viernes, 12 de septiembre de 2025

Capítulo 23. III. Salvación sin transigencias (1ª parte).

III. Salvación sin transigencias (1ª parte).

1. ¿No es cierto acaso que no reconoces algunas de las formas en que el ataque se puede manifestar? 2Si es cierto que el ataque en cualquiera de sus formas te hará daño, y que te hará tanto daño como lo harían cualquiera de las formas que sí reconoces, enton­ces se puede concluir que no siempre reconoces la fuente del dolor. 3Cualquier forma de ataque es igualmente destructiva. 4Su propósito es siempre el mismo. 5Su única intención es asesinar, y ¿qué forma de asesinato puede encubrir la inmensa culpabilidad y el terrible temor a ser castigado que el asesino no puede por menos que sentir? 6Puede que niegue ser un asesino y que justifi­que su infamia con sonrisas mientras la comete. 7Sin embargo, sufrirá y verá sus intenciones en pesadillas en las que las sonrisas habrán desaparecido, y en las que su propósito sale al encuentro de su horrorizada conciencia para seguir acosándolo. 8Pues nadie que piense en asesinar puede escaparse de la culpabilidad que dicho pensamiento conlleva. 9Si la intención del ataque es la muerte, ¿qué importa qué forma adopte?

El contenido de este punto refuerza una de las enseñanzas más reveladoras de este Curso. Tan sólo el Amor es verdad y real. De lo cual se deduce que la carencia de Amor, el miedo, es un pensamiento falso, ilusorio e irreal. Si nuestra razón nos lleva a esta certeza y comprendemos la trascendencia de la verdad revelada, estaremos en condiciones de aceptar, igualmente, como verdad, el hecho de que cualquier forma de ataque es ausencia de amor y a la vez, una ilusión.

Jesús nos comparte un mensaje que ha de ayudarnos a conocer la esencia del miedo y del ataque. Si nuestros pensamientos no son amorosos, entonces tan sólo pueden ser temerosos. El miedo siempre viene acompañado de su aliado el ataque. Por lo que podemos reconocer que la ausencia de amor en nuestra mente nos lleva a la percepción del dolor, la única respuesta que nos ofrece la elección de ver un mundo separado de la fuente del amor y de la unidad.

Elegir el amor es conocer nuestra verdadera identidad y es elegir vivir la paz y la felicidad. 

Desear ser especial pone nuestra mente al servicio del miedo y del ataque, lo cual nos lleva a percibir una realidad donde el dolor y el sufrimiento nos mostrarán el rostro amargo de la infelicidad.

2. ¿Podría cualquier forma de muerte, por muy hermosa y carita­tiva que parezca, ser una bendición y un signo de que la Voz que habla por Dios le está hablando a tu hermano a través de ti? 2La envoltura no hace el regalo. 3Una caja vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darla, sigue estando vacía. 4Y tanto el que la recibe como el que la da no podrán seguir enga­ñándose por mucho más tiempo. 5Niégale el perdón a tu hermano y lo estarás atacando. 6No le estarás dando nada y sólo recibirás de él lo que le diste.

Sabemos que el deseo de ser especial da lugar a la creencia de la separación. Si nuestra identidad está condicionada por aquello que creemos, podemos concretar que nuestra identidad es el fruto de lo que deseamos. 

Si nuestra mente sirve al deseo de ser especial, nuestra identidad será el resultado de ese deseo, el cual se concentra en la percepción del cuerpo físico. El hecho de que los cuerpos sean diferentes refuerza la falsa creencia de que estamos separados unos de otros. Dado que el deseo de ser especial sigue a su idea-fuente, esto es, al pensamiento de ser diferente a Dios, o lo que es lo mismo, a la negativa de utilizar el amor. Como hemos visto, la ausencia de amor en nuestros pensamientos nos lleva al miedo y al ataque. La consecuencia de todo ello ocasiona que los cuerpos se utilicen para atacar y para protegernos de nuestros miedos, lo que ocultará la verdadera fuente de dichas emociones, la mente.

3. La salvación no transige en absoluto. 2Transigir es aceptar sólo una parte de lo que quieres: tomar sólo un poco y renunciar al resto. La salvación no renuncia a nada. Se les concede a todos enteramente. 5Si permites que la idea de transigir invada tu pen­samiento, se pierde la conciencia del propósito de la salvación porque no se reconoce. 6Dicho propósito se niega cuando la idea de transigir se ha aceptado, pues es la creencia de que la salvación es imposible. 7La idea de transigir mantiene que puedes ata­car un poco, amar un poco, y ser consciente de la diferencia. 8De esta manera, pretende enseñar que un poco de lo mismo puede ser diferente, y, al mismo tiempo, permanecer intacto, cual uno solo. 9¿Tiene sentido esto? 10¿Es acaso comprensible?

La transigencia forma parte del sistema de pensamiento del ego, en el cual impera la dualidad. La verdad, en el mundo perceptivo del ego, se manifiesta de manera fragmentada; no lo hace formando parte de la unidad. Esta característica de la verdad es la evidencia más clara de que lo que llamamos verdad no lo es, pues si, como hemos dicho, tan sólo el Amor es verdad, y la característica principal del Amor es la Unidad, debemos deducir que la verdad es la expresión de la unidad. Por lo tanto, lo que el ego interpreta como verdad es tan sólo ilusión. 

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