sábado, 9 de septiembre de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 252

LECCIÓN 252

El Hijo de Dios es mi Identidad.

1. La santidad de mi Ser transciende todos los pensamientos de santidad que pueda concebir ahora. 2Su refulgente y perfecta pureza es mucho más brillante que cualquier luz que jamás haya contemplado. 3Su amor es ilimitado, y su intensidad es tal que abarca dentro de sí todas las cosas en la calma de una queda certeza. 4Su fortaleza no procede de los ardientes impulsos que hacen girar al mundo, sino del Amor ilimitado de Dios Mismo. 5¡Cuán alejado de este mundo debe estar mi Ser! aY, sin embargo, ¡cuán cerca de mí y de Dios!

2. Padre, Tú conoces mi verdadera Identidad. 2Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo, para que pueda despertar a la verdad en Ti, y saber que se me ha restituido el Cielo.

¿Qué me enseña esta lección?

Todos los días, al levantarme, el primero de mis pensamientos es de agradecimiento a Dios por concederme la luz necesaria para hacerme consciente de lo que Soy realmente. Para mí, es de vital importancia repetir este pensamiento cada día y tratar de mantenerlo vivo a lo largo del resto de la jornada, pues tengo la certeza de que la repetición irá calando profundamente hasta conseguir vivir el instante con plena consciencia de Dios en mí.

Soy consciente de las limitaciones y artimañas que utiliza el ego, para convencernos de que estamos perdiendo en tiempo en la búsqueda de una nueva identidad. Es comprensible de que esto sea así, pues el ego sabe que el despertar del sueño de la ilusión nos llevará a renunciar a seguir su control y hegemonía, lo que significa su no existencia.

¡Padre!, Soy tu santo Hijo. Hoy reclamo mi herencia. Qué mi voluntad sea hacer Tu Voluntad; qué mi amor sea expandir Tu Amor y qué mi pensamiento no tenga otro propósito que expresar la Unidad que emana de Tu Mente!
¡Qué así sea!

Ejemplo-Guía: "¿Quién es el Hijo de Dios?

Para muchos estudiantes, al principio, no les queda claro quién es el Hijo de Dios. ¿Es cristo el Hijo de Dios? ¿Somos nosotros el Hijo de Dios? 

No menos interesantes, son las dudas que nos plantea el acto pecaminoso imputado al Hijo de Dios y que se convierte en la piedra angular en la que se sustenta nuestro actual sistema de creencias.

Vamos a analizar algunos mensajes extraídos en el Texto con el propósito de arrojar luz sobre estas cuestiones.


"El Hijo de Dios incluye tanto al Padre como al Hijo porque es a la vez Padre e Hijo".



"Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensa­miento de Su Padre, mediante el cual fue creado".


Si el Hijo de Dios, es el fruto de Su Creación, una extensión de Su Mente -como nos lo expresa el Curso-, es lícito pensar que el Hijo incluya al Padre. Igualmente, lícito, es pensar que si Cristo es el Hijo de Dios, y el Hijo de Dios incluye tanto al Padre como al Hijo, Padre-Cristo-Hijo forman una Unidad inseparable.

Cada Hijo de Dios es uno en Cristo porque su ser está en Cristo, al igual como el de Cristo está en Dios. 

¿Un poco confuso? En apariencia, tan solo. La redacción del Curso, en ocasiones, da lugar a pensar que cuando se está haciendo alusión al Hijo de Dios y a Cristo, está refiriéndose a dos entidades separadas. Pero no es así. Cristo, es el Arquetipo -por utilizar un término simbólico- del Pensamiento Amoroso de Dios. El Hijo de Dios, creado de ese Pensamiento Amoroso, ha olvidado que lo es, mientras que ha dado lugar a un Pensamiento falso, que le ha llevado a creerse, ilusoriamente, pecador y como consecuencia de esa visión velada, como culpable de haber transgredido la confianza de Su Creador.

 No en vano el Curso nos advierte: "No te engañes con respecto al Hijo de Dios, pues, si lo haces, no podrás sino engañarte inevitablemente con respecto a ti mismo. Y al enga­ñarte con respecto ti mismo te engañarás con respecto a tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible".

El Hijo de Dios cree estar perdido en la culpabilidad, solo en un mundo tenebroso donde el dolor le acosa por todas partes desde el exterior. Cuando haya mirado en su interior y haya visto la radiante luz que allí se encuentra, recordará cuánto lo ama su Padre. Y le parecerá increíble que jamás hubiese podido pensar que su Padre no le amaba y que lo condenaba. En el momento en que nos demos cuenta de que la culpabilidad es una locura totalmente injustificada y sin ninguna razón de ser, no tendremos miedo de contemplar la Expiación y de aceptarla totalmente.

La traición que el Hijo de Dios cree haber cometido sólo tuvo lugar en ilusiones, y todos sus "pecados" no son sino el producto de su propia imaginación. Su realidad es eternamente inmacu­lada. El Hijo de Dios no necesita ser perdonado, sino despertado. En sus sueños se ha traicionado a sí mismo, a sus hermanos y a su Dios. Mas lo que tiene lugar en sueños no tiene lugar real­mente.

Un Curso de Milagros, nos revela: "El Espíritu Santo mantiene a salvo la visión de Cristo para cada Hijo de Dios que duerme. En Su visión el Hijo de Dios es per­fecto y Él anhela compartir Su visión contigo. El Espíritu Santo te mostrará el mundo real porque Dios te dio el Cielo. A través del Espíritu Santo, tu Padre exhorta a Su Hijo a recordar. El des­pertar de Su Hijo da comienzo cuando él empieza a invertir en el mundo real, lo cual le permite aprender a re-invertir en sí mismo. Pues la realidad es una con el Padre y con el Hijo, y el Espíritu Santo bendice el mundo real en Nombre de los Dos".
"Contempla al Hijo de Dios, observa su pureza y per­manece muy quedo. Contempla serenamente su san­tidad, y dale gracias a su Padre por el hecho de que la culpabilidad jamás haya dejado huella alguna en él.

Reflexión: La Verdad es que soy el Hijo de Dios.

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