40. Ieiazel (Dios que regocija)
Nombre Sagrado: Yod-Yod-Zain-Aleph-Lamed.
Por su vinculación
sefirótica con la Esfera
de Gueburah, donde expresa las
cualidades de Yesod-Fundamento-Cristalización, extrae la condición que
le permite ser portador de la esencia llamada Consuelo o Regocijo. Nos comenta
Kabaleb: “No se trata del consuelo que se tiene contra lo inevitable de un mal,
sino del consuelo que se obtiene cuando algo muy esperado se cumple y nuestra
alma se regocija porque los esfuerzos desplegados han dado el resultado
anhelado.”
Las aportaciones del Ángel Ieiazel,
son las siguientes:
·
Los escritores pueden invocarle para ver editada su obra.
·
La liberación de los prisioneros.
·
Consuelo en los avatares y que los enemigos nos dejen en paz.
·
Amor por la lectura y el estudio de las ciencias.
·
Protección contra los pensamientos sombríos y el desinterés
por todo.
Ya hemos tenido ocasión de
referirnos a las funciones de Gueburah, cuando hemos estudiado al Ángel Rehael,
y hemos visto que su papel estelar le lleva a ser el Centro de Conciencia que
nos lleva a la rectitud, a la rectificación, a la reparación y corrección de
los errores ocasionados en el uso y manejo de las emociones. Podemos decir, que
cuando actuamos en la esfera de Gueburah-Marte, rectificamos nuestro camino y
recuperamos el rumbo correcto que nos ha de llevar al recuentro con nuestra
divinidad interna.
Gueburah, nos lleva a
recuperar la salud a través de una ardua labor interna, donde el trabajo
principal se centra en poner orden en nuestro mundo emocional, el verdadero
causante de la enfermedad.
De igual modo, al estudiar
al Ángel Vasariah, tuvimos ocasión de conocer el funcionamiento del Séfira
Yesod, del cual decíamos, que realiza funciones de “espejo”, lo que le permitía
actuar reflejando las características propias del resto de los Séfiras. Con
Yesod, el impulso emanado por distintos Centros, alcanza la hora de los dolores
del parto, esto es, la fase previa a la fase de materialización. Esas energías
se convierten en Yesod en imágenes internas, permitiéndole tener una visión
anticipada de lo que será una vez alcance el nivel físico.
Por lo tanto, en Ieiazel se
da cita el ciclo final del proceso redentor, rectificador, purificador. No se
trata de un logro a la ligera, sino del resultado de un laborioso trabajo
realizado sobre nuestra naturaleza interna, con el único propósito de recuperar
nuestra inocencia perdida, nuestro estado de plenitud paradisiaca.
No es casual que Ieiazel
represente el Ángel número 40 y que al mismo tiempo, su Progama Espiritual lo
lleve a ser portador de la Esencia llamada “Consuelo”.
¿Cuál es la verdadera
trascendencia de este número? ¿Tendrá algo que ver con los cristianos de la
actualidad?, ¿Afectará la vida de un cristiano en su evolución espiritual?
La Biblia es un texto
sagrado que está lleno de números y asigna a estos un significado simbólico.
Existe en sus páginas un número que está íntimamente ligado al mundo material,
principalmente al ser humano y a su evolución espiritual, este número es
el 40. Se dice que está asociado con la penitencia, pero para ser bíblicamente
exactos diremos que se asocia con la purificación y el aprendizaje vía
disciplina lo cual puede dar lugar a un crecimiento espiritual o bien, a ruina
y alejamiento de Dios. Este número se repite muchas veces en las circunstancias
más variopintas posibles, pero cada ocasión que se menciona entraña una gran
enseñanza para nosotros. Veamos algunos ejemplos bíblicos que nos pueden
iluminar al respecto.
La primera mención bíblica
trascendente de esta cifra es la registrada en Génesis 7:3, 4 leemos: “4 Porque
dentro de solo siete días más voy a hacer que llueva sobre la tierra cuarenta
días y cuarenta noches; y ciertamente borraré de sobre la superficie del suelo
toda cosa existente que he hecho”.
Los hijos celestiales de
Dios que no guardaron su posición original, bajaron a la Tierra y al unirse
carnalmente con las hijas de los hombres, engendraron una raza hibrida
que no solo imitaron el apostata ejemplo de sus padres sino que fueron más
allá. La tierra se hallaba sumida en un verdadero caos debido al
derramamiento de sangre que los nefilim habían causado, la sangre de los
inocentes “clamaba” hacia Jehová en busca de justicia. Los nefilim junto con
sus demoniacos padres tenían diezmado y subyugado al género humano. Los
descendientes de Adán, habían entrado en complicidad con los ángeles rebeldes y
juntas, estas tres razas, ángeles, nefilim y humanos, emprendieron tal
derrotero que forzaron la mano de Dios, quien envió el Diluvio a fin de limpiar
la superficie del suelo de toda aquella maldad. La Tierra y todo lo que la
habitaba entraron en un periodo de purificación, 40 días y 40 noches de intensa
lluvia bastaron para borrar de la faz de la tierra cualquier vestigio del mal.
