lunes, 9 de junio de 2025

Capítulo 21. I. La canción olvidada (2ª parte).

I. La canción olvidada (2ª parte).

3. No hay que sufrir para aprender. 2Las lecciones benévolas se asimilan con júbilo y se recuerdan felizmente. 3Deseas aprender lo que te hace feliz y no olvidarte de ello. 4No es esto lo que niegas. 5Lo que te preguntas es si los medios a través de los cuales se aprende este curso conducen a la felicidad que promete o no. 6Si creyeses que sí, no tendrías dificultad alguna para aprender el curso. 7Todavía no eres un estudiante feliz porque aún no estás seguro de que la visión pueda aportarte más de lo que los juicios te ofrecen, y has aprendido que no puedes tener ambas cosas.

El sufrimiento forma parte del sistema de enseñanza del ego. La creencia en el pecado nos lleva a buscar la redención a través del castigo y el dolor. Nuestra oscuridad nos hace sentir culpables a los ojos de Dios y elegimos el castigo en vez del perdón para alcanzar la salvación y la purificación.

Cambiar el sistema de pensamiento del ego es fundamental para lograr percibir correctamente y recordar lo que verdaderamente somos. La lección esencial que hemos de aprender es que no somos un cuerpo, sino un Ser Espiritual. Ese cambio de identidad nos liberará del miedo a dejar de existir, del miedo a la soledad y permitirá recuperar la felicidad y la paz, al sustituir el odio por el amor.

4. Los ciegos se acostumbran a su mundo adaptándose a él. 2Creen saber cómo desenvolverse en él. 3Han aprendido a hacerlo, pero no a través de lecciones gozosas, sino a través de la dura necesidad impuesta por las limitaciones que no creían poder superar. 4como todavía lo siguen creyendo, tienen en gran estima a esas lecciones y se aferran a ellas porque no pueden ver. 5No entienden que son las lecciones en sí las que los mantienen ciegos. 6Eso no lo creen. 7Y así, conservan el mundo que apren­dieron a "ver" en su imaginación, creyendo que sólo pueden ele­gir entre eso o nada. 8Odian el mundo que aprendieron a conocer mediante el dolor. 9Y todo lo que creen que habita en él sólo sirve para recordarles que están incompletos y que se les ha privado injustamente de algo.

El error está tan arraigado en nuestro sistema mental que no tenemos el alcance para considerar que es un error. Cada lección viene a reforzar su sistema de creencias. La credibilidad del cuerpo es tan evidente para nuestros sentidos que sería una locura el dejar de creer en él. Percibimos sus necesidades, percibimos su fragilidad y su fortaleza. Percibimos su temporalidad, sus sensaciones, sus limitaciones. Todas ellas nos confirman que el cuerpo es nuestra identidad. Es lo único que vemos.

Estas son razones suficientes para argumentar que los ciegos se acostumbran a su mundo adaptándose a él. Se sienten seguros en él, pues creen conocerlo. En cambio, el mundo invisible les aporta inseguridad y miedo. Nadie quiere sufrir; sin embargo, elegimos una y otra vez esa vía para aprender. ¿Hasta cuándo vamos a seguir eligiendo el sufrimiento, cuando en verdad no queremos sufrir? ¿Por qué no elegimos ser felices? ¿Por qué no elegimos la paz?

Si el odio nos lleva al sufrimiento, sustituyámoslo por el amor, el único camino que nos puede aportar paz. Si en nuestra mente existe la condena, percibiremos un mundo donde el juicio es la única moneda de cambio y donde todos, al final, seremos víctimas que han sido condenados al dolor, al sufrimiento y a la muerte.

5. Por lo tanto, definen su vida y donde viven, y se adaptan a ello tal como, creen que deben hacerlo, temerosos de perder lo poco que tienen. 2lo mismo ocurre con todos aquellos que consideran que lo único que tanto ellos como sus hermanos tienen es el cuerpo. 3Tratan de comunicarse entre sí, y fracasan una y otra vez. 4Y se adaptan a la soledad, pues creen que conservar el cuerpo es proteger lo poco que tienen. 5Presta atención, y mira a ver si te puedes acordar de lo que vamos a hablar ahora.

No odies a tu cuerpo. No odies a lo que crees ser. No odies al que consideras la causa de tus desgracias. No odies al que juzgas como pecador y merecedor de castigo.

Libérate de ese odio, no de lo que crees ser. Lo que crees ser no es nada, pues no es verdadero. Lo perecedero no goza de la verdad. Lo temporal no es real.

Lo que somos es de naturaleza divina. Su naturaleza es eterna y goza de la perfección. Su naturaleza es semejante a la de Su Creador, a Dios. ¿No es suficiente esta verdad para llenar de gozo tu mente? 

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