miércoles, 18 de junio de 2025

Capítulo 21. II. Somos responsables de lo que vemos (5ª parte).

 II. Somos responsables de lo que vemos (5ª parte).

11. Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. 2Pues se trata del mismo error. 3Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. :4Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. 5Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confun­diendo Padre e Hijo, Fuente y efecto.

En la medida en que nos identifiquemos con la realidad otorgada al cuerpo como el símbolo de nuestra identidad, la resistencia a aceptar la verdad de nuestro verdadero yo será mayor o menor. En verdad, no hay grados en el proceso de adquirir la visión verdadera de lo que somos. No podemos decirnos: "Soy un cuerpo al 30% y un espíritu al 70%". Lo que es verdad lo es porque no cambia, no varía, es eterna. Si crees que lo que eres es un cuerpo donde habita circunstancialmente el espíritu, no estarás viendo la verdad, sino lo que al ego le conviene que pienses, pues de este modo, en el proceso de tu despertar, se dice a sí mismo: mejor ser un cuerpo en un 30% que no ser nada.

Debemos poner nuestra fe en lo que es verdad y de este modo, nuestro deseo servirá a la creencia verdadera y dejará de servir a una voluntad mal orientada. La verdad que compartimos junto al resto de la Filiación es que somos el Hijo de Dios, emanados de Su Fuente, lo que nos hace Hijos del Amor. Nuestra condición es espiritual, no material.

12. Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. 2Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. 3Su unión con Ella es la Fuente de su capacidad para crear. 4Aparte de esto no tiene poder para crear, y lo que hace no significa nada, 5no altera nada en la creación, depende enteramente de la locura de su hacedor y ni siquiera podría servir para justificarla. 6Tu hermano cree que él fabricó el mundo junto contigo. 7De este modo, niega la creación, 8y cree, al igual que tú, que el mundo que fabricó lo engendró a él. 9De éste modo, niega haberlo fabricado.

El error original radica en la creencia de que el mundo que hemos hecho real, el mundo que hemos fabricado, es la causa de nuestra creación, no la nuestra. Negamos su fabricación, precisamente porque el sistema de pensamiento que lo rige está basado en la separación, es decir, en la separación del creador con lo creado; en la separación del Hijo con respecto al Padre.

Si aceptásemos la verdad de que somos el Hijo de Dios y que formamos una unidad con nuestro creador y con el resto de la creación, nuestras creaciones no nos mostrarían los efectos de un mundo separado donde no se ve la relación de unión entre nuestra identidad y nuestra capacidad creadora. Esta es la razón por la cual no aceptamos la idea de que seamos responsables de aquello que percibimos. Cuando en verdad no hay ningún responsable fuera de nosotros mismos.

Nuestro error procede de nuestra mente, por lo que ese mismo error es compartido con todos nuestros hermanos. Nos dice Jesús que nuestro hermano cree que él fabricó el mundo junto a nosotros. Un dato real de que nuestras mentes están unidas.

13. Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. 2Ve lo que "prueba" lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. 3Reco­noce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparente­mente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. 4Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. 5La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. 6Ése es el mismo error que pensar que eres inde­pendiente de la Fuente mediante la cual fuiste creado, y que nunca has abandonado.

No podemos ver el hecho de que nuestras mentes estén unidas, que nos ha llevado a compartir el mismo error, como algo negativo, sino todo lo contrario. El lazo de unión de nuestras mentes es lo que facilitará nuestro despertar, nuestra salvación, pues favorecerá la verdadera visión de la unidad y sustituirá la falsa creencia en la separación.

Del mismo modo que compartimos los errores, podemos compartir las verdades; lo único que tenemos que hacer es detectar el error y corregirlo en nosotros mismos. Por el lazo cuántico que nos une mentalmente, nuestra corrección corregirá, igualmente, a los demás y se producirá el milagro de la salvación. 

Para salvar al mundo debemos primero salvarnos a nosotros mismos. La única manera de hacerlo es corrigiendo el pensamiento falso e ilusorio, llevándolo a la verdad.

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