
Ejemplo-Guía: "Lo que llamamos vida, en el mundo del sueño, ¿está programada?"
La lección es clara sobre este aspecto: "aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino". Ese "yo", no es ego, pues el ego o mente dividida, se percibe en el mundo de los efectos, en el mundo de las formas. La causa debemos buscarla en el origen, en el Principio, en lo Esencial, en lo Verdadero, en el Espíritu, en la Expansión de la Mente de Dios, en el Hijo de Dios.
Todo cuanto percibimos en este mundo, responde a la proyección manifestada por el Hijo de Dios, la cual ha dado lugar a la fabricación de un mundo ilusorio, irreal, al que hemos llamado mundo.
El sistema de pensamiento del ego no acepta el hecho de que el mundo que experimenta sea el resultado de la libre elección del Ser que niega. Para el ego, lo que no percibe a través de sus sentidos no es real. El Espíritu no es visible y por lo tanto lo niega.Si el Hijo de Dios elige ver un mundo separado al de Dios, el germen de la división, fruto de su visión errada, dará lugar a un escenario donde se proyecte el guión de la separación. El cuerpo es la manifestación visible de que la separación es real. En base a esa evidencia se sustenta un sistema de pensamiento que profundiza en la búsqueda de la individualidad.
¿Si el mundo que percibimos está diseñado por nuestro Ser, en respuesta a la fuerza motora de los deseos, que libertad tiene el ego para cambiar lo percibido?
La capacidad de elegir toma vida en el mundo dual, en el mundo del sueño. Mientras que, en el Cielo, la existencia es la Unidad, luego no procede la elección, en el mundo, la elección se convierte en una herramienta que ha de llevarnos a la percepción verdadera. Ver las cosas de otra manera; poner nuestra mente al servicio del Espíritu, son elecciones que pertenecen al mundo de la ilusión, pero que nos ayudan a recordar nuestra verdadera identidad.
La voluntad del Hijo de Dios, es favorecer ese despertar y para conseguirlo
tiene un magnífico asesor , el Espíritu Santo, la Voz que habla por Dios y que
a través de la Expiación ilumina nuestra mente para que alcance la percepción
verdadera.
El ego o mente dividida, tomará conciencia de que su libre albedrío se
encuentra limitado y a esta circunstancia la llamará destino. Se sentirá una
víctima de ese destino, olvidando que su procedencia, su identidad, responde a
su "fabricante", al Hijo de Dios. El ego y sus percepciones, incluida,
las especificaciones del cuerpo, es la fabricación del deseo emitido por su
hacedor, el Hijo de Dios.
En la medida en que se va produciendo el despertar del mundo ilusorio, en la
medida en que la percepción errada se transmuta a percepción verdadera, a
través de la Expiación, aprendemos que nuestro libre albedrío adquiere la
libertad de decidir cómo responder a las experiencias vividas, a nuestro
destino. Podemos hacerlo, desde el victimismo o podemos hacerlo desde la visión
de que somos los soñadores del sueño, es decir, de que somos los fabricantes de
nuestra ilusión. En este sentido, elegimos tener sueños felices o responder
felizmente a los sueños.
Reflexiones: Es imposible que me pase algo sin yo mismo haberlo pedido.
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