lunes, 14 de agosto de 2023

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 226

LECCIÓN 226

Mi hogar me aguarda. Me apresuraré a llegar a él.

1. Puedo abandoJnar este mundo completamente, si así lo decido. 2No mediante la muerte, sino mediante un cambio de parecer con respecto al propósito del mundo. 3Si creo que tal como lo veo ahora tiene valor, así seguirá siendo para mí. 4Mas si tal como lo contemplo no veo nada de valor en él, ni nada que desee poseer, ni ninguna meta que anhele alcanzar, entonces ese mundo se ale­jará de mí. 5Pues no habré intentado reemplazar la verdad con ilusiones.

2. Padre, mi hogar aguarda mi feliz retorno. 2Tus Brazos están abiertos y oigo Tu Voz. 3¿Qué necesidad tengo de prolongar mi estadía en un lugar de vanos deseos y de sueños frustrados cuando con tanta facilidad puedo alcanzar el Cielo?

¿Qué me enseña esta lección?

Puedo estar en el mundo y no pertenecer a él.

De hecho, esa es la única realidad a la que debemos prestar atención.

El error que hay que corregir, es la creencia de que nuestra identidad está depositada en el cuerpo físico, otorgándole plenos poderes para dirigir nuestras vidas.

Una vez que tomamos consciencia de que el cuerpo sirve a la mente y al Espíritu, podemos utilizar ese vehículo para comunicar las Enseñanzas del Padre. Nuestro comportamiento en el mundo físico es una oportunidad para dar testimonio de los valores que somos portadores.

Ver en nuestros hermanos el rostro de la Divinidad, nos llevará a amar en vez de atacar; a perdonar en vez de culpar.

No creer en el mundo físico, en sus leyes, nos liberará de la prisión de la ilusión, del padecimiento, de la culpa, del miedo, del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad.

La única Ley que debe imperar en el Universo, es la Ley del Amor.

Ejemplo-Guía: "Si vivo la vida sin anhelos, la viviré desde la apatía"

Es el planteamiento que muchos estudiantes, al leer esta Lección, se hacen. Si nada en este mundo tiene valor, ni significado, si no debemos anhelar metas, ¿cómo debemos vivir? 

Este cambio de creencias, de paradigma, identificado como el "no ser", viene acompañado de un profundo miedo. Ese miedo, es la principal credencial del ego. El único referente del ego, es el cuerpo y su escenario natural, el mundo físico. Si dicho mundo no tiene significado, si deja de ser la fuente que alimenta nuestros deseos y sacia la sed de nuestros anhelos, es lógico que se produzca la ilusión del miedo, pues sería mirar de frente la realidad de lo que somos y comprobar que hemos estado identificados erróneamente con una realidad ilusoria.

Pero el "no ser", es la única vía que nos conduce al "Ser". Si entendemos lo que esto significa, entenderemos igualmente, que podemos vivir en la verdadera plenitud, lo más alejado de la apatía, a pesar de no experimentar la ilusión del anhelo, del deseo.

Todos sabemos, a esta altura del camino, lo que significa para el ego el concepto ser. Para el ego, en verdad, dicho concepto no existe si no va acompañado de otros verbos, como tener, poseer, guardar, etc. Para el ego, definir el concepto "ser" es testimoniar de sus pertenencias: soy un cuerpo, alto, bajo; hermoso o grotesco; débil o fuerte; ágil o torpe; enfermo o saludable. Igualmente, testimoniar de sus habilidades, de su formación: soy inteligente o imbécil; soy loco o cuerdo; soy ingeniero o basurero. O testimoniar de sus posesiones: soy abundante o escaso; rico o pobre.

¿Cómo podemos vivir en este mundo, sin marcarnos metas y no ser víctima de la apatía?

La apatía, al igual como otros estados anímicos, como la soledad, son expresiones que proceden de los profundos miedos propios del ego. La apatía, en el sentido en el que la estamos utilizando, es el resultado inevitable de no utilizar la fuerza del deseo para conquistar metas en el mundo físico. Si prestamos atención a las diferentes fases que sigue el proceso de anhelar una meta hasta conseguirla, nos sorprenderá reconocer, que mientras que el proceso de conquista se lleva a cabo, nos sentimos contagiado de alegría, de emociones que nos agradan. Pero una vez que se ha conquistado la meta y el anhelo desaparece, en muchas ocasiones hace uso de presencia la apatía, pues aquello que hemos conquistado ha dejado de interesarnos. Esta dinámica es propia del mundo físico. La temporalidad y los cambios permanentes, no van acorde con el modo en que el ego concibe la búsqueda de la felicidad. La ley de alternancia propia del mundo físico hace imposible el mantener una felicidad permanente. De este modo, el anhelo da paso a la apatía, como si se tratase de los dos polos de un mismo eje.

¿Y si cambiamos la fuerza del deseo por la del amor? Muchas veces pensamos que cuando estamos amando, estamos deseando. Nada más lejos de la realidad. El deseo separa y el amor une. El deseo pide ser satisfecho, el amor, satisface. Podemos estar realizando cualquier cosa, pues tenemos el deseo de hacerlo y no amar lo que hacemos, pues lo único que pretendemos es ver satisfecha nuestra necesidad. En este sentido, el deseo es una fuente de necesidad, mientras que el amor es una fuente de abundancia.

Dicho esto, no interpretemos que no tener metas significa no amar lo que hacemos, todo lo contrario, el no tener deseos, favorece la aparición del amor, la única fuerza que tiene la capacidad de hacer que la felicidad sea una experiencia permanente.

Si siento el deseo de ser médico, ingeniero, agente de bolsa o albañil, para evitar que ese deseo nos conduzca finalmente a la apatía, a la desilusión, a la infelicidad, es llenando ese deseo de amor. Cuando hacemos esto, lo que en verdad estamos haciendo es compartiendo nuestros dones y talentos.

Cuando amas lo que haces, o lo que es lo mismo, cuando el amor se convierte en nuestra identidad, el hecho de que seamos médico o albañil; seamos ricos o pobres; guapos o grotescos, no será motivo para que dejemos de sentirnos felices. En verdad, es imposible que el amor juzgue la vida en términos de dualidad, pues el Amor es la condición esencial del Ser.

Reflexión: Vivir en este mundo, sin quedar apegado a él.

1 comentario: