miércoles, 14 de agosto de 2024

Capítulo 13. X. Tu liberación de la culpabilidad (1ª parte).

X. Tu liberación de la culpabilidad (1ª parte).


1. Estás acostumbrado a la noción de que la mente puede ver la fuente del dolor donde ésta no está. 2El  dudoso servicio de tal desplazamiento es ocultar la verdadera fuente de la culpabilidad y mantener fuera de tu conciencia la percepción plena del que dicha noción es demente. 3El desplazamiento siempre se perpetúa mediante la ilusión de que la fuente de la culpabilidad, de la cual se desvía la atención, tiene que ser verdad, y no puede sino ser temible, o, de lo contrario, no habrías desplazado la culpabilidad hacia lo que creíste que era menos temible. 4Estás dispuesto, por consiguiente, a mirar toda clase de "fuentes", siempre y cuando no sea la fuente que yace más adentro con la que no guardan relación alguna.

En este primer punto, se nos revelan una serie de aspectos relativos al uso que hace el sistema de pensamiento del ego con relación a la culpabilidad. La mente cuando sirve al ego, lo hace bajo la creencia en la separación y ello propicia que el punto de mira se ponga en lo externo, es decir, elige proyectarse en el exterior desviando la fuente de donde emana la verdadera causa que le hace sentir el dolor que acompaña al sentimiento de culpa.

Para no soportar la pesada carga de la culpa, que le lleva a verse como un pecador, elige proyectarse en el exterior y corregir la culpa en la fuente equivocada, esto es, a través de sus relaciones con los demás.

2. Las ideas dementes no guardan ninguna relación real, pues por eso es por lo que son dementes. 2Ninguna relación real puede estar basada en la culpabilidad ni contener una sola mancha de culpabilidad que mancille su pureza. 3Pues todas las relaciones en las que la culpabilidad ha dejado impresa su huella se usan únicamente para evitar a la  persona y evadir la culpabilidad. 4¡Qué relaciones tan extrañas has entablado para apoyar este extraño propósito! 5te olvidaste de que las relaciones reales son santas, y de que no te puedes valer de ellas en absoluto. 6Son para el uso exclusivo del Espíritu Santo, y esto es lo que hace que sean puras. 7Si descargas tu culpabilidad sobre ellas, el Espíritu Santo no puede entonces usarlas. 8Pues al apropiarte para tus propios fines de lo que deberías haberle entregado a Él, Él no podrá valerse de ello para liberarte. 9Nadie que en cualquier forma que sea quiera unirse a otro para salvarse él solo, hallará la salvación en esa extraña relación. 10No es una relación que se comparta, y, por consiguiente, no es real.

Como bien recoge este punto, cuando las relaciones están basadas en el sentimiento de redimir la culpa, dichas relaciones no son reales, sino ilusorias, pues están sirviendo a la falsa creencia de que el Hijo de Dios es un pecador y un merecedor de sufrimiento, la única medicina capaz de redimir el sentimiento de culpa.

El modo en cómo elige el ego alcanzar la purificación de sus pecados, es a través del dolor.

Sin embargo, el único camino que ha de conducirnos a la salvación, nos lo dispensa el Espíritu Santo, inspirándonos establecer relaciones reales con los demás, esto es, relacionarnos desde la firme certeza de que formamos parte de la Filiación.

3.  En cualquier unión con un hermano en la que procures descar­gar tu culpabilidad sobre él, compartirla con él o percibir su culpabilidad, te sentirás culpable. 2No hallarás tampoco satisfacción ni paz con él porque tu unión con él no es real. 3Verás culpabilidad en esa relación porque tú mismo la sembraste en ella. 4Es inevita­ble que quienes experimentan culpabilidad traten de desplazarla, pues creen en ella. 5Sin embargo, aunque sufren, no buscan la causa de su sufrimiento dentro de sí mismos para así poder aban­donarla. 6No pueden saber que aman, ni pueden entender lo que es amar. 7Su mayor preocupación es percibir la fuente de la culpabilidad fuera de sí mismos, más allá de su propio control.

Hay un dicho en mi tierra, que reza de la siguiente manera: "lo que mal empieza, mal acaba". Si lo aplicamos a la enseñanza que estamos tratando, podremos comprender, que si la causa de la culpa es creer en el pecado, podemos tener por seguro, que los efectos que experimentaremos, serán acorde con esa creencia, es decir, serán dolorosos.

