jueves, 11 de diciembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 345

LECCIÓN 345

Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.

1. Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. 2cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor es universal. 3Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. 4Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. 5Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. 6Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. 7Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero per­dón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.

2. Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. 2La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. 3Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido.


¿Qué me enseña esta lección? 

El mejor regalo que puedo compartir con mis hermanos es la visión de la inocencia. En esa visión, va implícito el acto del perdón, el más elevado gesto de amor que podemos experimentar en el plano material.

Al reconocer la inocencia en los demás, ofrezco mi propia impecabilidad, lo que favorecerá recibir a cambio una respuesta libre de juicios y condenas.

Es la Ley del Amor: recibimos lo que damos. 

La visión de la Inocencia hace posible el estado de conciencia de unión con nuestro Creador. Es imposible sentirse culpable y ser uno con Dios, pues el propio sentimiento de culpa nos priva de esa visión. La culpa es el efecto, la consecuencia de sentirnos pecadores, y el pecado es una fabricación, una creencia errónea de que estamos separados de Dios.

Ser inocentes nos permite disfrutar de la paz de Dios. En ese estado de calma, que es nuestra condición natural, podemos compartirla con quienes nos rodean, y el resultado que lograremos será un verdadero milagro.

Cuando dejamos de disfrutar de ese estado y nos dejamos arrastrar por los conflictos y problemas del mundo material, perdemos la capacidad de compartir nuestra luz, pues caemos en un momento de oscuridad. Esa identificación de la mente nos impide dar testimonio del amor, el poder del milagro, y al no poder ofrecerlo, tampoco podremos disfrutar de la experiencia de recibirlo.

Si queremos recibir el regalo que acompaña al acto de amar, debemos estar en paz con nosotros mismos; es decir, debemos sentirnos parte una con Dios y con Su Hijo, la Filiación Divina, de la que formamos parte.

Amén.

Ejemplo-Guía: "No podemos recibir lo que no damos y no podemos dar lo que no tenemos".

Parece un juego de palabras, pero si reflexionamos sobre su mensaje, descubriremos que no es posible dar si no tenemos, lo que significa que partimos desde el inicio, desde la condición de tener. Pero ese "tener", cuando lo vemos con los ojos del espíritu, con la Visión Crística y con la Mente Recta, está revelando el estado innato del Ser.

Dios es Eternidad y es Presencia. Dios está, por lo tanto, en todo lo que vemos. Dios Es. 

El Hijo de Dios, creado a Su Imagen y Semejanza, adquiere esa misma condición, por lo que podemos decir que somos dioses en potencia; luego somos Eternidad y Presencia. El Hijo de Dios, Es.

En esa afirmación va implícita la idea de que tanto Dios como Su Creación, el Hijo de Dios, son expresiones de Abundancia, de Plenitud. Es desde este sentido que podemos afirmar que el Hijo de Dios lo es Todo.

Si no fuera así, no podría dar nada. Pero siendo Todo, puede darlo Todo. La falta de conciencia de lo que realmente somos y la identificación con el mundo de la ilusión cambian las leyes del Amor por las leyes del miedo, lo que significa que nos creemos seres escasos y necesitados. Desde esta visión limitada y errónea, albergamos la creencia de que perdemos cuando damos. Para no perder, y defender lo que tenemos, atacamos.

Ayer, tuve ocasión de ver una película de ciencia ficción, titulada "In Time", cuyo guión nos enseña mucho sobre la dinámica de dar-recibir. No me voy a extender en ello, pero os aconsejo que la veáis; os gustará.

El dar favorece el recibir, lo que significa que cada vez que damos, ese impulso basado en la ley del amor despierta nuestra adormecida conciencia y nos revela el milagro de que somos seres inocentes, invulnerables a cualquier ataque procedente del mundo material. La base de esta afirmación se sustenta con la verdad de que no somos el cuerpo con el que estamos identificados.

Reflexión:  Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo.

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