Cuarenta días depurativos de
intensa precipitación pluvial hicieron que la Tierra no solo se librara
de la maldad que en ella habitaba, sino que la transformó por completo
pues su geografía se vio seriamente afectada, se levantaron montañas en
donde antes había valles y se hundieron las montañas existentes dejando
profundos cañones y amplios valles y desiertos tras de sí. El ángulo de
inclinación de la Tierra se vio alterado algunos grados lo cual trajo como
consecuencia los distintos climas que conocemos hoy en día. Hasta antes
del Diluvio, Dios regaba la tierra por medio de un rocío matinal, sin embargo,
después el orbe conoció las lluvias, monzones, tifones, relámpagos,
truenos, etc. Procesos hasta antes desconocidos como la fermentación,
fueron posibles gracias a que la capa de agua que a modo de pantalla
resguardaba la Tierra de los rayos solares perjudiciales para la vida había
desparecido, o más bien, se había precipitado hacia abajo inundando el planeta
y dejándolo desprotegido. Debido a la influencia de la radiación perjudicial
solar, la vida del ser humano se degrado más rápidamente, lo cual acelero su
condena de muerte.
Para la Tierra y el género
humano, el numero 40 significó purificación y esto fue del agrado de Jehová, en
Génesis 8:21 leemos: “21 Y Jehová empezó
a oler un olor conducente a descanso.”
La vida de Moises bien puede
ser dividida en tres partes de 40 años cada una. Durante los primeros 40 años
se identificó con los valores mundanos. Al término de estos cuarenta años
aprendió sus incapacidades y limitaciones, aprendió a depender en todo de
Jehová.
Pero a partir de los
siguientes 40, se entregó al servicio de Dios: La biblia dice que “30 cuando
se cumplieron cuarenta años, se le apareció un ángel en el desierto del monte
Sinaí, en la llama de fuego de una zarza… 36 Este
hombre los sacó después de efectuar portentos presagiosos y señales en Egipto y
en el mar Rojo y en el desierto por cuarenta años (Hechos 7:29-36).
A sus 80 años, estaba listo
para servir a Dios. Durante los últimos cuarenta años de su vida su fe se
cristalizó a tal grado que disfruto de dos privilegios exclusivos de su
persona, por un lado Jehová le permitió ver “parte de su espalda” cosa que a
ningún ser humano aparte de él se le ha otorgado (Éxodo 33:23) y por
otro lado, era tal el grado de intimidad que tenía con Dios que éste le
transmitía la ley “boca a boca”.
El registro bíblico nos
indica de dos personas que con toda seguridad ayunaron por un periodo de 40
días y noches de manera consecutiva, Moisés y Jesús. El registro también
nos dice que Moisés lo hizo en dos ocasiones consecutivas, solos con intercalo
de un par de días entre cada ocasión. Se menciona en la Biblia a una tercera
persona la cual aparentemente también ayuno por 40 días, Elías, aunque el
relato no es tan prístino, parece ser que si lo sugiere.
Los ayunos bíblicos tenían
dos objetivos, penitencia o santificación. La verdadera santificación y
la verdadera penitencia vienen por medio de despreciar en nuestro corazón y
desechar todas y cada una de las practicas que envilecen nuestro ser y al mismo
tiempo potenciar las cualidades que exalten nuestra naturaleza espiritual, tales
como el amor, la misericordia, la generosidad.
El numero 40 está ligado a
periodos de prueba tanto a nivel individual como a nivel colectivo, así fue en
el caso de los diferentes pueblos que convivieron con el pueblo de Israel, así
como al propio pueblo de Dios. Por ejemplo a Israel se le probo su fe por un
periodo de 40 días mientras los 12 espías revisaban la tierra prometida (Números
13:25). La impaciencia y falta de fe, hizo que Dios decidiera castigarlos
durante 40 años de vagar por el desierto y exterminar así a la generación
adulta, aquellos que habían sido testigos del poder Divino y de su cuidado
amoroso y sin embargo cedieron a la duda y al temor al hombre. Esta penitencia
de 40 años cumplió además otro propósito, preparó físicamente a los jóvenes
israelitas para la difícil prueba que sería tomar la tierra de Canaán, esto se
logró a través de una alimentación especial que Dios proporciono a su pueblo
por todo el tiempo de vagar por el desierto, a saber, el mana (Números 14:33,
34; 32:12, 13; Deuteronomio 2:7; Éxodo 16:34, 35).
