VII. El punto de encuentro (2ª parte).
2. El recuerdo de Dios no brilla a solas. 2Lo que se encuentra en tu hermano todavía contiene dentro de sí toda la creación, todo lo creado y todo lo que crea, todo lo nacido o por nacer; lo que todavía está en el futuro y lo que aparentemente ya pasó. 3Lo que se encuentra en él es inmutable, y cuando reconozcas esto, reconocerás también tu propia inmutabilidad. 4La santidad que mora en ti le pertenece a tu hermano. 5Y al verla en él, regresa a ti. 6Todo tributo que le hayas prestado a tu especialismo le corresponde a él, y de esta manera regresa a ti. 7Todo el amor y cuidado que le profesas a tu especialismo, la absoluta protección que le ofreces, tu constante desvelo por él día y noche, tu profunda preocupación, así como la firme convicción de que eso es lo que eres, le corresponden a tu hermano. 8Todo lo que le has dado a tu especialismo le corresponde a él. 9Y todo lo que le corresponde a él te corresponde a ti.
En este segundo punto, Jesús pone énfasis en la idea de la unidad y la conexión, invitándonos a ver que la verdadera esencia (la “santidad” o el recuerdo de Dios) no es algo que se experimenta de manera aislada, sino que está presente y compartida en todos. Lo que ves en tu hermano (otra persona) es también lo que hay en ti. Reconocer la santidad en el otro es reconocerla en ti mismo.
Aborda, igualmente, la idea de la inmutabilidad. Lo que es esencial en cada persona (lo divino, lo verdadero) es inmutable, no cambia con el tiempo ni las circunstancias. Al reconocer esto en los demás, también lo reconoces en ti: tu valor y tu esencia no dependen de lo externo.
Todo lo que hemos invertido en nuestro deseo de ser especial (atención, protección, preocupación) realmente le corresponde a nuestro hermano, porque en el fondo, todos compartimos la misma esencia. El texto sugiere que lo que damos a nuestro especialismo, deberíamos darlo a los demás, porque lo que das, regresa a ti.
Al ver la santidad en el otro y darle lo que antes dabas a tu especialismo, recibes lo mismo. Es un ciclo de reconocimiento y amor compartido, en vez de separación y competencia.
¿Qué interpretación práctica podemos sacar de este pasaje?
- · Deja de ver a los demás como rivales o diferentes: Reconoce que lo valioso en ti también está en ellos.
- · Lo que das, recibes: Si das amor, reconocimiento y cuidado a los demás, eso mismo regresa a ti.
- · La verdadera fortaleza está en la unión: Al dejar de centrarte en tu especialismo y abrirte a la conexión, experimentas paz y plenitud.
En resumen, este punto nos invita a abandonar la idea de que somos especiales y separados, y a reconocer que la verdadera santidad y valor están en todos. Al ver lo divino en los demás, lo reconocemos en nosotros mismo, y todo lo que damos desde el amor y la unidad, regresa multiplicado.
3. ¿Cómo ibas a poder reconocer tu valía mientras te domine el deseo de ser especial? 2¿Cómo no ibas a poder reconocerla en su santidad? 3No trates de convertir tu especialismo en la verdad, pues si lo fuese estarías ciertamente perdido. 4En lugar de ello, siéntete agradecido de que se te haya concedido ver la santidad de tu hermano debido a que es la verdad. 5Y lo que es verdad con respecto a él tiene que ser igualmente verdad con respecto a ti.
Jesús nos lo deja muy claro, mientras estemos dominados por el deseo de ser especial (es decir, de destacar, ser diferente o superior), nos será difícil reconocer nuestro verdadero valor. Esto ocurre porque el especialismo nos hace depender de comparaciones y logros externos, en vez de conectar con nuestra esencia.
En contraste, el texto sugiere que la verdadera valía se reconoce en la “santidad” que compartimos con los demás. La santidad aquí se entiende como la esencia espiritual, el valor inherente que todos tenemos por igual.
Jesús nos advierte que, si intentamos convertir el especialismo en nuestra verdad, nos perderemos, porque estaremos construyendo nuestra identidad sobre una ilusión de separación y competencia.
Por otro lado, el texto nos invita a sentirnos agradecidos por poder ver la santidad en nuestro hermano (otra persona). Reconocer lo valioso y sagrado en los demás es reconocerlo en nosotros mismos.
Termina el punto exponiendo que la verdad que vemos en el otro también es nuestra verdad. Si reconoces la santidad y el valor en los demás, automáticamente lo reconoces en ti.
¿Qué interpretación práctica podemos hacer de este punto?
- Deja de buscar tu valor en ser especial o diferente: Tu verdadero valor no depende de destacar, sino de reconocer la esencia compartida con los demás.
- Reconoce y agradece la santidad en los demás: Al ver lo valioso en otros, te conectas con tu propio valor.
- Evita construir tu identidad sobre la comparación. La paz y la plenitud vienen de la unidad, no de la separación.
¿Qué significa “agradecer la santidad en otros”?
En el contexto del texto que estamos analizando, “santidad” se refiere al valor, la esencia y la bondad inherente que todos compartimos. Agradecer la santidad en otros es reconocer y valorar esa esencia en las personas que te rodean, y expresar gratitud por lo que aportan a tu vida y al mundo.
Ejemplos prácticos para agradecer la santidad en otros.
Reconocimiento verbal: Dile a alguien: “Gracias por ser como eres”, “Valoro tu presencia”, o “Aprecio tu bondad y lo que aportas”.
Gestos de aprecio: Haz pequeños gestos de amabilidad: una sonrisa, una nota de agradecimiento, ayudar en algo que necesiten.
Escucha activa: Presta atención genuina cuando alguien te habla. Escuchar con interés y sin juzgar es una forma de honrar su esencia.
Celebrar logros y cualidades: Felicita a los demás por sus logros, pero también por sus cualidades humanas: paciencia, generosidad, honestidad.
Practicar la empatía: Intenta comprender el punto de vista del otro, incluso si es diferente al tuyo. Esto muestra respeto por su experiencia y su ser.
Agradecer en silencio: Si no puedes expresar tu gratitud directamente, puedes hacerlo mentalmente: “Gracias por existir”, “Gracias por tu luz”.
Apoyar y acompañar: Ofrece tu apoyo en momentos difíciles, mostrando que valoras a la persona más allá de sus circunstancias.
Valorar la diversidad: Reconoce y agradece las diferencias que enriquecen tu entorno. Cada persona aporta algo único y valioso.
En resumen, agradecer la santidad en otros es reconocer su valor esencial y expresarlo, ya sea con palabras, gestos o simplemente con una actitud de respeto y aprecio. Al hacerlo, fortaleces la conexión y la unidad, y también te abres a reconocer tu propia santidad.


No hay comentarios:
Publicar un comentario