VIII. La visión de la impecabilidad (1ª parte).
1. Al principio, la visión te llegará en forma de atisbos, pero eso bastará para mostrarte lo que se te concede a ti que ves a tu hermano libre de pecado. 2La verdad se restituye en ti al tú desearla, tal como la perdiste al desear otra cosa. 3Abre las puertas del santo lugar que cerraste al haber valorado ésa "otra cosa", y lo que nunca estuvo perdido regresará calladamente. 4Ha sido salvaguardado para ti. 5La visión no sería necesaria si no se hubiese concebido la idea de juzgar. 6Desea ahora que ésta sea eliminada completamente y así se hará.
La visión de la luz, de lo que realmente somos, nos llegará en forma de atisbos y ello significará que hemos cambiado el modo de ver las cosas. Allí donde antes todo era oscuridad, la luz comienza a disipar las tinieblas. Allí donde antes veíamos separación, comenzamos a ver unidad. Allí donde antes veíamos la opción de atacar para proteger nuestras posesiones, ahora vemos la oportunidad de dar y de compartir lo que somos de manera totalmente desinteresada.
La clave de este cambio se halla en el deseo y con esta afirmación se desvela cuál fue la fuerza que nos llevó a ver un mundo distinto al de Dios. Cuando la voluntad se une al deseo, se produce el misterio de la creación, al igual que ocurre cuando el esperma se une al óvulo o cuando la semilla se introduce en la tierra. Voluntad y deseo pueden servir a la unidad o a la separación. Cuando servimos al amor, cuando nuestro deseo es extender el amor, estamos creando eternidad. Cuando sirve a la individualidad, cuando nuestro deseo es la autosatisfacción, estamos fabricando la ilusión y la temporalidad.
2. ¿Deseas conocer tu Identidad? 2¿No intercambiarías gustosamente tus dudas por la certeza? 3¿No estarías dispuesto a estar libre de toda aflicción y aprender de nuevo lo que es la dicha? 4Tu relación santa te ofrece todo esto. 5Tal como se te dio, así también se te darán sus efectos. 6Y del mismo modo en que no fuiste tú quien concibió su santo propósito, tampoco fuiste tú quien concibió los medios para lograr su feliz desenlace. 7Regocíjate de poder disponer de lo que es tuyo sólo con pedirlo, y no pienses que tienes que ser tú quien debe concebir los medios o el fin. 8Todo ello se te da a ti que quieres ver a tu hermano libre de pecado. 9Todo ello se te da, y sólo espera a que desees recibirlo. 10La visión se le otorga libremente a todo aquel que pide ver.
La visión de la separación es el efecto de haberla deseado. La separación es sinónimo de división, al igual que la unión es sinónimo de unicidad. El pensamiento sigue a su fuente o, lo que es lo mismo, y si hemos decidido ver separación, es porque nuestra mente ha deseado la división.
Al percibir la separación, dejamos de percibir la unidad de las mentes y nuestra percepción descubrió al otro fuera de nosotros. Sentimos miedo y el miedo sustituyó al amor, lo que ocasionó que nos identificáramos con el personaje percibido, con los ropajes físicos que aparentemente nos ofrecían una identidad. Caímos en un pesado sueño en el que nuestra conciencia olvidó lo que éramos realmente para adquirir una falsa identidad. Pero ese estado de conciencia no significa la muerte de nuestro verdadero ser, sino su olvido. Si el deseo individualista fue la causa que nos llevó a ese estado, será el deseo de unión el que nos permitirá recordar lo que somos y, en ese proceso de salvación, el otro, nuestro hermano, juega un papel estelar, sirviéndonos como espejos en el que podremos reconocernos.
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