
Ejemplo-Guía: "Soy Dios en formación"
Sí, es una manera de expresarlo. Podría haber prescindido del término formación, pues, en verdad, soy el Hijo de Dios, por lo tanto, no puedo ser diferente al Ser que me ha creado.
El aplicar el término "formación" es una definición "apropiada" dentro del sueño. De esta manera, el sistema de pensamiento y creencias del ego, podrá entender, que nos encontramos en un proceso de aprendizaje donde la única lección que debemos aprender es la que nos lleva a recordar que somos el Hijo de Dios y que somos Uno con todo lo creado.
Cuando nuestro objetivo nos lleva a creer en un mundo diferente al de Dios, estamos haciendo real la ilusión. Nada puede existir en realidad si está fuera de la Mente de Dios. Todo lo que se encuentra en Su Mente es eterno y no está sujeto al cambio, esto es el sello de lo verdadero. Por lo tanto, el mundo que ha fabricado el Hijo de Dios y al cual le ha otorgado realidad, no es más que un mundo ilusorio y pasajero, pues está sujeto a las leyes del cambio y la temporalidad.
Fruto de las experiencias extraídas del mundo de la percepción, sabemos que todo en el mundo físico está sujeto a las leyes del cambio. El sistema de pensamiento del ego, acepta que todo cambia, que nada permanece en su estado original, incluido las malas experiencias. Algunos dichos o refranes, refrendan ese pensamiento: "No hay mal que por cien años dure", o, "siempre que llovió, escampó".
A pesar de ello, hacemos real lo vivido en el plano perceptivo. Hacemos que las
experiencias negativas pervivan en nuestra mente al darle valor al pasado,
cuando en realidad, el pasado, ya pasó, y, lo que ha pasado ya no es real.
Si nuestro objetivo es Dios, el tiempo deja de tener significado. Vivimos en el presente, una fase atemporal que nos permite vivenciar la eternidad. Si nuestro objetivo es Dios, nuestra visión intuye la verdad que encierra los ropajes físicos del cuerpo. Más allá de la densidad de la materia, vemos la poderosa fuerza del Espíritu. Más allá del pecado, vemos la inocencia. Más allá de la culpa, vemos la impecabilidad.
Si nuestro objetivo es Dios, elegimos el perdón como la única práctica empleada a cada instante; elegimos vivir en estado de paz permanente; elegimos expandir la esencia con la que hemos sido creados, la fuerza del Amor.
Reflexión: ¿Cómo perdonas?
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