viernes, 10 de junio de 2016

Cuento para Haziel: "El niño que quiso ser gigante"

¿Habéis oído hablar alguna vez de Uran, el niño que soñó con ser un gigante y que los Dioses le concedieron serlo? Pues, considérate afortunado ya que estoy en condiciones de contártelo, yo fui testigo de ello...


Todo comenzó aquella mañana, cuando Uran, un jovencito que apenas si levantaba dos palmos del suelo, llegó a su casa llorando y muy indignado. Su madre, que aún no le esperaba, se asustó al verlo, pues no era normal que volviese tan pronto del colegio.
  • ¿Qué te ocurre hijo? -le preguntó preocupada al ver su silencio-.
  • Les odio -contestó muy enfadado-. Sí, les odio, odio a todos mis compañeros y no quiero ir más a la escuela.
Sin duda, Uran estaba bastante rabioso. Su gran pena era no ser mayor para poder enfrentarse a ellos. Fue así como comenzó a soñar día tras día con querer ser un gigante.

Cuando llego el día de su cumpleaños, sus padres le preguntaron que deseaba de regalo, pero él les contestó que lo único que deseaba era ser un gigante.


Cuando se acercaba la navidad, Uran, pidió a los Reyes Magos que le permitiesen ser un gigante. Como veis, nuestro amigo estaba verdaderamente convencido de querer ser mayor que los demás para evitar que nadie, jamás, volviese a reírse de él.


Fue una noche mientras dormía, cuando ocurrió el milagro -al menos así se lo parecería a él-. Su espíritu tenía prisa por abandonar su cuerpo en aquel día, parecía que iba a llegar tarde a una cita, y así era, pues de repente una voz le dijo:
  • Llegas tarde como siempre. Tendrás que acostumbrar a tu cuerpo material a acostarse antes. Vamos sígueme, tenemos poco tiempo.
Uran no acababa de salir de su asombro, pues se sentía como flotando en una nube y la mayor sorpresa, se la llevó cuando al mirar hacia abajo vio su propio cuerpo dormido en la cama.
  • No, no te preocupes, no estás muerto, estás en el Mundo del Deseo. Aquí cualquier sueño podrás hacerlo realidad, y creo que tienes uno desde hace mucho tiempo, ¿verdad? -le dijo aquel misterioso ser-.
  • Sí, quisiera ser un gigante -contestó entusiasmado el joven-.
  • Pues hágase tu voluntad -ordenó el espíritu reluciente que le hablaba-.
De repente Uran vio como crecía y crecía. Era increíble, que hermosa sensación.
  • Tú mismo debes decidir, hasta donde deseas crecer -le aconsejo de nuevo aquella voz-.
  • Ya está bien -dijo el muchacho-.
Miro a sus pies y casi no se los veía. Estaba muy satisfecho, y decidió buscar a sus compañeros, deseaba darles una lección que no olvidarían. A su paso se cruzó con un misterioso enano y quiso divertirse un poco con él.
  • ¿Cómo lo llevas enano?
  • Me llamo Haziel, amigo -contestó dulcemente-.
  • Pues apártate de mi camino, si no quieres que te aplaste. ¡Ja, Ja, Ja! -reía con arrogancia Uran-.
Al tiempo que se burlaba de él, le dio un puntapié que le hizo rodar por el suelo. Se quedó mirándole en espera de ver su rostro crispado por la rabia, pero se llevó una buena sorpresa.
  • Lo siento señor, soy tan torpe que me he cruzado en su camino. Discúlpeme si le he hecho daño -dijo con humildad Haziel-.
  • Pero, ¿cómo puedes ser tan estúpido?, lo he hecho queriendo para avergonzarte -le dijo Uran-.
  • Pierdes el tiempo, pues si siete veces me pisaras, siete veces te perdonaré -contestó Haziel, al tiempo que iba creciendo en estatura-.
Con el recuerdo de esas palabras, el espíritu de Uran volvió a su cuerpo material despertándose. Había conseguido hacer realidad su sueño, pero de nada le había servido, pues aprendió que lo más importante no era la estatura de su cuerpo, sino la grandeza de su espíritu.


Desde entonces, Uran se dedicó a perdonar y comprobó como aquellos que un día se burlaban de él, dejaron de hacerlo.


Fin

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