En épocas posteriores
de la historia de Israel se vieron periodos de 40 años en donde dependiendo del
obrar del pueblo, o recibían paz de parte de Dios o se les daba en mano de sus
enemigos por periodos de 40 años (Jueces 3:11; 13:1).
Naciones enemigas del pueblo
de Dios también recibieron su oportunidad de cambiar. A Nínive solo le bastaron
40 días para volver su corazón a buscar a Dios (Jonás 3:3, 4), pero
Egipto necesito reprimenda de 40 años y ni así buscó a Jehová (Ezequiel 29:8-16).
El 40 aunque puede ser un
periodo de disciplina, conserva la dignidad de las personas. En su ley Jehová
prescribía que se azotara a ciertos malhechores con cuarenta varazos, algo que
ciertamente grabaría en su mente lo errado de su proceder, pero aún en esos
casos Jehová se preocupaba por la dignidad del individuo, veamos: “Con
cuarenta varazos podrá golpearlo. No debe añadir ninguno, por temor de que
continúe golpeándolo con muchos varazos además de estos y tu hermano realmente
quede deshonrado a tus ojos (Deuteronomio 25:2, 3).”
¿De qué depende que el
40 signifique vida y trascendencia o muerte y decadencia?
Leamos con atención Deuteronomio 8:2-5 “Y
tienes que acordarte de todo el camino que Jehová tu Dios te hizo andar estos
cuarenta años en el desierto, a
fin de humillarte, de ponerte a prueba para saber lo que estaba en tu corazón,
en cuanto a si guardarías sus mandamientos o no. 3 De
modo que te humilló y te dejó padecer hambre y te alimentó con el maná, que ni
tú habías conocido ni tus padres habían conocido; para hacerte saber que no solo de pan vive el hombre, sino que de toda
expresión de la boca de Jehová vive el hombre. 4 Tu
manto no se desgastó sobre ti, ni se te hinchó el pie estos cuarenta años. 5 Y bien sabes tú con tu propio corazón que tal
como un hombre corrige a su hijo, Jehová tu Dios iba corrigiéndote.
El resultado de estos
periodo de prueba dependía única y exclusivamente del corazón del individuo o
de los pueblos según fuese el caso y según Jesús, el corazón es la
fuente de todas nuestras acciones (Mateo 15:17-20).
Existen otras dos menciones
bíblicas importantísimas del número 40. Ellas son las medidas del Templo (Ezequiel
41:1-4) y el periodo de 40 días que Jesús utilizo para fortalecer a
sus discípulos después de su resurrección (Hechos 1:3).
Desde el punto de vista
cabalístico, el número 40 está bajo la tutela de Jehová, el aspecto Legislador
de la Divinidad, el Rostro encargado de instituir las Leyes Cósmicas. 40 = 4 x
10. O lo que es lo mismo, las cuatro fases del Proceso Creador que nos lleva a
la Perfección (Yod-He-Va-He), multiplicado por los Diez Séfiras del Árbol
Cabalístico, donde se recoge el Esquema Cósmico de los Centros de Conciencia
con los que se expresa la Divinidad.
40 son los peldaños que nos
separan para alcanzar la Perfección de la Conciencia que nos permitirá
comunicarnos conscientemente con la Divinidad.
¿Consuelo o Regocijo?
Decíamos que el “consuelo”
que nos aporta el Ángel Ieiazel, se refería a la certeza de haber logrado
realizar una gran labor sobre nuestra naturaleza interna. Hemos superado, las
malas cualidades del cuerpo y del alma; hemos rectificado lo torcido de
nuestras vidas; hemos expulsado de nuestro interior, de nuestras emociones, a
los “enemigos internos” que nos mantenían prisionero de los falsos valores y de
los principios erróneos. Ese es el antídoto que nos suministra Ieiazel, nos
inspira para que seamos un ser renovado. Sólo entonces, atraeremos las fuerzas
curativas de la que es portador.
Esta actitud nos dispensa el
sentimiento de regocijo interno. Sabemos que tenemos el poder de reconducir
nuestras vidas; el poder de elegir actuar con amor y dejar el viejo lastre de
sentimientos egoístas.
¡Qué la Luz sea contigo!
Si deseas comunicarte con Ieiazel,
te dejo un enlace donde comparto la
Plegaria y Exhorto elaborada, de una manera inspirada, por
Kabaleb.
No hay comentarios:
Publicar un comentario