viernes, 10 de octubre de 2025

Capítulo 24. III. Cómo perdonar el deseo de ser especial (3ª parte).

III. Cómo perdonar el deseo de ser especial (3ª parte).

5. Dios te pide que perdones. 2Él no quiere que la separación se interponga, como si de una voluntad ajena se tratase, entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya disponen para ti. 3Ambas son la misma voluntad, pues ninguna de ellas dispone ser especial. 4¿Cómo iban a poder disponer la muerte del amor mismo? 5Con todo, no pueden atacar a las ilusiones. 6No son cuerpos, y espe­ran como una sola Mente a que todas las ilusiones se traigan ante ellas y se dejen ahí. 7La salvación no desafía ni siquiera a la muerte. 8Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu volun­tad, no lo queda otro remedio que decir: "Hágase tu voluntad" porque tú crees que lo es.

En el Mundo de Dios, en nuestro verdadero Hogar, en el Cielo, no existe el perdón porque no es necesario perdonar. El Cielo es el reino de la unicidad y la fuerza del amor lo mantiene todo unido. Las Mentes son Una con Su Fuente. El Mundo de Dios es el reino de la Verdad. Todo lo que no se encuentre en dicho reino no existe, es fruto de la ilusión.

Por lo tanto, este mundo que percibimos no forma parte del Mundo de Dios, pues es una ilusión fabricada por la imaginación de la mente del Hijo de Dios, la cual tuvo lugar en un breve instante del tiempo, dando lugar a su inmediata corrección.

Jesús nos dice en este punto que Dios nos pide que perdonemos. ¿Estamos ante una contradicción en la enseñanza del Curso? Si en el mundo real, en el Mundo de Dios, no existe el perdón porque todo es amor, ¿cómo Dios nos pide que perdonemos si el mundo de la percepción no es real?

Como bien han interpretado aquellos estudiosos más avanzados de las enseñanzas del Curso, el mensaje que se recoge en el mismo contempla dos niveles. Uno lo hace desde el punto de vista metafísico en el que todo cuanto se expone trata de mostrarnos las Leyes del Mundo de Dios. El otro nivel se dirige al mundo de la ilusión, al mundo de la mente dual. La razón de que esto sea así responde al estado de conciencia con el que estamos identificados y que se asemeja al estado del sueño. Para poder despertar del sueño es preciso reconocer que estamos soñando y sobre todo que somos los soñadores del sueño. De este modo, alcanzado el despertar, al tener conocimiento del Mundo de Dios, sabremos que hemos recordado lo que somos y sabremos, igualmente, que nunca hemos sido diferentes a lo que siempre hemos sido: Hijos de Dios.

El perdón se convierte, en este mundo y en nuestro actual estado de consciencia, en la llave que nos abre las puertas del Cielo.

6. Perdona al gran Creador del universo -la Fuente de la vida, del amor y de la santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto- ­por tus ilusiones de ser especial. 2He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. 3Él no eligió eso para ti. 4No le pidas que entre ahí. 5El camino está cerrado al amor y a la salvación. 6Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás perdonado a Aquel Cuya Voluntad es que descanses para siem­pre en los brazos de la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. 7Perdona al Santísimo por no haber podido concederte el especialismo, que tú entonces inventaste.

El especialismo responde a la falsa visión de que Dios, el Creador, es especial. El hecho de que el Hijo de Dios fuese creado a Su imagen y semejanza no fue suficiente para satisfacer el deseo de ser especial. Podríamos pensar que hubiese sido suficiente el haber heredado las mismas cualidades que Su Padre; sin embargo, la fuerza del deseo nos indica que tal impulso respondía a la necesidad de cubrir un vacío que creyó tener, lo que le llevó a buscar la gloria en manos de la grandeza de "tener" y no de "Ser".

Ser contempla todo lo que se es. Tener contempla todo lo que se tiene. Desear contempla la necesidad de tener lo que no se tiene y negar la totalidad del Ser.

Ser, contempla el Amor Uno. Desear contempla tener lo que el otro tiene. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario