
¿Qué me enseña esta lección?
Reconozco que esta lección me ha fascinado. Ha sido totalmente reveladora.
En primer lugar, una confirmación esencial: Somos mente. Hemos sido creados a través de un Acto de Expansión de la Mente Creadora de Dios. Hemos sido creados del Amor. Libre de todo pecado.
El tiempo es una mera ilusión. Lo que llamamos experiencia supone el fin de una jornada que ya se estableció mentalmente. En el tiempo, tal y como lo experimenta el ego, el presente es el ahora. Sin embargo, en la Eternidad, lo que llamamos en el tiempo, “presente” es el pasado, pues, las decisiones que en él ahora experimentamos, ya fueron tomadas por nuestra mente.
Nada de cuanto vivimos en el mundo material responde al azar. Todo tiene su origen en la Mente.
Esto que estamos analizando, podemos entenderlo mejor
si lo comparamos a lo que sucede en el trabajo desempeñado por un arquitecto.
Su objetivo es construir un edificio. En primer lugar, elabora mentalmente una
idea de él. Lo ve en su mente. Esta idea despierta sus emociones y le aporta un
incentivo motivador o por el contrario la rechaza. Posteriormente, decide
plasmarlo en los planos. El edificio que ahora se traduce en una serie de
trazos y medidas, ya existe realmente, pero lo hace a nivel mental. Cuando
decidimos construirlo, la experiencia será la plasmación de lo elaborado
mentalmente.
La cuestión es, ¿dónde nace el edificio?
La mente puede servir al ego o al Espíritu. La identificación con el ego, nos lleva a identificarnos con la errónea creencia de que somos el cuerpo. En cambio, la identificación con el verdadero Ser, con el Espíritu, nos lleva a no dar valor al cuerpo y a ver en el otro la única Esencia Verdadera. Desde esa visión Todos Somos Uno. Somos Impecables y Eternos.
Cuando damos y compartimos esa Visión de inocencia e
impecabilidad, perdonamos al mundo y nos perdonamos a nosotros mismos.
Recibimos lo que hemos dado.
Ejemplo-Guía: "¿Cómo das al mundo?
La manera como afrontamos y vivimos la vida, tiene todo que ver con nuestra mente.
Cada gesto, cada comportamiento, cada acción, es el efecto, el resultado de nuestros pensamientos. Nuestra mente es el origen, la causa, de todo cuando experimentamos en el mundo de los efectos, en el mundo material. Con esta afirmación, se hace evidente de que tenemos que abandonar la práctica habitual de identificarnos con el papel de víctima y asumir la realidad de que somos los únicos causantes de todo cuanto nos ocurre.
Dar y recibir, expresa una unidad inseparable. Cada vez que emitimos un pensamiento, estamos emitiendo una energía, que al igual como una semilla, crecerá y dará sus frutos. Sembrar y cosechar, expresan una unidad inseparable.
Si todo es mente, si la causa de todo cuando vivimos encuentra su origen en el
pensamiento, es interesante plantearse a quién está sirviendo nuestra mente. Si
sirve al ego, los efectos, ya los conocemos, pues los experimentamos a diario:
la privación de la felicidad.
Si sirve al Espíritu, los efectos son semejantes a tener un sueño feliz, donde gozaremos de la experiencia de la Presencia de Dios, pues tendremos consciencia de ir de su mano.
Cuando damos, desde la perspectiva del ego, lo hacemos desde el temor de perder
lo que damos y esa es la razón por la que ponemos intereses a aquello que damos.
Este modo de dar, nos está indicando que
nuestra visión está plenamente identificada con el cuerpo y cuando percibimos a
nuestros hermanos, lo que vemos en ellos es una fuente de agresión de la que
debemos protegernos.
Cuando damos, desde la perspectiva del Espíritu, lo hacemos desde la confianza
y desde la certeza, de que aquello que damos con amor, lo recibiremos
multiplicado.
Este modo de dar, nos está indicando que
nuestra visión ya no percibe el cuerpo como nuestra identidad, sino que lo
trasciende, y en su lugar, ve la Luz propia del Ser Espiritual. Esta visión nos
lleva a ver en cada uno de nuestros hermanos la Presencia de Cristo.
Reflexión: ¿Eres Mente o eres un cuerpo?
Gracias, te reconozco como hijo de Dios, uno conmigo en santidad.
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