miércoles, 3 de julio de 2024

Capítulo 12. VII. Introspección (2ª parte).

 VII. Introspección (2ª parte). 

8. Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más. 2La naturaleza contradictoria de los testigos que percibes es sencilla­mente el reflejo de tus invitaciones conflictivas. 3Has mirado en tu mente y has aceptado que en ella hay oposición al haberla buscado allí. 4Mas no creas entonces que los testigos de la oposi­ción son verdaderos, ya que ellos sólo dan testimonio de tu deci­sión acerca de la realidad, y te devuelven los mensajes que tú les diste. 5El amor, asimismo, se reconoce por sus mensajeros. 6Si manifiestas amor, sus mensajeros vendrán a ti porque los invi­taste. 

Si apuestas por el amor, te encontrarás a ti mismo, te reconocerás como el Hijo de Dios, y recordarás que tu función en la tierra es amar, perdonar, curar. 

9. El poder de decisión es la única libertad que te queda como prisionero de este mundo. 2Puedes decidir ver el mundo correc­tamente. 3Lo que hiciste de él no es su realidad, pues su realidad es sólo la que tú le confieres. 4No puedes realmente darle a nada ni a nadie nada que no sea amor, ni tampoco puedes realmente recibir de ellos nada que no sea amor. 5Si crees que has recibido cualquier otra cosa, es porque miraste dentro de ti y creíste haber visto ahí la capacidad de poder dar otra cosa. 6Esa decisión fue la que determinó lo que encontraste, pues fue la decisión que deter­minó lo que tenías que buscar. 

El poder de decisión, es el poder que hemos heredado de nuestro Creador. La Voluntad del Padre nos ha hecho libres. El empleo de la voluntad, por parte del Hijo de Dios, le permite utilizar la mente desde la libertad de elección. Todo acto de libertad, antes de manifestarse en forma de acción, es un pensamiento emanado desde la mente. Por lo tanto, el mundo que experimentemos, es el mundo al que le hemos otorgado la condición de nuestra realidad.

El pensamiento que no extienda el amor, dará lugar a una falsa realidad, pues el amor es eterno y lo irreal es temporal. 

10. Tienes miedo de mí porque miraste dentro de ti y lo que viste te dio miedo. 2Pero lo que viste no pudo haber sido la realidad, pues la realidad de tu mente es lo más bello de todas las creaciones de Dios. 3Puesto que procede únicamente de Dios, su poder y gran­deza sólo habrían podido brindarte paz, si realmente la hubieses contemplado. 4Si tienes miedo es porque viste algo que no estaba allí. 5Sin embargo, en ese mismo lugar pudiste haberme visto a mí y a todos tus hermanos, en la perfecta seguridad de la Mente que nos creó, a todos. 6Pues nos encontramos ahí, en la paz del Padre, cuya Voluntad es extender Su paz a través de ti. 

Si nuestros pensamientos están basados en el miedo, la razón de ello no es otra que el haber negado la verdadera visión del amor. El deseo se ser especial, nos llevó a contemplar un mundo separado del Creado por Dios, esto es, un mundo donde la individualidad sustituyó a la Unidad de la Filiación. Creer que podríamos tener pensamientos diferentes al de nuestro Creador, fue la decisión que nos llevó a la creencia de que nuestro ser podría tener una identidad propia. 

11. Cuando hayas aceptado tu misión de extender paz hallarás paz, pues al manifestarla la verás. 2Sus santos testigos te rodea­rán porque los invocaste, y ellos vendrán a ti. 3He oído tu llamada y la he contestado, pero no has querido verme ni oír la respuesta que buscabas. 4Ello se debe a que eso no es todavía lo único que deseas. 5Sin embargo, a medida que yo me haga más real para ti, te darás cuenta de que, en efecto, eso es lo único que deseas. 6Y cuando mires dentro de ti me verás, y juntos contem­plaremos el mundo real. 7A través de los ojos de Cristo, sólo el mundo real existe y es lo único que se puede ver. 8Tu decisión determinará lo que veas. 9Y lo que veas dará testimonio de tu decisión. 

Recordar nuestra verdadera identidad nos llevará a reconocer que somos Hijos del Amor. El mundo irreal inventado por el sistema de pensamiento del ego, es un mundo de sufrimiento. El miedo nos hace vulnerables al dolor y a la infelicidad.

