LECCIÓN 224
Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.
1.
Mi verdadera Identidad es tan invulnerable,
tan sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica
y libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine. 2Ella
ilumina también al mundo. 3Mi verdadera Identidad es el regalo que
mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo. 4No hay otro
regalo, salvo éste, que se puede dar o recibir. 5Mi verdadera
identidad y sólo Ella es la realidad. 6Es el final de las ilusiones.
7Es la verdad.
2.
Mi nombre, ¡oh Padre!, todavía te es conocido. 2Yo lo he
olvidado, y no sé adónde me
dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer. 3Recuérdamelo ahora,
Padre, pues estoy cansado del mundo
que veo. 4Revélame lo que Tú deseas que vea en
su lugar.
¿Qué me enseña esta
lección?
¿Cómo puedes pensar que en el mundo de las ilusiones, puedes encontrar la
verdad?
Para el ego, la verdad que le aporta una identidad, es el cuerpo. Esa es
la razón por la cual dedica tanto tiempo en desmenuzar, investigar, cada
partícula de ese organismo que le aporta la vida. Su incesante búsqueda ha dado
lugar a las leyes que postula la ciencia. Esa búsqueda aún no ha cesado, es
más, cada vez, con los nuevos descubrimientos, gana en intensidad. Pero, la
verdad que busca no la podrá encontrar en el cuerpo, pues la verdadera
realidad, nuestra única identidad, es que Somos Seres Espirituales.
Es importante tener esa certeza. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez,
qué es la verdad?
Toda búsqueda tiene que partir de un origen. Saber quién Somos es el
Principio sobre el que se sustenta toda Verdad. Si no sabemos quién somos,
¿cómo podremos dar respuesta a las cuestiones, de dónde, cómo y cuándo?
Cuando exclamamos ¡Yo Soy!, estamos realmente afirmando que Somos Hijos
de Dios; que hemos sido creados por Él, y que nuestro único objetivo es
desarrollar Su Propia Condición Divina, de la que Somos su legítimo heredero.
Ejemplo-Guía: "Estoy cansado del mundo que veo"
Cuando leí este párrafo de la Lección, no pude evitar expresar mentalmente un pensamiento de alivio. Tenía la sensación de que me había leído la mente. Sentí una profunda comunión con él. Sí, desde hace un tiempo acá, no dejo de rondar esa creencia: ¡estoy cansado del mundo que veo!
Ese pensamiento, tiene un desgaste en nuestras relaciones con el mundo, con las personas que nos rodean. No todo el mundo comparte ese pensamiento y muchos incluso emiten juicios condenatorios y desaprobatorios cuando compartimos ese sentir con ellos.
El cansancio es un estado muy característico del mundo de la percepción, muy diferente a cuando nos encontramos en comunión con el Espíritu, en el que solemos expresar que estamos "animados". Esto es así, pues la fuerza que impera en el mundo que percibimos es la de destrucción -lo irreal es temporal-, mientras que la fuerza que impera en la vibración espiritual es la de Atracción.
Sí, estoy cansado de dar significado al miedo, al odio, al rencor, a la envidia, al apego, a la ira, a la mentira, a la enfermedad, a la escasez, a la separación, al desamor, al egoísmo, a la infelicidad, al dolor, al castigo, a la culpa, a la rivalidad, al perder, al no tener...
Me imagino un mundo en el que amaneces compartiendo tus dones y tus talentos. No tienes miedo al compartir, no tienes temor a perder. Das lo que eres, sin esperar nada a cambio y aceptas aquello que otros de ofrecen desde su sincera entrega.
Imagino ese mundo, en el que cada acto de entrega nos anima y nos acerca a los demás en un sincero acto de gratitud, de generosidad. Respiramos y en cada gesto, damos y recibimos. No existe el miedo a la escasez, no existe el miedo a la separación, a la inseguridad.
Imagino esa vida llena de aceptación y entrega. No juzgo las vivencias con el ánimo de sentir culpa o culpables. Reconozco mis cosechas, pues reconozco lo sembrado. Y acepto. No hay malo. No hay bueno. Tan existe la voluntad y el deseo de vivir la vida.
Imagino un mundo sin tiempo. Un mundo que se hace en el presente, en el ahora. En ese mundo, soy el eterno instante y ese fluir se renueva en cada presencia del Ser y se expresar en un constante y continuo renacer.
Estoy cansado del mundo que veo, pues me muestra una ilusión de lo que soy.
Mi nombre, mi identidad, es Espíritu. ¡Padre!, ayúdame a recordarlo.
Reflexión: No soy un cuerpo. Soy el Hijo de Dios.
Ejemplo-Guía: "Estoy cansado del mundo que veo"
Cuando leí este párrafo de la Lección, no pude evitar expresar mentalmente un pensamiento de alivio. Tenía la sensación de que me había leído la mente. Sentí una profunda comunión con él. Sí, desde hace un tiempo acá, no dejo de rondar esa creencia: ¡estoy cansado del mundo que veo!
Ese pensamiento, tiene un desgaste en nuestras relaciones con el mundo, con las personas que nos rodean. No todo el mundo comparte ese pensamiento y muchos incluso emiten juicios condenatorios y desaprobatorios cuando compartimos ese sentir con ellos.
El cansancio es un estado muy característico del mundo de la percepción, muy diferente a cuando nos encontramos en comunión con el Espíritu, en el que solemos expresar que estamos "animados". Esto es así, pues la fuerza que impera en el mundo que percibimos es la de destrucción -lo irreal es temporal-, mientras que la fuerza que impera en la vibración espiritual es la de Atracción.
Sí, estoy cansado de dar significado al miedo, al odio, al rencor, a la envidia, al apego, a la ira, a la mentira, a la enfermedad, a la escasez, a la separación, al desamor, al egoísmo, a la infelicidad, al dolor, al castigo, a la culpa, a la rivalidad, al perder, al no tener...
Me imagino un mundo en el que amaneces compartiendo tus dones y tus talentos. No tienes miedo al compartir, no tienes temor a perder. Das lo que eres, sin esperar nada a cambio y aceptas aquello que otros de ofrecen desde su sincera entrega.
Imagino ese mundo, en el que cada acto de entrega nos anima y nos acerca a los demás en un sincero acto de gratitud, de generosidad. Respiramos y en cada gesto, damos y recibimos. No existe el miedo a la escasez, no existe el miedo a la separación, a la inseguridad.
Imagino esa vida llena de aceptación y entrega. No juzgo las vivencias con el ánimo de sentir culpa o culpables. Reconozco mis cosechas, pues reconozco lo sembrado. Y acepto. No hay malo. No hay bueno. Tan existe la voluntad y el deseo de vivir la vida.
Imagino un mundo sin tiempo. Un mundo que se hace en el presente, en el ahora. En ese mundo, soy el eterno instante y ese fluir se renueva en cada presencia del Ser y se expresar en un constante y continuo renacer.
Estoy cansado del mundo que veo, pues me muestra una ilusión de lo que soy.
Mi nombre, mi identidad, es Espíritu. ¡Padre!, ayúdame a recordarlo.
Reflexión: No soy un cuerpo. Soy el Hijo de Dios.
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