VI. La luz de la relación santa (4ª parte).
9. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? 2Extender el perdón es la función del Espíritu Santo. 3Deja eso en Sus manos. 4Ocúpate únicamente de entregarle aquello que se puede extender. 5No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para siempre. 6Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. 7El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. 8Los infundirá de todo el poder que Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de curación para todos. 9Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo. 10No te preocupes por las tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. 11Y deja que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que bendices a tu hermano.
El gesto de la gratitud bendice al receptor y al emisor, pues, como hemos dicho anteriormente, sus efectos producen la visión de la unidad. Agradecer y bendecir son el regalo que podemos ofrecer al Espíritu Santo para que lo extienda allí donde se necesi
10. De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo. 2Y es sólo la arrogancia lo que negaría el poder de tu voluntad. 3¿Crees acaso que
Al poner nuestra voluntad al servicio del deseo de ser especial, elegimos sustituir nuestra identidad eterna por una identidad pasajera. Dicha elección trascendió en una nueva percepción donde la unidad de las mentes fue alterada por la creencia en la separación. El conocimiento se olvidó y el sistema de pensamiento basado en la individualidad nos desconectó de la razón y de la verdad, cerrando nuestros ojos espirituales y abriendo los ojos del cuerpo.
La voluntad es nuestro poder creador, el cual ha sido heredado en nuestra condición de Hijo de Dios. Nuestra actual percepción errónea es consecuencia de un acto de nuestra voluntad, la cual se ha fijado como objetivo satisfacer el deseo de especialismo. Pero la arrogancia que exhibe la identidad egoica niega que el mundo que percibimos sea nuestra creación ilusoria y prefiere defender la creencia en un Dios vengativo que nos está castigando por haberle desobedecido.
11. ¿Quién puede atacar al Hijo de Dios y no atacar a su Padre? 2¿Cómo iba a ser el Hijo de Dios débil, frágil y fácil de destruir a menos que su Padre también lo fuese? 3¿No te das cuenta de que cada pecado y cada condenación que percibes y justificas es un ataque contra tu Padre? 4Por eso es por lo que el ataque no ha tenido lugar ni puede ser real. 5No te percatas de que ésa ha sido tu intención porque crees que el Padre y el Hijo están separados. 6Y no puedes sino pensar que están separados, debido al miedo. 7Pues parece menos arriesgado atacar a otro o atacarte a ti mismo que atacar al gran Creador del universo, Cuyo poder conoces.
Lo que Jesús nos aporta en este punto es muy interesante, pues nos advierte una cuestión de lógica que, al ser considerada y comprendida, nos permitirá reconocer que el ataque, en cualquiera de sus formas, tan sólo es posible en el mundo de la ilusión, pero imposible en el mundo real y verdadero. ¿Cuál es esta razón? Expresado con sencillez. Lo que forma una unidad no puede atacarse a sí mismo. Tan solo la creencia en la separación puede argumentar que el ataque es posible, pues los cuerpos así lo sufren o lo otorgan. Sin esos cuerpos, no sería posible.
12. Si fueses uno con Dios y reconocieses esa unidad, sabrías que Su poder te pertenece. 2Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque, de la clase que sea, tiene sentido. 3Ninguna clase de ataque está justificado porque no tiene sentido. 4De la única manera en que el ataque se podría justificar es si tú y tu hermano estuvieseis realmente separados el uno del otro, y todo el mundo estuviese separado del Creador. 5Pues sólo entonces sería posible atacar una parte de la creación sin atacarla a toda ella; atacar al Hijo sin atacar al Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro sufriese dolor. 6Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. 7Mas ¿dónde reside su valor, sino en el deseo de poder atacar impunemente? 8El ataque no es ni peligroso ni inocuo. 9Sencillamente es imposible. 10Y esto es así porque el universo es uno. 11No elegirías atacar su realidad si no fuese porque para poder verlo separado de su hacedor es esencial atacar. 12Y así parece como si el amor pudiese atacar y volverse temible.
Ver nuestra individualidad es consecuencia de nuestro deseo de ser especial y nos confirma que hemos elegido olvidarnos de nuestra condición espiritual y su condición esencial, la de uno con todo lo creado, pues formamos una unidad en la Mente de nuestro Creador.
La visión de la individualidad propicia la visión de cuerpos separados en los cuales proyectamos el contenido de nuestras creencias, las cuales están basadas en el miedo y en la ausencia de amor. El miedo que sentimos en nuestro interior nos lleva a encontrar un mecanismo de defensa para protegernos. De este modo, el ataque se convierte en nuestra mejor estrategia para preservarnos del ataque de los demás. El conflicto está servido y garantizado.
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