lunes, 25 de julio de 2016

Cuento para Imamiah: "La música de las esferas"

Siempre se reían de él, pues decían que era cursi y débil como una flor. La verdad es que si lo comparaban con la corpulencia y fortaleza de sus hermanos, Imamiah era un insignificante y sensible ser.

En aquellos días, la vida no era fácil. Rara era la vez que no se recibían noticias de países que habían sido asediados y conquistados por legiones de hombres rudos y violentos, sedientos de sangre y ambición.

Hombres sin escrúpulos cuyo único objetivo era sembrar el pánico, el terror y la maldad entre los habitantes de los demás pueblos.

El padre de Imamiah era el soberano de aquella rica comarca. Su poder se extendía a través de un vasto reino y durante 22 años había gobernado disfrutando de la paz.

Sin embargo, ese estado de plenitud iba a ser alterado, puesto que una tropa de bárbaros guerreros se dirigía hacia su tierra y aquello solo podía significar una cosa, la guerra.

Nada mas supo la noticia reunió al Consejo de los Sabios y a sus hijos, debía consultar con ellos, pues estaba desconcertado.
  • ¿Qué podemos hacer sabios consejeros? -preguntó muy preocupado -.
  • Debemos parar su avance antes de que crucen nuestras defensas y lleguen a palacio -le advirtió uno de sus hijos -.
  • Tiene razón el príncipe Arul, Majestad, hemos de pararles -expresó el Consejero -.
  • ¿Qué me sugerís pues? -preguntó una vez más el rey -.
  • Dejadme salir a su encuentro -se adelantó su hijo Arul -, yo les pararé.
Así fue acordado y así se cumplió. El valiente Arul partió con una gran tropa para hacer frente al enemigo.
Confiaba en su poder y bravura, pero no serían suficientes, pues al cabo de dos lunas, volvió derrotado. Su ejército había sido diezmado.

Viendo aquella derrota, otro de sus hijos propuso ser él quien probase suerte. El rey que no sabía qué hacer, accedió a su petición y su segundo hijo buscó al enemigo para poder vencerle.

Pero no seria mejor su suerte. Transcurrió una sola Luna y el bravo guerrero volvió desolado y vencido.

El tercero de los hermanos, indignado y enfurecido por aquellas humillaciones, solicitó a su padre que le dejase partir, pues debía vengar el honor de su familia y su petición también fue concedida.

Al mando de los pocos hombres que quedaban en palacio, el orgulloso y osado joven buscó al enemigo con la esperanza de poder vencerle y vengar las suertes de sus amigos.

Pero al tercer día de su partida, volvía mal herido y sin haber conseguido su objetivo.

Nadie podía salvar ya al rey. Sus tres hijos más valientes habían fracasado y nadie se atrevía a intentarlo.
Sin embargo, había olvidado como siempre a Imamiah, el delicado y sensible Imamiah.
  • Padre -le dijo -, dejadme siete arpas y yo os liberaré del enemigo.
Todos rieron al oír aquella solicitud, mas su padre que ya no le quedaba ganas de reír, miró a los ojos de su hijo más pequeño y vio una extraña luz, y le dijo:
  • Toma cuanto necesites y que la Diosa Netzah te proteja.
Imamiah tomó las siete arpas y reunió a siete hombres que siguiendo sus instrucciones tocaron una bella melodía.

De repente el cielo se abrió y una sinfonía celestial partió de él. La Música de las Esferas tenía un gran poder y el enemigo se fundió en aquella armonía olvidando todo deseo de maldad.

La paz sobrevivió y ya nadie se reiría más del sensible y delicado Imamiah.

Fin

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