lunes, 16 de junio de 2025

Capítulo 21. II. Somos responsables de lo que vemos (3ª parte).

II. Somos responsables de lo que vemos (3ª parte).

6. Tal vez no veas la necesidad de hacer esta pequeña ofrenda. 2Si ése es el caso, examina más detenidamente lo que dicha ofrenda representa. 3Y no veas en ella otra cosa que el absoluto intercam­bio de la separación por la salvación. 4El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. 5Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. 6Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. 7Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. 8Y todo lo que supone una amenaza para ella parece atacar tu fe, pues en ella es donde la has depositado. 9No pienses que te falta fe, pues tu creencia y confianza en dicha idea son ciertamente firmes.

Creemos conocer la historia del mundo por las muchas aportaciones que el hombre ha sido capaz de compartir fruto de sus estudios e investigaciones. Si profundizamos un poco en el resultado de dichas investigaciones y decidimos ver cuántas de esas aportaciones pueden ser consideradas como vivencias de felicidad y paz, así como cuáles pueden ser consideradas como vivencias de sufrimiento, dolor y guerras, nos sorprenderíamos al comprobar los resultados, pues la balanza se inclinará de una forma evidente a favor de esta última. Y a pesar de ello, a pesar de que la historia nos repite acontecimientos llenos de dolor y miedo, seguimos identificados con el deseo de ser especiales, con el deseo de separarnos de la Fuente del Amor, de la Dicha y de la Paz.

Cuando el origen de un pensamiento es demente, es decir, está fuera de la Mente de donde emana el Amor, nuestras creaciones también lo serán y el mundo que percibiremos será la máxima evidencia de la realidad en la que creemos.

Como bien nos dice Jesús al final de este punto, no podemos menospreciar nuestra falta de fe, pues albergamos la creencia en la separación, en el especialismo y en la errónea identidad del cuerpo.

7. El Espíritu Santo puede hacer que tengas fe en la santidad, y darte visión para que la puedas ver fácilmente. 2Mas no has dejado libre y despejado el altar donde a estos dones les corres­ponde estar. 3Y donde ellos debieran estar has colocado tus ído­los, los cuales has consagrado a otra cosa. 4A esa otra "voluntad" que parece decirte lo que ha de ocurrir, le confieres realidad. 5Por lo tanto, aquello que te demostraría lo contrario no puede por menos que parecerte irreal. 6Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la verdad. 7No se te pide que inventes o que hagas lo que está más allá de tu entendimiento. 8Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que ceses de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de lo que creíste haber desechado.

El altar es el símbolo que utiliza Jesús para referirse a la mente. Es en ese altar-mente donde debemos mirar, pues en él encontraremos la calidad de los pensamientos a los que rendimos culto. Nuestros ídolos responden a nuestros deseos. Podemos adorar a cientos de dioses, los cuales representan la multiplicidad de nuestros deseos de ser especiales, o podemos adorar a un solo Dios, el cual representa la unidad, la visión del amor.

Al percibirnos separados, el mundo que hemos fabricado responde a las leyes de la separación, a las leyes del ego, las cuales nos llevan a adorar a los ídolos que representan nuestras creencias: al dios de la muerte, al dios de la enfermedad, al dios del pecado, al dios del sufrimiento, al dios de la guerra, al dios del dolor. Rezamos a todos esos dioses a los que les rendimos fidelidad y a los que veneramos como los representantes de nuestra realidad.

Es hora de que nuestro altar sea renovado y depositemos en él al Dios de la Verdad, al Dios del Amor y de la Unidad. 

8. Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver lo que realmente se encuentra allí. 2El instante santo no es un instante de creación, sino de reconocimiento. 3Pues el reconoci­miento procede de la visión y de la suspensión de todo juicio. 4Sólo entonces es posible mirar dentro de uno mismo y ver lo que no puede sino estar allí, claramente a la vista y completamente independiente de cualquier inferencia o juicio. 5Deshacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des la bienvenida o no. 6La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea.

Todo acto de fe es una declaración a favor de lo que creemos, independientemente de que se haya manifestado en el nivel que llamamos realidad del mundo físico.

Nos dice Jesús que la fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea. Con ello, nos está recordando una vez más lo que ya nos ha dicho en los puntos anteriores al referirse al poder del deseo como fuente de creación. El deseo, unido a la voluntad, nos lleva a crear o a fabricar, dependiendo si el deseo sirve al amor o al miedo. Si el deseo y la fe -creencia- van de la mano, podemos afirmar que el deseo sigue la estela de aquello en lo que creemos. Dicho de otro modo, para poder crear un mundo separado hemos tenido que poner nuestra fe en dicha creencia, lo que nos indica que hemos utilizado nuestros pensamientos para crear desde la idea de la separación. Nos encontramos ante la causa original de lo que se ha llamado el pecado original, la elección de ser diferentes a Dios y a Su Mundo donde todo es unidad. 

Hoy, la física cuántica nos habla del "mundo de las infinitas posibilidades" al referirse al mundo de la mente. Desde el punto de vista aportado por el conocimiento esotérico, dicho mundo es conocido como el Mundo de los Arquetipos o Mundo Emanativo. De él procede el origen de las ondas del pensamiento, las cuales, al ser colapsadas por un observador, se transforman en partículas, las cuales dan lugar a lo material. Os recomiendo la obra escrita por el Dr. Joe Dispenza, titulada Deja de ser tú, si os sentís motivados a conocer la dinámica que estamos aprendiendo en el Curso de Milagros desde un punto de vista cercano a los avances científicos en materia cuántica.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario