I. La canción olvidada (2ª parte).
3. No hay que sufrir para aprender. 2Las lecciones benévolas se asimilan con júbilo y se recuerdan felizmente. 3Deseas aprender lo que te hace feliz y no olvidarte de ello. 4No es esto lo que niegas. 5Lo que te preguntas es si los medios a través de los cuales se aprende este curso conducen a la felicidad que promete o no. 6Si creyeses que sí, no tendrías dificultad alguna para aprender el curso. 7Todavía no eres un estudiante feliz porque aún no estás seguro de que la visión pueda aportarte más de lo que los juicios te ofrecen, y has aprendido que no puedes tener ambas cosas.
Cambiar el sistema de pensamiento del ego es fundamental para lograr percibir correctamente y recordar lo que verdaderamente somos. La lección esencial que hemos de aprender es que no somos un cuerpo, sino un Ser Espiritual. Ese cambio de identidad nos liberará del miedo a dejar de existir, del miedo a la soledad y permitirá recuperar la felicidad y la paz, al sustituir el odio por el amor.
4. Los ciegos se acostumbran a su mundo adaptándose a él. 2Creen saber cómo desenvolverse en él. 3Han aprendido a hacerlo, pero no a través de lecciones gozosas, sino a través de la dura necesidad impuesta por las limitaciones que no creían poder superar. 4Y como todavía lo siguen creyendo, tienen en gran estima a esas lecciones y se aferran a ellas porque no pueden ver. 5No entienden que son las lecciones en sí las que los mantienen ciegos. 6Eso no lo creen. 7Y así, conservan el mundo que aprendieron a "ver" en su imaginación, creyendo que sólo pueden elegir entre eso o nada. 8Odian el mundo que aprendieron a conocer mediante el dolor. 9Y todo lo que creen que habita en él sólo sirve para recordarles que están incompletos y que se les ha privado injustamente de algo.
No odies a tu cuerpo. No odies a lo que crees ser. No odies al que consideras la causa de tus desgracias. No odies al que juzgas como pecador y merecedor de castigo.
Libérate de ese odio, no de lo que crees ser. Lo que crees ser no es nada, pues no es verdadero. Lo perecedero no goza de la verdad. Lo temporal no es real.
Lo que somos es de naturaleza divina. Su naturaleza es eterna y goza de la perfección. Su naturaleza es semejante a la de Su Creador, a Dios. ¿No es suficiente esta verdad para llenar de gozo tu mente?
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