jueves, 22 de febrero de 2024

Capítulo 1. III. La Expiación y los milagros (1ª parte)

 III. La Expiación y los milagros


1. Yo estoy a cargo del proceso de Expiación, que emprendí para darle comienzo. 2Cuando le ofreces un milagro a cualquiera de mis hermanos, te lo ofreces a ti mismo y me lo ofreces a mí. 3La razón por la que te lo ofreces a ti mismo primero es porque yo no necesito milagros para mi propia Expiación, pero estoy detrás de ti por si fracasas temporalmente. 4Mi papel en la Expiación es can­celar todos los errores que de otro modo tú no podrías corregir. 5Cuando se te haya restituido la conciencia de tu estado original pasarás naturalmente a formar parte de la Expiación. 6A medida que compartas conmigo mi renuencia a aceptar error alguno en ti o en los demás, te unirás a la gran cruzada para corregirlos. Escu­cha mi voz, aprende a deshacerlos y haz todo lo necesario por corregirlos. 7Tienes el poder de obrar milagros. 8Yo proveeré las oportunidades para obrarlos, pero tú debes estar listo y dispuesto. 9El obrarlos trae consigo convicción en la capacidad, ya que la convicción llega con el logro. 10La capacidad es el potencial, el lograrlos es su expresión, y la Expiación -la profesión natural de los Hijos de Dios- es el propósito.

Debemos detenernos un momento y comprender la dimensión del mensaje que nos aporta Jesús, nada mas iniciar este punto. Nos revela, que es Él el que está a cargo del proceso de Expiación, el cual emprendió para darle comienzo. Estas palabras dan sentido al papel estelar que ha desempeñado con relación al proceso consciencial en el que la humanidad se encuentra.

El Texto del Curso nos dice más adelante, que “el principio de la Expiación estaba en vigor mucho antes de que ésta comenzara. El principio era el amor y la Expiación fue un acto de amor. Antes de la separación los actos eran innecesa­rios porque no existía la creencia en el tiempo ni en el espacio. Fue sólo después de la separación cuando se planearon la Expia­ción y las condiciones necesarias para su cumplimiento" (T-2.II.4:2-5).

La Expiación, aparece como el plan alternativo planeado por la Divinidad para garantizar que su Creación, Su Hijo, tuviese la oportunidad de encontrar el camino que le llevaría a recordar su verdadero y único origen. En verdad, decir que Dios contempla un plan alternativo no es totalmente correcto, pues es como si Dios tuviese la capacidad de ver el error, y no es así, pues su Creación es perfecta, a Imagen y Semejanza de su propia Perfección.

Una reflexión más profunda, nos llevará a entender que la Expiación siempre ha formado parte del Hijo de Dios, pues si el principio de la Expiación es amor, la Esencia con la que ha sido creado el Hijo de Dios, también es amor, por lo que diremos que la Expiación es Ser consciente de lo que Somos, de ser consciente del Amor.

Jesús, como bien nos dice, alcanzó ese nivel de consciencia y desde ese momento, se convierte en el camino que debemos recorrer para alcanzar esa misma meta. La conquista de Jesús, representa la activación consciente de la Expiación, ha estado siempre latente en el Hijo de Dios, en espera de ser recordada e integrada en la consciencia.

Los Evangelios nos narran la vida de Jesús y ponen especial énfasis en aquellas acciones que han de servirnos a título de ejemplo para alcanzar el Reino de los Cielos. Las vivencias de Jesús, nos están indicando que la Expiación es posible en el mundo físico y esto nos lo confirma UCDM, cuando nos dice que, "la Expiación se instituyó dentro de la creencia en el tiempo y en el espacio para fijar un límite a la necesidad de la creencia misma, y, en última instancia, para completar el aprendizaje. La Expiación es la lección final. El aprendizaje en sí, al igual que las aulas donde tiene lugar, es temporal" (T-2.II.5:1-3).

Los Textos Sagrados, entre ellos la Biblia, nos acercan unas enseñanzas donde el origen de la humanidad, con Adan y Eva como principales protagonistas, nos sitúa en un escenario idílico del cual fuimos expulsados como consecuencia de nuestro acto de desobediencia al Creador. Desde entonces, la creencia en el pecado, se ha convertido en el compañero de viaje del hombre y su influencia es tan poderosa y profunda, que aún en nuestros días, nuestros actos están condicionados por el peso de la culpa.

El mensaje Crístico personificado por Jesús se ha caracterizado por ser un mensaje de liberación de ese pasado ancestral y nos invita a cambiar de compañero de ruta y abandonar la creencia en el pecado y, en su lugar, adoptar la única visión real, la que nos inspira que somos seres impecables e inocentes, portadores de la esencia que nos hará libres de miedos y de culpas, la esencia del amor y del perdón.

Esta cualidad liberadora, esta característica de su enseñanza, se convierte en una de las aportaciones principales de la Expiación, pues es el medio a través del cual podemos  liberarnos del pasado a medida que avanzamos. La Expiación desvanece los erro­res que cometimos en el pasado, haciendo de este modo innecesario el que sigamos volviendo sobre nuestros pasos sin avanzar hacia nuestro retorno.

Jesús nos aporta un mensaje muy importante al final de este primer punto. Nos revela que tenemos la capacidad de obrar milagros. Cuando hemos estudiado los 50 Principios de los Milagros, hemos visto que los milagros son parte de una cadena eslabonada de perdón que, una vez completa, es la Expiación (P.25).
Igualmente, veíamos en el Principio 37, como el milagro es una corrección que Jesús introduce en el pensamiento falso, disolviendo la percepción errónea.

Pero no debe bastarnos con saber que tenemos la capacidad de obrar milagros. Lo verdaderamente importante es que sepamos que para poder hacerlo, es preciso que tengamos una conciencia interna de Cristo y de haber aceptado Su Expiación, o lo que es lo mismo, ya lo advertíamos anteriormente, que recordemos que somos el Hijo de Dios.

Finalizamos este punto recordando que el milagro se une a la Expiación cuando ponemos nuestra mente al servicio del Espíritu Santo. Si nos ponemos a sus servicios, si tenemos disposición, Él guiará nuestros pasos y llevará hasta nosotros la oportunidad en la que podremos compartir los milagros. En este sentido, el Curso nos indica:

"Los milagros son el medio a través del cual las mentes que sirven al Espíritu Santo se unen a mí para la salvación o liberación de todas las creaciones de Dios" (T-1.III.3:4).

"Yo soy el único que puede obrar milagros imparcialmente por­que yo soy la Expiación. Tú tienes un papel en la Expiación que yo te dictaré. Pregúntame qué milagros debes llevar a cabo. Ello te ahorrará esfuerzos innecesarios porque estarás actuando bajo comunicación directa. La naturaleza impersonal del milagro es una característica esencial del mismo, ya que me permite dirigir su aplicación, y bajo mi dirección los milagros conducen a la experiencia altamente personal de la revelación" (T-1:III.4:1-5).

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