VI. Cómo escaparse del miedo (4ª parte).
5. Mira a tu hermano y ve en él lo opuesto a las leyes que parecen regir este mundo. 2Ve en su libertad la tuya propia, pues así es. 3No dejes que su deseo de ser especial nuble la verdad que mora en él, pues no te podrás escapar de ninguna ley de muerte a la que lo condenes. 4Y un solo pecado que veas en él será suficiente para manteneros a ambos en el infierno. 5Mas su perfecta impecabilidad* os liberará a ambos, pues la santidad es totalmente imparcial y sólo emite un juicio con respecto a todo lo que contempla. 6Y ese juicio no lo emite sola, sino a través de
Jesús nos invita a mirar a los demás más allá de sus errores, apariencias o deseos de ser especiales, y a reconocer en ellos una libertad y una santidad que también es nuestra. Nos recuerda que cuando juzgamos o condenamos a otra persona, en realidad nos estamos atando a nosotros mismos a esa misma condena, perpetuando el conflicto y la separación. Por el contrario, si elegimos ver la impecabilidad y el valor en los demás, nos liberamos juntos, porque la verdadera visión espiritual es imparcial y ve a todos como igualmente dignos y libres.
Además, el texto subraya que la visión correcta no proviene de nuestros propios juicios, sino de una Voz interior (la Voz de Dios o del Espíritu Santo) que reconoce la verdad y la unidad en todo lo que vive. Así, se nos anima a dejar de lado el deseo de ser especiales o diferentes, y a practicar una mirada compasiva y justa, que sana tanto a quien la ofrece como a quien la recibe.
En la vida diaria, esto significa que cada vez que elijamos perdonar, comprender o ver lo bueno en otra persona, no solo la liberas a ella de nuestros juicios, sino que también nos liberamos nosotros mismos del peso del resentimiento y el miedo. Es una invitación a practicar la igualdad, la compasión y la visión espiritual en todas nuestras relaciones.
Algunos ejemplos prácticos para aplicar el mensaje del texto “Mira a tu hermano y ve en él lo opuesto a las leyes que parecen regir este mundo...” en la vida diaria:
En la familia: Si un familiar comete un error o tiene una actitud que te molesta, en vez de juzgarlo o recordarle sus fallos, elige ver su valor y su capacidad de cambiar. Por ejemplo, si tu hijo suspende un examen, apóyalo y recuérdale sus logros anteriores, en vez de centrarte en el error.
En el trabajo: Si un compañero se equivoca o actúa de forma poco colaborativa, en vez de criticarlo o hablar mal de él, busca comprender su situación y ofrécele ayuda para mejorar. Así, contribuyes a un ambiente más positivo y colaborativo.
En la pareja: Si tienes una discusión, en vez de quedarte en el resentimiento o en lo que te separa, recuerda las cualidades y el amor que los une. Esto facilita el perdón y la reconciliación.
Con amigos: Si un amigo te decepciona, en vez de alejarte o guardar rencor, dale una oportunidad para explicarse y muestra comprensión. Así, fortaleces la amistad y te liberas del peso del juicio.
Contigo mismo: Si cometes un error, en vez de castigarte o pensar que no tienes remedio, reconoce tu valor y tu capacidad de aprender y mejorar. Trátate con la misma compasión que te gustaría recibir de los demás.

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