martes, 19 de agosto de 2025

Capítulo 22. VI. La luz de la relación santa (3ª parte).

VI. La luz de la relación santa (3ª parte).

6. Criatura de paz, la luz ha descendido sobre ti. 2No reconoces la luz que traes contigo, pero la recordarás. 3¿Quién podría negarse a sí mismo la visión que le brinda a los demás? 4¿Y quién dejaría de reconocer el regalo que, por mediación suya, él permitió que se depositase en el Cielo? 5El amoroso servicio que le prestas al Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. 6Tú que ahora eres Su medio tienes que amar todo lo que Él ama. 7Y lo que traes contigo es tu recuerdo de todo lo que es eterno. 8Ningún vestigio de lo temporal puede permanecer por mucho tiempo en la mente que sirve a lo intemporal. 9Y ninguna ilusión puede turbar la paz de una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.

Jesús reconoce una cualidad intrínseca de nuestra identidad, llamándonos criatura de paz. La paz forma parte de nuestra esencia divina. Es un estado del ser que forma parte de nuestra verdadera identidad espiritual. Ser consciente de esa condición, de que somos paz, nos llevará a expandirla a través de nuestra labor creadora.

La aplicación de la Expiación en nuestra mente nos pone al servicio del Espíritu Santo, de la razón, de la Mente Recta, y nos entregamos a Él en calidad de medio para que la verdad y el amor se extiendan eternamente.

7. Cuando hayas contemplado a tu hermano con absoluto per­dón, del que no se haya excluido ningún error ni nada se man­tenga oculto, ¿qué error podría haber en cualquier parte que tú no pudieses pasar por alto? 2¿Y qué tipo de sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte ver más allá de él? 3¿Y qué ilusión no ibas a reconocer como un error, como una sombra que puedes atravesar completamente impávido? 4Dios no permite que nada sea un obstáculo para aquellos que hacen Su Voluntad, y éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya porque la sirven. 5la sirven de buen grado. 6¿Podrían, entonces, demorarse mucho en recordar lo que son?

La transformación que nos ofrece el Espíritu Santo a través de la Expiación nos lleva a corregir la falsa creencia en la separación, en el pecado y en la culpa. Nuestra mente "dormida" nos permitirá percibir correctamente y abrirá nuestros ojos espirituales para permitirnos ver, desde la razón, que lo que considerábamos pecado tan sólo era un error y que todo error se corrige desde la misma fuente desde la que se originó, desde la mente.

No es el cuerpo el que tiene el poder para cometer errores, sino la mente, desde donde emanan los pensamientos y las creencias que son el origen de nuestras acciones.

Esa visión corregida se conoce como visión crística y su fortaleza y mayor regalo es el de sustituir el miedo por el amor y la separación por la unión.

8Verás tu valía a través de los ojos de tu hermano, y cada uno será liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde antes pensó que había un agresor. 2Mediante esta liberación se libera el mundo. 3Este es tu papel en la consecución de la paz. 4Pues has preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. 5No intentes cambiarla ni substituirla por ninguna otra. 6Pues ésa fue la única función que se te dio. 7Acepta sólo esta función y sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. 8Los concederá allí donde sean recibidos y se les dé la bienvenida. 9Utilizará cada uno de ellos en beneficio de la paz. 10Y ni la más leve sonrisa o la buena voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará desapercibida a Él.

La salvación es una conquista personal y estaremos preparados para salvar al mundo tan solo cuando hayamos logrado alcanzar esa conquista, es decir, cuando nos hayamos salvado a nosotros mismos. Nadie puede dar lo que no tiene.

Por lo tanto, tenemos en nuestras manos el poder para salvar el mundo. De igual modo, nuestra salvación necesita de la visión de nuestros hermanos, pues en la medida en que nos vean sus ojos, de este modo podremos tener una visión de nuestra valía. Si nuestra relación está basada en el sistema de pensamiento del ego, o lo que es lo mismo, si nuestra relación es especial, nuestros ojos, al verlo, lo percibirán erróneamente; esto es, lo identificaremos como un cuerpo separado de nosotros y portador de una naturaleza pecaminosa.

En cambio, cuando nuestros ojos ven la inocencia, la impecabilidad, reflejada en la expresión de los demás, será la señal de que hemos despertado a la verdad que somos y de que estamos preparados para establecer una relación santa con el mundo y de que estamos preparados para salvarlo.

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