jueves, 2 de junio de 2016

Cuento para Vehuiah: "Un gran record"

La carrera estaba a punto de comenzar. Los músculos de los atletas se encontraban en tensión, en espera tan solo de que el juez de la competición diese la salida.

Se trataba de la prueba más importante de aquellos campeonatos, y el público no quería perderse aquel espectáculo que tanta expectativa había despertado.

Todos esperaban ver una exhibición de poder. Entre los participantes se encontraban los mejores corredores de todas las provincias, y el ganador de aquella prueba representaría a su nación en los grandes juegos internacionales.

Con este propósito, el joven Vehuiah había estado trabajando muy duro en los últimos años. Todos sus esfuerzos tenían un único objetivo, llegar al equipo nacional. Y allí estaba, compitiendo entre los mejores. Se sentía orgulloso por todo lo que había conseguido. Estar en la final era importante, pero no lo suficiente, debía ganar.

La salida fue rápida. En pocos metros ya sacaba un cuerpo de ventaja al resto de los participantes. Aquello le dio más fuerza y sus pies perecían volar.

Qué cerca se encontraba ya de la meta. Tan solo un último esfuerzo y lo habría conseguido. Pero Vehuiah no contó con aquel imprevisto. Cuando tan solo le faltaban unos metros para cruzar la meta, su cuerpo perdió el equilibrio no pudiendo controlarlo. Fue un segundo lo que tardó en recuperar de nuevo la posición. Lo intentó, intentó ganar aquel maldito segundo, pero ya era demasiado tarde. La cinta de llegada se desvanecía ante su desesperada mirada. Vehuiah no pudo contener su rabia y su cuerpo exhausto y sin aliento rodó desvanecido por la pista. No sintió el más mínimo interés por evitar que esto sucediera.

Desde aquel día, el joven atleta no había recuperado la confianza en si mismo. Su férrea voluntad había desaparecido y se encontraba sumido en una profunda depresión que iba agotando todas sus energías.

Sentía tanta indignación, que cuando algo le contrariaba estallaba en cólera. Aquellos que tiempos atrás le habían seguido, ahora apenas si se atrevían a saludarle, le tenían miedo.

El tiempo fue pasando y Vehuiah cada vez se abandonaba más. No cuidaba su alimentación y se negaba a hacer deporte. Pero cierto día, un desafortunado accidente vino a cambiar una vez más su vida.

Como de costumbre, a esa hora de la mañana, Vehuiah aún se encontraba en cama. Desde su habitación y encontrándose adormilado, le pareció oír una voz que pedía auxilio. Llamado por la curiosidad se asomó a la ventana, y entonces la vio. Era su madre y se encontraba atrapada por una cortina de fuego.
  •  ¡Dios mío! -gritó-.
Sin ser muy consciente de lo que hacía, Vehuiah se calzó sus botines y salió corriendo. Sabía que la vida de su madre estaba en sus pies. No podía perder ni un solo segundo, pues competía, esta vez, contra el fuego.

El pueblo quedaba a unos cinco kilómetros y debía llegar a él, antes de que las llamas alcanzasen el lugar donde se encontraba su madre. Sus pies corrieron como jamás lo habían hecho antes. Si alguien le hubiese cronometrado seguro que habría batido un récord, pero aquello no le importaba lo más mínimo, tan solo una cosa puso alas a sus pies, el amor que sentía por su madre.

Vehuiah logró llegar a tiempo. Para todos, desde aquel día, el joven sería un héroe y durante mucho tiempo se comentaría aquella singular hazaña.

El joven atleta recuperó de nuevo su voluntad y comenzó a trabajar con especial ilusión. Muchos otros récords le aguardaban en su camino.

Fin

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