martes, 30 de enero de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 30

LECCIÓN 30

Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente.

1. La idea de hoy es el trampolín a la visión. 2Por medio de esta idea el mundo se abrirá ante ti, y al contemplarlo verás en él lo que nunca antes habías visto. 3lo que antes veías ya no será ni remotamente visible para ti.

2. Hoy vamos a intentar un nuevo tipo de "proyección". 2No vamos a tratar de deshacernos de lo que no nos gusta viéndolo afuera. 3En lugar de ello, trataremos de ver en el mundo lo que está en nuestras mentes, y lo que deseamos reconocer se encuentra ahí. 4Así pues, estamos tratando de unirnos a lo que vemos, en vez de mantenerlo separado de nosotros. 5Ésa es la diferencia fundamental entre la visión y tu manera de ver.

3. La idea de hoy debe aplicarse tan frecuentemente como sea posible a lo largo del día. 2Cada vez que tengas un momento, repítela lentamente para tus adentros, mirando a tu alrededor y tratando de comprender que la idea es aplicable a todo lo que ves ahora o podrías ver ahora si estuviese al alcance de tu vista.

4. La verdadera visión no está limitada por conceptos tales como "cerca" o "lejos". 2Para que te vayas acostumbrando a esta idea, trata de pensar, a medida que aplicas la idea de hoy, en cosas que estén más allá de tu alcance visual, así como en aquellas que de hecho puedes ver.

5. La verdadera visión no sólo no está limitada por el espacio ni la distancia, sino que no depende en absoluto de los ojos del cuerpo. 2La mente es su única fuente. 3Como ayuda adicional para que te vayas acostumbrando cada vez más a esta idea, dedica varias sesiones de práctica a aplicarla con los ojos cerrados, usando cualquier tema que te venga a la mente, mirando en tu interior en vez de afuera. 4La idea de hoy es aplicable por igual tanto a lo uno como a lo otro.


¿Qué me enseña esta lección?

 

No hay nada fuera de mí que no responda a mi propia naturaleza interna. Todo lo que veo en el exterior es la proyección de mi mente. Cuando percibo el mundo exterior como algo separado a mí, estoy alimentando la creencia del ego de que somos seres individuales separados de los demás y de su creador.

 

Sin embargo, cuando somos conscientes de que Dios está en todo lo que vemos, pues está en nuestra mente, estaremos creando unidad. Comprenderemos el pacto interno que nos une a cada uno de nuestros hermanos, cuando actúan como espejos en el que veremos reflejados nuestra naturaleza inconsciente. Ese lazo de complicidad nos permitirá conquistar, de una manera integral, la consciencia de la unicidad.

 

Si en nuestra consciencia somos Dios (es un modo de expresarlo, pues Dios es Consciencia Pura y somos Hijos de Dios, por lo que somos Consciencia), todos nuestros pensamientos deben expresarse en términos de integración y coherencia, en términos de paz y armonía, en términos de unidad y amor incondicional.

 

La verdadera visión no está en aquello que percibe nuestros ojos. Si fuese así, los invidentes no tendrían la capacidad real de ver. La facultad de ver se encuentra en nuestra mente, de ahí que, aunque nuestros ojos permanezcan cerrados podemos ver con total nitidez, aquello que se proyecta en nuestra mente. A veces, la percepción de lo que estamos viendo a través de nuestros ojos, no nos aporta la realidad de lo percibido, pues nuestra mente no interpreta correctamente su mensaje. En verdad, esto no ocurre a veces, podemos arriesgarnos a decir, que ocurre normalmente. Esa es la razón, por la que es importante que aprendamos a ver las cosas de otra manera.

 

Recuerdo una película, en la que el protagonista era ciego desde su nacimiento. De mayor, gracias a los avances técnicos en medicina, consiguió recuperar la vista. Pero la recuperación de esa percepción no le permitió reconocer los objetos que tenía delante. Su mente, realmente no los percibía, no los distinguía.

 

Ejemplo-Guía: "Me desespera el comportamiento de mi hijo" 

Si somos capaces de aplicar correctamente la enseñanza de esta lección en este ejemplo, estaremos en condiciones de poder aplicarlo, de igual forma, a cualquier situación que podamos vivir. ¿Por qué? Sencillamente, porque no estamos cambiando los efectos, sino la causa, y, esto es el verdadero sentido del milagro. 

Desde la visión del ego, desde la separación, la mente actúa a través de la proyección lo que le lleva a percibir lo que sus deseos les insta a ver. Como esos deseos fluyen desde la búsqueda de la individualidad, lo que la mente proyecta, lo hace con temor. Siente un profundo y arraigado miedo a perder aquello que desea, aquello que posee, aquello a lo que ha otorgado la condición de posesión.

Cuando sus deseos se identifican amablemente con el mundo exterior, sus proyecciones, le llevan a percibir fugaces experiencias de placer. En cambio, cuando sus deseos menos amables se ven reflejados en el mundo que percibe a través de los demás, entonces se despierta el mecanismo de seguridad y ataca para no ser atacado. 

Indistintamente de la calidad del deseo, el hombre identificado con el ego, afronta sus experiencias desde la inconsciencia de que es él, la mente egoica, la que le lleva a atacarse a través de los demás. Las relaciones con los demás se convierten en una escuela de la vida, en la que cada una de las personas con las que establece vínculos, son sus mejores maestros, los que, actuando como espejos, le reflejan una imagen exacta de cómo es. 

Aplicar esta lección, nos lleva a una nueva dimensión donde la conciencia, debe oír la Voz de la Consciencia. ¿Esto qué significa? La conciencia se alimenta de la percepción, pero hasta ahora esa conciencia ha respondido a las creencias facilitadas por la percepción errónea. La mente ha estado enfocada hacia el exterior con el único afán de percibir. Ahora debemos orientarla hacia el interior y permitir la percepción verdadera, la que nos permitirá despertar a la realidad que Somos. Esa reorientación facilitará la visión de la Consciencia, la visión de nuestra naturaleza divina, la visión de Cristo, y, nos aportará la certeza, de que somos los soñadores del sueño. 

Ese despertar se encausará en nuestra vida, dando lugar a que utilicemos nuestra mente con una proyección diferente. Ya no nos ocuparemos de cambiar el mundo externo, sino el interno. Ya sabemos que es rectificando la causa, como podremos ver los efectos de una manera diferente. Ya no vemos a nuestro hijo fuera de nosotros, como alguien separado, sino que lo percibiremos formando una unidad. Aquello que nos producía desesperación, lo descubrimos en nuestro interior, y, es en ese nivel, donde lo rectificamos. A partir de ahí, somos capaces de perdonarnos y de perdonar. 

Cuando este comportamiento se convierta en un hábito nuevo, tal vez descubramos, con cierta satisfacción, que utilizamos menos palabras, pero las que utilizamos van envueltas de amor. Descubriremos que el mundo de las formas ha perdido nuestro interés y buscaremos el silencio como ese estado propicio para hablar con Dios. 

Reflexión: ¿Dónde crees que se encuentra lo real, en lo que percibes o en tus pensamientos?

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