Cuando busquemos la paz y dispongamos nuestra voluntad para extenderla, la hallaremos. 

12. Cuando mires dentro de ti y me veas, será porque habrás deci­dido manifestar la verdad. 2Y al manifestarla la verás tanto afuera como adentro. 3La verás afuera porque primero la viste adentro. 4Todo lo que ves afuera es el juicio de lo que viste dentro. 5Si es tu propio juicio, será erróneo, pues tu función no es juzgar. 6Si es el juicio del Espíritu Santo será correcto, pues Su función es juzgar. 7Tú compartes Su función sólo cuando juzgas tal como Él lo hace, sin juzgar nada por tu cuenta. 8Juzgarás contra ti mismo, pero Él juzgará a tu favor. 

El juicio del ego, separa, porque está inspirado en el miedo. El juicio del Espíritu Santo, une, porque está inspirado en el amor. 

13. Recuerda, pues, que cada vez que miras fuera de ti y no reaccionas favorablemente ante lo que ves, te has juzgado a ti mismo, como indigno y te has condenado a muerte. 2La pena de muerte es la meta final del ego porque está convencido de que eres un crimi­nal que merece la muerte, tal como Dios sabe que eres merecedor de la vida. 3La pena de muerte nunca abandona la mente del ego, pues eso es lo que siempre tiene reservado para ti al final. 4De­seando destruirte como expresión final de sus sentimientos hacia ti, te deja vivir solo para que esperes la muerte. 5Te atormentará mientras vivas, pero su odio no quedará saciado hasta que mue­ras, 6pues tu destrucción es el único fin que anhela, y el único fin que le dejará satisfecho. 

El sistema de pensamiento del ego, como ya hemos dicho, da lugar a un mundo de sufrimiento. Del miedo, tan solo puede surgir, la desdicha, y la infelicidad. El ego cree en el miedo, pues cuando se ve a sí mismo, reconoce su propia creencia en él. Todas sus leyes están basadas en el miedo y su identificación con el cuerpo, efímero y temporal, alimenta el mayor de sus miedos, el de la muerte. 

14. El ego no traiciona a Dios, a Quien es imposible traicionar. 2Pero te traiciona a ti que crees que has traicionado a tu Padre. 3Por eso es por lo que la erradicación de la culpabilidad es un aspecto esencial de las enseñanzas del Espíritu Santo. 4Pues mien­tras te sientas culpable estarás escuchando la voz del ego, la cual te dice que has traicionado a Dios y que, por lo tanto, mereces la muerte. 5Pensarás que la muerte procede de Dios, y no del ego, porque al confundirte a ti mismo con el ego, creerás que deseas la muerte. 6Y de lo que deseas, Dios no te puede salvar. 

El ego reafirma su realidad, su identidad, al exponer los argumentos que le ofrece su temporalidad. Nacer y morir, forman parte de su existencia y ello le lleva a fortalecer su sistema de pensamiento, con la creencia de lo que percibe.

Haciendo real su temporalidad, se enfrenta a Dios. Haciendo real su sufrimiento, pone a prueba la Gracia y la Bondad Divina, pues, cómo la personificación del Amor, puede permitir que su hijo sufra y padezca. De este modo, está negando al Creador, pues no le conoce.

El ego cree que ha traicionado a Dios, inventando un mundo distinto al Suyo, pero, en verdad, no es al Padre a quien ha traicionado, es imposible hacerlo, sino a sí mismo, a su propia decisión. 

15. Cuando te sientas tentado de sucumbir ante el deseo de la muerte, recuerda que yo no morí. 2Te darás cuenta de que esto es cierto cuando mires dentro de ti y me veas. 3¿Cómo iba yo a haber superado la muerte para mí solo? 4¿Y cómo iba a haberme dado el Padre vida eterna mí, a no ser que también te la hubiese dado a ti? 5Cuando aprendas ponerme de manifiesto jamás verás la muerte, 6pues habrás contemplado lo inmortal en ti mismo, y así, al contemplar un mundo que no puede morir, sólo verás lo eterno. 

Creer que somos un cuerpo, nos impedirá ver nuestra verdadera identidad. Ser un cuerpo es una ilusión de lo que somos. Nuestro verdadero Ser es Espiritual y es eterno. Esa visión, nos liberará de la muerte, y comprenderemos que la muerte es un falso pensamiento. 

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