sábado, 23 de julio de 2016

Cuento para Daniel: "El Ángel de la Misericordia"


Una vez más Vesar dejó escapar una maravillosa oportunidad para conseguir superar su timidez. Si se hubiese decidido, ahora no estaría apenada y triste, recordando las ocasiones que había desaprovechado para conseguir ver realizado sus sueños.

No sabía qué le pasaba, pero cuando se enfrentaba ante situaciones a las que debía dar respuesta, no acertaba a pronunciar palabra y la mayor de las veces ni tan siquiera se decidía hacerles frente.

El sentimiento de frustración ahogaba su alegría y sin darse cuenta se fue convirtiendo en una joven solitaria.

Comenzó a sentir envidia de los demás. Ellos tenían tanta facilidad para tomar decisiones, que le molestaba el solo pensarlo.

Aquella tristeza fue dibujándose en el rostro de la joven Vesar y su belleza se fue transformando poco a poco, hasta tal punto que se convirtió en un ser horrible.

Todos sus amigos comenzaron a tenerle lástima y aquel sentimiento lo único que hizo fue aumentar aún más su dolor.

Ya apenas si salía. Huía de todos y buscó cobijo en la sombra de su timidez.

Cierto día, su angustia era grande y su pena tan amarga, que buscó consuelo en la oración.

Elevó su rostro, endurecido por las lágrimas, hasta el cielo, y fijó su mirada en una extraña nube que se le antojó la faz de Dios e invocó su nombre con humildad, diciendo:
  • iOh Dios mío, ayúdame. Me siento perdida y sin fuerzas para seguir luchando contra mi debilidad! -imploró la joven-.
Sin duda no esperaba respuesta alguna, pero se reconfortaba abriendo su corazón al único ser que no se reiría de ella. Pero se equivocó, pues a sus espaldas una voz la llamó por su nombre:
  • Vesar, Vesar, Vesar, ¿por qué no aceptas tu condición?, ¿por qué no perdonas tu debilidad, tus errores? -preguntó un ser de luz que iluminó la habitación -.
  • ¿Ouién eres?, y ¿cómo sabes mi nombre? -contestó muy sorprendida la joven -.
  • Soy Daniel, el Ángel de las Misericordias, y tu nombre, Vesar, está inscrito en el Gran Registro del Cielo. Yo te ayudaré, pero no podré hacerlo si tu no confiesas tu pecado. Debes saber pequeña que el Eterno es misericordioso y compadeciente, lento en la cólera y rico en bondades -explicó el Ángel dulcemente -.
La joven Vesar se sintió descubierta, desnuda ante tan noble ser. Siempre había ocultado en lo más profundo de su ser la traición con la que un día castigó a su mejor amiga. Quería ser famosa, que todos la venerasen, pero su amiga iba a impedírselo, pues era más hermosa que ella. Debía evitarlo, y para ello decidió traicionarla. Sin embargo, a pesar de su intento, Vesar no consiguió su propósito y sí en cambio perdió a su mejor amiga.

Desde entonces, no se había perdonado y aquel sentimiento de odio le impedía tomar decisiones importantes en la vida, pues el recuerdo de la traición la atormentaba.

Daniel que tenía el poder de la visión sagrada, fue leyendo sus pensamientos y vio que Vesar había aprendido la lección, y le dijo:
  • Puedes ir tranquila pequeña Vesar, pues he insuflado en tí el poder de rejuvenecer con tu aliento a los seres y las cosas.
Y aunque Vesar no entendió muy bien lo que quería decir aquello, pronto pudo comprenderlo, pues su comportamiento cambió por completo. Ahora tomaba decisiones y cada vez que lo hacía revelaba a los demás su potencial dormido y la ilusión renacía de nuevo en ellos.

Fin


1 comentario:

  1. Preciosa lección de humildad y reconocimiento del error pasado y renacer futuro !
    Gracias

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