viernes, 14 de noviembre de 2025

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 318

LECCIÓN 318

Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.

1. En mí -el santo Hijo de Dios- se reconcilian todos los aspectos del plan celestial para la salvación del mundo. 2¿Qué podría estar en conflicto, cuando todos los aspectos comparten un mismo pro­pósito y una misma meta? 3¿Cómo podría haber un solo aspecto que estuviese separado o que tuviese mayor o menor importancia que los demás? 4Yo soy el medio por el que el Hijo de Dios se salva, porque el propósito de la salvación es encontrar la impeca­bilidad que Dios ubicó en mí. 5Fui creado como aquello tras lo cual ando en pos. 6Soy el objetivo que el mundo anda buscando. 7Soy el Hijo de Dios, Su único y eterno amor. 8Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.

2. Permíteme hoy, Padre mío, asumir el papel que Tú me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. 2Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se reconcilia igualmente en Ti.



¿Qué me enseña esta lección? 

El Hijo de Dios, al ejercer su libertad de elección, se percibió a sí mismo como un ser pecador. Desde entonces, ha encaminado sus pasos en busca de la perfección y la felicidad, aunque se le nieguen, ya que una mente nublada por la idea del pecado no logra entender que ambas ya forman parte de él, pues son rasgos inherentes a su naturaleza espiritual.

La búsqueda de la perfección llevará al Hijo de Dios a encontrarse consigo mismo. Dejará de buscar afuera lo que siempre ha estado en su interior. Comprenderá que todo lo que vive fuera es una proyección de su mente y, entonces, no tendrá más opción que reconocerse como el protagonista del guion de su vida.

Aceptará que nada externo puede darle ni una pizca de felicidad, ya que esta es un estado interno de su ser.

Reconocerá que no es un ser pecador y admitirá que su decisión fue simplemente un acto de voluntad, un uso del atributo otorgado por su Creador, y no algo reprochable que merezca condena o castigo.

Descubrirá que siempre ha conservado su inocencia y asumirá, como propósito en la vida, ser el agente activo de la salvación, pues sólo él tiene el poder de cambiar la percepción de lo que realmente es.

Hago consciente en mí la fuerza del amor, como la única energía que me permite recordar mi verdadera esencia divina.


Ejemplo-Guía: "¿Ser o hacer?

No lo niego. Admito que durante mucho tiempo pensé que el plan de mi salvación me pedía hacer cosas buenas en el mundo: ayudar, servir, estar disponible, etc. En resumen, hacer lo que el mundo y sus voces me decían que debía hacer para ganar el cielo y evitar el infierno.

Reconozco también que esa “disciplina” muchas veces se convertía en una pesada carga para mi conciencia. Una mala acción, el desinterés, la falta de servicio o la indisponibilidad eran razones suficientes para hacerme sentir mal y pensar que no merecía el Amor de Dios ni Su Perdón.


En esas idas y vueltas, me crucé con muchos caminantes con quienes compartí un mismo destino y que, al igual que yo, se sorprendían al darse cuenta de no estar a la altura de las expectativas.

Solía gesticular como el mundo esperaba que lo hiciera para ser aceptado en el grupo de elegidos que perseguían la meta. En esos momentos, no me daba cuenta de que aquellos gestos, muchas veces, eran vacíos, porque cuando lo que compartía no estaba a la altura de mis sentimientos, me atormentaba y me castigaba a mí mismo para calmar mi dolida conciencia.

Cuando entendí que no podemos dar lo que no tenemos, acepté mi realidad y comencé a enfocarme más en el “ser” que en el “hacer”. Me di cuenta de que mis acciones debían estar alineadas con mis pensamientos, porque de lo contrario viviría un conflicto interno que, tarde o temprano, se reflejaría hacia afuera, llevándome a experimentar momentos de incoherencia y falta de armonía.

El sistema de pensamiento del ego promueve el deseo de sentirnos especiales y, para ello, se vale de su mejor herramienta: el cuerpo, al que concede el poder absoluto de nuestra existencia. Cuanto más nos percibimos como individuos, más especiales creemos ser. Alcanzar esa sensación de ser especial implica usar las herramientas del mundo físico para demostrar nuestras supuestas capacidades creadoras, aunque en realidad lo que hacemos es fabricar una realidad ilusoria basada en el error y la irrealidad.

Lo que hacemos está sujeto a las leyes del tiempo, por lo que es perecedero. Esta realidad se convierte en una fuente de miedo y sufrimiento, ya que al perseguir el elixir de la eterna juventud, lo único que logramos es ahogarnos en nuestras propias frustraciones. 

Cuando optamos por expandir lo que somos, impregnamos nuestras creaciones con la verdadera esencia con la que fuimos creados: el Amor. La visión del Ser es la visión de Cristo, donde entendemos que todos provenimos de una misma Fuente, lo que nos convierte en hermanos en la Filiación de Dios.

Reflexión: ¿Qué otra condición, aparte del amor, puede salvarnos?

1 comentario:

  1. Respeto por el compromiso de crear contenidos accesibles e inclusivos para todos los lectores.

    ResponderEliminar