viernes, 15 de julio de 2016

Cuento para Mikael: "El hijo del presidente"

No se podía quejar, el joven Mikael, de que la vida le tratase mal. Contaba con todos los placeres que la sociedad podía ofrecerle y, todo gracias a que su padre era muy respetado.

Desde que fue nombrado presidente no hubo un solo día en que la suerte no le sonriera. Donde quiera que fuera, todos querían complacerle y agradarle.

Al principio aquella situación pareció gustarle al joven afortunado, pero al cabo del tiempo Mikael comenzó a
sentirse incomodo, no daba un solo paso que no estuviese controlado. En todos los sitios donde iba, era conocido y no le dejaban pagar.

Sin que el pudiera evitarlo sus compañeros le trataban diferente a los demás. Muchos le envidiaban porque veía que él gozaba de privilegios sin hacer méritos para merecerlo.

Ya empezaba a estar harto de todo. Mikael quería demostrar a todos que él no quería recibir favores que no hubiese ganado a pulso. No tenía culpa de ser el hijo del presidente.

No sabía qué hacer para evitar suscitar envidias entre sus compañeros, pero debía intentarlo, y tendría la ocasión de demostrárselo, pues por aquellos días se acercaba la fecha en la que todos los años se elegía al estudiante más meritorio que representaría a la escuela en un congreso nacional.

Mikael tuvo la idea de que si se presentaba y conseguía salir elegido con sus propios esfuerzos, eso ganaría sus simpatías.

Con especial entusiasmo el joven empezó a trabajar en el proyecto. No descansaba apenas, pues deseaba presentar un excelente trabajo.

Para salir elegido debía elaborar un programa que convenciese a todos los estudiante de que si le votaban el defendería todos sus derechos en el congreso.

Su padre, que le hecho de menos en aquellos días, se interesó por lo que estaba haciendo y quiso comunicárselo:
  • Mikael, hijo, me ha comentado tu madre que te presentas como candidato en el colegio para representarle ante el congreso, ¿es cierto? -interrogó amablemente y con interés-.
  • Sí papa, pero bueno no te preocupes, no merece la pena -contestó queriendo eludir el tema-.
  • Vaya veo que eres humilde. Eso es bueno para un candidato -le dijo su padre -, pero tal vez deba darte algunos consejos, no olvides que tengo experiencia en política -añadió mientras reían -.
  • Bueno papa, yo... -expresó titubeante el joven -.
  • Nada, no hay nada más que hablar, mañana mismo hablaré con los padres de algunos de tus compañeros y les pediré que convenzan a sus hijos para que te voten. Una ayuda nunca viene mal.
  • ¡No! -gritó Mikael muy enfadado -, no debes meterte en este asunto, ¿por qué no dejas que haga algo por mí mismo? Estoy cansado de que todos vean en mí al hijo mimado del presidente. No lo comprendes papa, debo ser yo mismo. Me gusta lo que hago y si no gano, tampoco será el fin del mundo. Déjame aprender por mí mismo.
  • Lo siento hijo, yo no sabía que te estaba haciendo daño -le refirió profundamente afectado su padre -.
  • No te preocupes papa, ya lo he olvidado -le dijo Mikael queriendo ser amable -.
Mikael se presentó a las elecciones y ganó. Sus esfuerzos fueron sinceros y supieron ganar la confianza de sus compañeros. Fue un buen representante en el congreso y aquello le permitió ser reelegido en años sucesivos.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario