Ejemplo-Guía: "Si la Voluntad de Dios es que seamos felices, ¿por qué sufrimos?
En la experiencia del "sueño" que creo estar experimentando, hago real el programa de ser padre. Digo esto porque pienso que la conciencia que se adquiere en dicho papel nos puede ayudar a comprender la razón por la cual la Voluntad de Dios es que seamos felices.
Os puedo asegurar que, en conciencia de ego, mi felicidad pasa porque mi hijo sea feliz. Es importante hacer esa apreciación "en conciencia de ego", pues con ello estoy revelando que he recordado que soy el soñador del sueño, lo que me permite expresar que tengo la libre elección de elegir qué sueño protagonizar. Más allá de esta reflexión, soy consciente de que mi felicidad no depende de la felicidad de mi hijo. La felicidad es un estado que acompaña a la visión de la verdad de lo que somos. Tener la certeza de que somos un ser espiritual, en plena comunión con nuestro Hacedor, tan solo nos conduce a la felicidad.
Sí, mi voluntad es que mi hijo sea feliz, pero debo recordar que también he protagonizado el papel de hijo, y ello me lleva a reconocer que, a pesar de la guía incondicional y desinteresada de mi padre para que sea feliz y no sufra, no siempre he seguido su orientación, pues he preferido elegir por mí mismo. Esa libre elección me ha llevado a experimentar dolor y sufrimiento y a reconocer que, de haber seguido la guía propuesta por mi padre, me hubiese evitado esa experiencia.
En verdad, lo que nos invita este ejemplo es a reflexionar sobre el "libre albedrío". Si Dios pudiese intervenir en nuestras erradas decisiones, esa expresión propia de la voluntad no se tendría. Podemos orientar, señalar el camino, pero no podemos andarlo por nadie. Desde esta visión, el error aparece como una oportunidad de elegir de nuevo. Pero no siempre es así, y en muchas ocasiones, cuando entendemos que hemos fallado, permitimos que la culpa ocupe nuestros pensamientos y emociones, llevándonos a condenarnos, privándonos así de la felicidad.
El Amor es el camino y Dios nos transmite Su Pensamiento desde la Fuente donde emana la esencia del Amor. Todos somos Hijos del Amor y cuando esa esencia es ocultada por nuestros miedos, somos testigos de comportamientos dementes. La observación de este tipo de comportamientos nos lleva a condenar al actor de ellos. Me pregunto qué pasaría si, en vez de condenarlo, lo perdonásemos. Me pregunto cómo me gustaría que me tratasen si en algún momento tengo un comportamiento reprochable. Todo acto que encuentre su causa en el miedo, la única manera de salvarlo es eligiendo una nueva causa; en este caso, la causa debe ser el Amor.
Aplicar lo que decimos en el mundo exige un paso previo: perdonarnos. No podemos dar lo que no tenemos. No podemos liberar o cambiar nada, si nos estamos condenando a nosotros mismos. La transformación empieza por nosotros mismos.
Reflexión: ¿La felicidad se puede imponer?
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