II. Somos responsables de lo que vemos (2ª parte).
3. Es imposible que el Hijo de Dios pueda ser controlado por sucesos externos a él. 2Es imposible que él mismo no haya elegido las cosas que le suceden. 3Su poder de decisión es lo que determina cada situación en la que parece encontrarse, ya sea por casualidad o por coincidencia. 4Y ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó, fuera del cual no existe nada. 5Si sufres es porque decidiste que tu meta era el pecado. 6Si eres feliz, es porque pusiste tu poder de decisión en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por ti. 7Éste es el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo, y hasta esto Él te da para que te lo des a ti mismo. 8Pues mediante este regalo se te concede el poder de liberar a tu salvador para que él a su vez te pueda dar la salvación a ti.
Nada es casual. Todo es causal. Y si somos felices, no es por el azar, sino porque pusimos nuestro poder de decisión, nuestra voluntad, en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por nosotros.
Asumamos nuestra participación en el proceso de creación. Si nos hemos equivocado, es la prueba de que hemos elegido utilizar nuestra voluntad en una dirección incorrecta. No lo neguemos cuando nos sintamos "descubiertos" por nuestro acto erróneo. Es lo que solemos hacer cuando nos sentimos amenazados por el juicio condenatorio de los demás. "No, yo no he sido" y ocultamos la verdad en lo más profundo de nuestra inconsciencia, eligiendo negar que hemos participado en calidad de sembrador.
4. No resientas tener que dar esta pequeña ofrenda, 2pues si no la das seguirás viendo el mundo tal como lo ves ahora. 3Mas si la das, todo lo que ves desaparecerá junto con él. 4Nunca se dio tanto a cambio de tan poco. 5Este intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. 6Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. 7Y el mundo que sí deseas se te concede, puesto que lo deseas. 8Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. 9Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. 10Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede asimismo aceptar corrección si está dispuesto a reconocer que estaba equivocado.
Es posible que a estas alturas hayamos aceptado que el mundo que percibimos es la consecuencia de haber elegido en la dirección incorrecta, esto es, haber puesto nuestra voluntad al servicio del deseo de ser especial, o lo que es lo mismo, el deseo de separación.
El pensamiento y el sentimiento, cuando se unen, tienen el poder de crear o fabricar, dependiendo si el sentimiento es de amor o de miedo, de unidad o separación. Cuando nuestras acciones nos reportan una respuesta de satisfacción y aceptación de parte del mundo exterior, no dudamos en reconocer nuestra autoría, pues ello alimenta nuestro ego, nuestro especialismo. Pero no siempre ocurre esto, pues cuando la respuesta de los demás es de desaprobación, de condena, lo que nos hace sentir menospreciado, en esas situaciones negamos que hayamos sido los autores de dicha acción y nos ocultamos a la realidad percibida.
Detrás de la negación de aceptar que ha sido nuestro deseo la causa que ha dado origen a la acción, está negar el poder real del deseo. Verlo como una debilidad es no conocer su capacidad creadora y, por lo tanto, elegimos no utilizarlo conscientemente para corregir la dirección de nuestra capacidad creadora. El deseo debe ponerse al servicio de la voluntad para que dicha voluntad sea el vivo reflejo de la Voluntad de Dios, es decir, que sirva al principio del Amor y de la Unidad.
5. El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. 2Es un testigo demente. 3Tú le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te convenciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. 4Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. 5Sólo con que comprendieses esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu "visión". 6Eso no fue algo que se te dio. 7Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. 8Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la verdad. 9Y a medida que observes el cambio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo.
El amor no se muestra con su amable rostro de la alegría, la paz y la dicha, sino que desde el mismo instante en el que despertamos a su vibración, no podemos evitar sentir un profundo temor a perderlo.
El deseo, cuando se pone al servicio del amor, transforma el miedo y el especialismo, llevándonos a ver al otro desde la unidad y como la única vía verdadera para alcanzar la salvación.
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