martes, 23 de abril de 2024

Capítulo 7. XI. El estado de gracia.

 XI. El estado de gracia.

1. El Espíritu Santo siempre te guiará acertadamente porque tu dicha es la Suya. 2Eso es lo que Su Voluntad dispone para todos porque habla en representación del Reino de Dios, que no es otra cosa que dicha. 3Seguirle, por consiguiente, es la cosa más fácil del mundo, y lo único, que es fácil, ya que no es de este mundo. 4Por lo tanto, es algo natural. 5El mundo va en contra de tu natu­raleza, al estar en desacuerdo con las leyes de Dios. 6El mundo percibe grados de dificultad en todo. 7Eso se debe a que el ego no percibe nada como completamente deseable. 8Al demostrarte a ti mismo que no hay grados de dificultad en los milagros, te con­vencerás de que, en tu estado natural, no hay grados de dificul­tad en absoluto porque tu estado natural es un estado de gracia.

Desde el sistema de pensamiento del ego, la búsqueda de la eterna felicidad se convierte en uno de sus principales objetivos. Pero, su mayor frustración es precisamente entregarse a esa efímera búsqueda, pues en su mundo temporal, el concepto de la felicidad no se alcanza nunca. La felicidad se convierte en una búsqueda, pues se experimenta como una necesidad, como algo que no se tiene y que lo obtendremos desde el mundo exterior.

Seré feliz, cuando esté alimentado, cuando esté protegido, cuando me sienta realizado, cuando me sienta amado, cuando sea aceptado, cuando me encuentre sano, cuando experimente la abundancia, cuando... 

La felicidad, para el ego, no es un estado de gracia natural. Está sujeto a su creencia de que poseer, tener, atesorar, es el camino recto hacia la felicidad. Pero como adelantábamos, el mundo temporal no facilita ese estado de permanente plenitud, y el miedo a perder lo que hemos conseguido y nos hace feliz, nos priva de la deseada felicidad.

Este punto, nos recuerda que nuestra dicha, el estado de gracia, no debe ser una búsqueda externa, sino que debe ser un renovado estado de consciencia que nos lleve a tener la certeza de que somos Seres Espirituales cuyo estado natural es la Gracia. Somo Hijo de Dios y herederos de Su Grandeza. Tan sólo el uso de una voluntad al servicio de una Voluntad distinta a la de nuestro Creador, nos ha llevado a un estado de falsa creencia en la escasez y en la necesidad.

2. La gracia es el estado natural de todos los Hijos de Dios. 2Cuando no están en estado de gracia, están fuera de su medio ambiente, y, por lo tanto, no se desenvuelven bien. 3Todo lo que hacen les produce tensión porque no fueron creados para el medio ambiente que ellos mismos se han labrado. 4No pueden, por lo tanto, adaptarse a él, ni hacer que dicho ambiente se adapte a ellos. 5De nada sirve intentarlo. 6Un Hijo de Dios es feliz única­mente cuando sabe que está, con Dios. 7Ése es el único medio ambiente en el que no sufre tensión porque ahí es donde le corres­ponde estar. 8Es también el único medio ambiente que es digno de él porque su valía está más allá de cualquier cosa que él pueda inventar.

Este punto viene a confirmar lo que se ha expuesto en el anterior. El Mundo del Dios, es el ambiente natural de su Creación, la Filiación. La felicidad es real cuando nos unimos a Dios y compartimos su Voluntad: Amar.

3. Examina el reino que fabricaste y juzga su valor imparcialmente. 2¿Es acaso digno de ser la morada de una criatura de Dios? 3¿Protege tal mundo su paz e irradia amor sobre ella? 4¿Evita acaso que su corazón se vea afectado por el miedo, y le permite dar siempre sin experimentar ninguna sensación de pérdida? 5¿Le enseña que esa forma de dar es su dicha, y que Dios Mismo le agradece lo que da? 6Ése es el único ambiente en el que puedes ser feliz. 7Tú no lo puedes "crear", como tampoco puedes "crearte" a ti mismo. 8Fue creado para ti, tal como tú fuiste creado para él. 9Dios vela por Sus Hijos y no les niega nada. 10Mas cuando ellos lo niegan a Él, dejan de ser conscientes de eso porque se niegan todo a sí mismos. 11Tú, que podrías estar dando el Amor de Dios a todo lo que ves, a todo lo que tocas y a todo lo que recuerdas, estás literalmente negándote el Cielo a ti mismo.

El simple hecho de buscar la felicidad fuera de nosotros mismos, es un manifiesto evidente de que no nos vemos plenos y dichosos. En un intento de alcanzar esa meta tan codiciada, los medios que empleamos para ello, nos alejan cada vez más de alcanzarla. Nuestra visión de separación, ve en los otros, en los demás, obstáculos, enemigos, que compiten en su contra para privarles del gozo de alcanzar aquello que supuestamente ha de otorgarles la felicidad. Desde el miedo, sembramos y cosechamos miedo. Elegimos una senda larga y penosa para descubrir, que el camino elegido no nos llevará a la meta deseada.

