jueves, 9 de octubre de 2025

Capítulo 24. III. Cómo perdonar el deseo de ser especial (2ª parte).

 III. Cómo perdonar el deseo de ser especial (2ª parte).

3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos. 2La verdad no es algo frágil, 3y las ilusiones no pueden afectarla ni cambiarla en absoluto. 4Pero ser especial no es lo que es verdad acerca de ti. 5Pues cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. 6Lo que descansa sobre lo que no es nada jamás podrá ser estable. 7Por muy grande y desmesurado que parezca, se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.

El deseo de ser especial nos hace débiles y vulnerables, lo que sin duda se convierte en un obstáculo para lograr alcanzar la felicidad y la paz. 

Tómate tu tiempo y analiza cómo te sientes cuando tus expectativas, tus deseos, tus planes sufren un contratiempo que te impide satisfacerlos tal y como te imaginaste. Te estás viendo. Notas cómo la ira se apodera de tus pensamientos y la cólera envenena el aire que trata de salir por tu boca cuando intentas expresar la frustración que sientes. Percibes cómo una fuerza desmedida que permanecía dormida en tu interior se apodera de tu cuerpo y te insta a reaccionar ante la vivencia que tu mente te está mostrando. No entiendes nada y juzgas al mundo que te rodea condenándolo como la causa culpable de que tus deseos se hayan visto contrariados al no poder cumplir su objetivo. No aceptas lo ocurrido e intentarás forzar la situación en una demostración de que tienes el poder de cambiar las cosas. Tienes una cosa muy clara. El culpable pagará las consecuencias que se han desencadenado en tu vida y que te han hecho sufrir.

Lo que acabo de describir puede formar parte del guion de cualquier experiencia de nuestras vidas. La causa siempre es la misma: el deseo de ser especial, de creernos diferentes a los demás y, evidentemente, superiores. A pesar de ello, el efecto que ocasiona el deseo de ser especial siempre nos muestra nuestra debilidad y nuestra fragilidad, pues ponemos el logro de la felicidad y de la paz en manos de la ilusión, de lo que no es verdad. ¿Acaso lo efímero puede aportarnos un ápice de paz?

4. Sin cimientos nada es seguro. 2¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un estado en el que la seguridad no significase nada? 3¡De ninguna manera! aSu Hijo permanece a salvo, descansando en Él. 4Tu deseo de ser especial es lo que se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza, o simplemente vive. 5Nada está a salvo de su ataque, y ello no está a salvo de nada. 6Jamás habrá de perdonar, pues esto es lo que es: un voto secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que te opon­drás a Su Voluntad para siempre. 7No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante espada de muerte entre ellas, haciendo que sean enemigas.

¿Elegirías el deseo de ser especial como un cimiento sólido y seguro para levantar los pilares donde albergar tu hogar? Ya hemos visto, en el punto anterior, cómo el deseo de ser especial nos conduce a situaciones en las que la frustración por no conseguir nuestras expectativas nos hace sentir vulnerables y débiles, lo que alimentará aún más, si cabe, el deseo de ser superiores. Esta es la razón por la que el complejo de superioridad desencadena una profunda frustración. En realidad, lo que busca es deshacerse del sentimiento de debilidad que siente cuando se deja llevar por el deseo de ser especial.

El ego o la creencia en la separación basa sus estrategias en el ataque, pues de este modo intenta salvaguardar su seguridad y se protege del miedo de ser asimismo atacado y de su oculto sentimiento de debilidad y vulnerabilidad. Es lógico pensar que el mundo exterior refleje el contenido de su mente y todo cuanto perciba lleve el sello del ataque y del miedo.

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