nube de culpabilidad (1ª parte).

 

IX. La nube de culpabilidad (1ª parte).

1. La culpabilidad sigue siendo lo único que oculta al Padre, pues la culpabilidad es el ataque que se comete contra Su Hijo. 2Los que se sienten culpables siempre condenan, y una vez que han conde­nado lo siguen haciendo, vinculando el futuro al pasado tal como estipula la ley del ego. 3Guardarle fidelidad a esta ley impide el paso de la luz, pues exige que se le guarde fidelidad a la oscuri­dad y prohíbe el despertar. 4Las leyes del ego son estrictas y cual­quier violación se castiga severamente. 5Por lo tanto, no obedezcas sus leyes, pues son las leyes del castigo. 6Y aquellos que las acatan creen que son culpables y, por lo tanto, no pueden sino condenar. 7Las leyes de Dios tienen que intervenir entre el futuro y el pasado para que puedas liberarte: 8La Expiación se alza entre ellos, como una lámpara que resplandece con tal fulgor, que la cadena de os­curidad a la que te ataste a ti mismo desaparece.

Si el ego, es fruto de la creencia en el pecado, y la culpa es consecuencia de dicha creencia, podemos decir, que el ego, el pecado y la culpa, forman parte de una secuencia, la cual se basa en el error de creer que nuestro pecaminoso nos llevó a despertar la ira de Dios y que tuvo como consecuencia, la expulsión del Paraíso Terrenal, donde Su Hijo gozaba del conocimiento.

La culpa demanda castigo, lo que se convierte en una de las leyes que gobiernan el sistema de pensamiento del ego. Cuando se analiza el sentimiento de culpa, se descubre en ella, el ataque que dirige el ego hacia sí mismo, y ese ataque responde a una simple razón, la ausencia de amor. El amor no ataca, sino une. 

La creencia en el pecado, está inscrita en el inconsciente colectivo de la humanidad. Ese sentimiento ancestral, nos mantiene prisioneros del pasado, el cual está condicionando tanto el presente, como el futuro. Por tal razón, perpetuar dicha creencia, nos mantiene atados las consecuencias desastrosas que se derivan de ello, experimentar el dolor y el sufrimiento, como actos de penitencia que nos redimirán del pesado lastre de la culpa.

Nos señala este punto, que Expiación se alza en la creencia del tiempo, como una lámpara que con su luz, nos permitirá entender la verdad, liberándonos de las ataduras que nos mantiene prisioneros del error y de la ilusión.

2. Librarse uno de la culpabilidad es lo que deshace completa­mente al ego. 2No hagas de nadie un ser temible, pues su culpabilidad es la tuya, y al obedecer las severas órdenes del ego, atraerás su condena sobre ti mismo no podrás escapar del castigo que él inflige a los que las obedecen. 3El ego premia la fidelidad que se le guarda con dolor, pues tener fe en él es dolor. 4la fe sólo se puede recompensar en función de la creencia en la que se depositó. 5La fe le infunde poder a la creencia, y dónde se deposita dicha fe es lo que determina la recompensa, 6pues la fe siempre se deposita en lo que se valora, y lo que valoras se te devuelve.

Decíamos en el punto anterior, que la Expiación, esto es, la corrección de la falsa creencia en la separación, nos liberará de la culpabilidad. Para reforzar esa corrección debemos depositar nuestra fe, nuestro deseo, en servir, exclusivamente, a la firma creencia de que somos el Hijo de Dios, impecables e inocentes, formando parte de la Filiación creada por Dios.

3. El mundo te puede dar únicamente lo que tú le diste, pues al no ser otra cosa que tu propia proyección, no tiene ningún signi­ficado aparte del que tú viste en él, y en el que depositaste tu fe. 2Sé fiel a la oscuridad y no podrás ver porque tu fe será recom­pensada tal corno la diste. 3Aceptarás tu tesoro, y si depositas tu fe en el pasado, el futuro será igual. 4Cualquier cosa que tienes en gran estima la consideras tuya. 5El poder que le otorgas al atri­buirle valor hace que sea así.

Este punto es especialmente aclaratorio, pues describe la razón por la cual, estamos sirviendo al ego y no a Dios, es decir, nos revela que el hecho de que nuestro sistema de pensamiento rinda pleitesía al ego, a la creencia en la separación, no es algo contravenido, ni impuesto, sino la consecuencia de haber elegido, desear ver la cosas de una manera especial, de una manera diferente a la realidad creada por Dios. Ello significa que en nuestro de"practicar" como dioses, elegimos hacerlo a nuestra manera, sin seguir la única ley con la que Dios creó el Mundo Verdadero, con Amor.

Si nuestra fe, sigue la estela del deseo de ser especial, de ser diferente a los demás, estará poniendo en circulación una creencia que retornará a su fuente, con la misma características con la que se emanó, es decir, recibiremos el efecto boomerang que nos hará receptores de aquello que hemos creado. Nuestras creaciones, nuestros hijos, nos verán especiales, separados, temerosos, y nos harán experimentar los efectos de dichos pensamientos, de tal modo, que nos sentiremos atacados, solos, perjudicados. Experimentaremos, el efecto de nuestro sistema de pensamiento.

4. La Expiación conlleva una re-evaluación de todo lo que tienes en gran estima, pues es el medio a través del cual el Espíritu Santo puede separar lo falso de lo verdadero, lo cual has acep­tado en tu mente sin hacer ninguna distinción entre ambos. 2No puedes, por lo tanto, valorar lo uno sin lo otro, y la culpabilidad se ha convertido en algo tan real para ti cómo la inocencia. 3Tú no crees que el Hijo de Dios es inocente porque ves el pasado, pero no lo ves a él. 4Cuando condenas a un hermano estás diciendo: "Yo que soy culpable elijo seguir siéndolo". 5Has negado su liber­tad, y al hacer eso, has negado el testigo de la tuya. 6Con igual facilidad podías haberlo liberado del pasado y haber eliminado de su mente la nube de culpabilidad que lo encadena a él. 7Y en su libertad habrías encontrado la tuya.

Si analizamos detenidamente la relación que nos une a los demás, no tendremos dificultad en descubrir, que solemos actuar guiados por un deseo de compensación inconsciente, por un deseo de llenar un vacío que tan solo se ha podido producir, por la ausencia y carencia de amor. Ello nos lleva a tener comportamientos compensatorios, que a veces nos sorprenden, que no sabríamos explicar las razones por las que lo hacemos, pero que forman parte de nuestra vida de relación.

Detrás de todas estas vivencias, se esconde un sentimiento de culpa, el cual se manifiesta como el sentimiento de tener un débito pendiente con esa persona.

Si como hemos visto en este apartado, vivimos la vida como una continuidad de nuestro pasado, es lógico pensar que, cuando nos relacionamos con los demás, experimentemos en ellos una llamada a subsanar el comportamiento pasado. No todas las experiencias de relación se sanan a través de una respuesta compensatoria. Es fácil encontrar relaciones que, en vez de sanar esa relación de causa y efecto, lo que hacen es abundar aún más en las causas que dieron origen a la necesidad de compensación. Esto es posible, cuando, decidimos servir a nuestro ego, con todo su bagaje de miedo, de especialismo, y con su claro y manifiesto deseo de atacar para salvaguardarse del miedo a su carencia y a su necesidad.

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