El dolor y el sufrimiento que percibimos en este mundo, nos llevará a plantearnos lo acertado de nuestra elección. Cuando a lo largo de nuestro caminar, cansados de experimentar los frutos de nuestros miedos, abriremos los ojos para ver que la dicha, la verdadera fuente de la felicidad, siempre ha estado con nosotros, en nuestro interior. Es tan fácil como recordar lo que realmente somos: seres inocentes y puros, creados del Amor y portadores de la Plenitud de los Tesoros que nuestro Creador pone a nuestra disposición.

4. Te exhorto a recordar que te he escogido a ti para que le ense­ñes al Reino lo que es el Reino. 2Esta lección no admite excepcio­nes porque la falta de excepciones es la lección en sí. 3Cada Hijo que regresa al Reino con esta lección en su corazón ha sanado a la Filiación y ha dado gracias a Dios. 4Todo aquel que aprende esta lección se convierte en el maestro perfecto porque la ha apren­dido del Espíritu Santo.

¡Qué así sea! Manifiesto mi fidelidad a ese propósito y mi voluntad se pone al servicio de enseñar lo que es el Reino.

5. Cuando una mente contiene solamente luz, conoce solamente la luz. 2Su propia luminiscencia alumbra todo en su derredor, y se extiende hasta la penumbra de otras mentes, y las transforma en majestad. 3La Majestad de Dios se encuentra en ellas para que la reconozcas, la aprecies y la conozcas. La manera de aceptar tu herencia es reconociendo la Majestad de Dios en tu hermano. 5Dios sólo da de manera equitativa. 6Si reconoces Su don en cual­quiera, habrás reconocido lo que Él te ha dado a ti. 7Nada es más fácil de reconocer que la verdad, 8ya que es un reconocimiento inmediato, inequívoco y natural. 9Te has enseñado a ti mismo a no reconocerla, y esto ha sido muy difícil para ti.


La luz, al igual que la felicidad, no es un logro que se obtiene desde el exterior. La luz, al igual que la felicidad, es nuestro estado natural, pero hemos decidido dirigir nuestra voluntad hacia la oscuridad, fabricando una falsa realidad que nos mantiene prisioneros de las cadenas del miedo y el desamor.

Si la luz es nuestro estado natural, debemos tener la certeza de que esa luz se encuentra en todos nuestros hermanos, con los que formamos la Filiación. Ver la luz en nuestros hermanos es el único camino para expandir el Poder Creador con el que hemos sido dotados.

6. Al hallarte fuera de tu ambiente natural es muy posible que te preguntes:"¿Qué es la verdad?", toda vez que la verdad es el medio ambiente por el cual y para el cual fuiste creado. 2No te conoces a ti mismo porque no conoces a tu Creador. 3No conoces tus creaciones porque no conoces a tus hermanos, quienes las crearon junto contigo. 4He dicho que únicamente la Filiación en su totalidad es digna de ser co-creadora con Dios, ya que única­mente la Filiación en su totalidad puede crear como Él. 5Siempre que sanas a un hermano reconociendo su valía, estás recono­ciendo su poder para crear, así como el tuyo propio. 6Él no puede haber perdido lo que tú reconoces en él, y tú no puedes sino poseer la gloria que ves en él. 7Él es un co-creador con Dios al igual que tú. 8Niega su poder creativo, y estarás negando el tuyo y el de Dios, que te creó.       

Se refuerza en este punto la verdad que debemos expandir, si realmente queremos hacer la Voluntad de nuestro Padre. La luz, nuestro estado natural, se encuentra en todos y cada uno de los Seres que conforman la Filiación. Negar tal verdad, es el reconocimiento de que no conocemos a nuestro Creador y no creemos en nuestra identidad divina.

7. No puedes negar parte de la verdad. 2No conoces tus creacio­nes porque no conoces a su creador. No te conoces a ti mismo porque no conoces el tuyo. 4Tus creaciones no pueden establecer tu realidad, tal como tú tampoco puedes establecer la de Dios. 5Pero sí puedes conocer tu realidad y la de Dios. 6Al Ser se le conoce mediante el acto de compartirlo. 7Puesto que Dios com­partió su Ser contigo, Lo puedes conocer. 8Pero tienes también que conocer todo lo que Él creó, para saber lo que ellos han compartido. 9Sin tu Padre no podrás conocer tu propia paternidad. 10El Reino de Dios incluye a todos Sus Hijos y a los hijos de éstos, que son tan semejantes a los Hijos como éstos son semejantes al Padre. 11Conoce, entonces, a los Hijos de Dios, y habrás conocido a toda la creación.

Conociendo a los Hijos de Dios, conoceremos a toda la creación y conoceremos nuestra propia identidad y nuestras propias creaciones. Esta es la verdad que debemos conocer y dar cumplimiento.

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