Si la creencia en la separación, nos ha llevado a creernos pecadores, estaremos apostando por ver pecado en nuestras relaciones, pues, desde la creencia en el pecado no podemos ver más que pecadores, y si aceptamos el dolor como la medicina que calmará nuestra culpa, infringiremos dolor en los demás, para liberarlos de su culpa

4. Cuando mantienes que eres culpable, pero que la fuente de tu culpabilidad reside en el pasado, no estás mirando en tu interior. 2El pasado no se encuentra en ti. 3Las extrañas ideas que asocias con él no tienen sentido en el presente. 4Dejas, no obstante, que se interpongan entre tú y tus hermanos, con quienes no entablas ver­daderas relaciones en absoluto. 5¿Cómo puedes esperar valerte de tus hermanos como un medio para solventar el pasado y al mismo tiempo verlos tal como realmente son?. 6Aquellos que se valen de sus hermanos para resolver problemas que no existen no pueden encontrar la salvación. 7No la quisiste en el pasado. 8¿Cómo pue­des esperar encontrarla ahora si impones tus vanos deseos en el presente?

El ego cree en el tiempo, pues su vía de percepción le aporta información en base a la transitoriedad y a la temporalidad. Esa percepción le lleva a defender que la causa de su dolor se encuentra en el pasado, pues identifica la fuente de su culpa en un acto que tuvo lugar en el pasado. 

Ambas creencias son erróneas, pues, el pasado no se encuentra en ninguna parte y menos, aún, en nosotros. 

Podemos elegir, vivir el pasado en nuestro presente, con lo cual estaríamos desechando la oportunidad de renacer de nuevo, de ver las cosas desde otro punto de vista, de dejar de juzgarnos y de juzgar a los demás de un estado temporal que ya no existe.

5. Resuélvete, por consiguiente, a dejar de ser como has sido. 2No te valgas de ninguna relación para aferrarte al pasado, sino que vuelve a nacer cada día con cada una de ellas. 3Un minuto, o incluso menos, será suficiente para que te liberes del pasado y le entregues tu mente a la Expiación en paz. 4Cuando les puedas dar la bienvenida a todos, tal como quisieras que tu Padre te la diese a ti, dejarás de ver culpabilidad en ti mismo. 5Pues habrás aceptado la Expiación, la cual seguía refulgiendo en tu interior mientras soñabas con la culpabilidad, si bien no la veías porque no buscabas dentro de ti.

Aceptar la Expiación, nos permitirá liberarnos de la culpa, pues habremos abierto nuestros ojos a la realidad y, lo que antes percibiamos transitorio y temporal, ahora lo haremos desde el ahora, el eterno presente, el único tiempo en el que la salvación es posible.

6. Mientras de algún modo creas que está justificado considerar a otro culpable, independientemente de lo que haya hecho, no bus­carás dentro de ti, donde siempre encontrarías la Expiación. 2A la culpabilidad no le llegará su fin mientras creas que está justifi­cada. 3Tienes que aprender, por lo tanto, que la culpabilidad es siempre demente y que no tiene razón de ser. 4El propósito del Espíritu Santo no es desvanecer la realidad. 5Si la culpabilidad fuese real, la Expiación no existiría. 6El propósito de la Expiación es desvanecer las ilusiones, no considerarlas reales y luego per­donarlas.

La culpa es un pensamiento erróneo, por lo que requiere ser tratada desde la Expiación, de modo que su luz disipe la oscuridad de donde emana dicho pensamiento.

7. El Espíritu Santo no conserva ilusiones en tu mente a fin de atemorizarte, ni te las enseña con miedo para mostrarte de lo que te ha salvado. 2Eso de lo que te ha salvado ha desaparecido. 3No le otorgues realidad a la culpabilidad ni veas razón alguna que la justifique. 4El Espíritu Santo hace lo que Dios quiere que haga, y eso es lo que siempre ha hecho. 5Ha visto la separación, pero sólo conoce la unión. 6Enseña a sanar, pero sabe también lo que es la creación. 7El Espíritu Santo quiere que veas y enseñes tal como Él lo hace, y a través de Él. 8No obstante, lo que Él sabe tú lo desco­noces aunque es tuyo.

Nos dice este punto, como si de un jeroglífico se tratase, que, lo que sabe El Espíritu Santo nosotros lo desconocemos aunque es nuestro. Entiendo que la respuesta es conocer la unión, pues al Ser la Filiación como Uno. Lo desconocemos porque estamos identificado con el sueño del ego, pero en verdad, es nuestro, porque es lo que somos. 

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