sábado, 30 de julio de 2016

Cuento para Nemamiah: "El Príncipe de los Ejercitos"


El destino de aquel pueblo estaba en manos de Nemamiah, un bravo guerrero cuya grandeza de alma y su capacidad para soportar los rigores de la vida le llevó a ser elegido entre muchos, para recibir el mando de los ejércitos.

Mercura, ya no era ese paraíso terrenal donde sus habitantes vivían felices y en paz. Dejó de serlo desde que las tropas bárbaras, procedentes de las tierras de las sombras, emprendieron la hostil empresa de conquistarla.

Cuatro años de luchas pesaban ya mucho sobre esa fértil y rica comarca. Muchos eran ya los que habían abandonado el plano físico para emprender la aventura de retornar a su estado de espíritu y habitar los planos de la luz invisible.

La situación se hacía cada vez más insostenible y la única solución era atacar al enemigo, pero, ¿quién dirigiría el combate? Esa era la difícil cuestión.

Fue por este motivo que reunieron a los hombres más valientes del reino. Entre todos ellos debían escoger a uno.

Nemamiah era hábil, muy hábil con la espada. Jamás ningún otro guerrero le había vencido en batalla, y aquella reputación le llevó a ser nombrado príncipe de los ejércitos. Ahora la paz de Mercura estaba en sus manos.

El valiente Nemamiah pensaba que debía romper el cerco que mantenían en la ciudad el enemigo, y se dijo que el único modo de hacerlo era atacando de imprevisto.

Era tanto el ardor que animaba al osado guerrero que reunió al ejército para prepararle para el combate. Debía aprovechar el desconcierto de la noche para hacerlo, y aún el Sol estaba muy alto en el cielo. Tenía tiempo de descansar un poco antes de emprender la batalla.

Nemamiah se entregó en manos del espíritu del sueño y este trasladó su alma hasta el primer cielo, donde se encontró con un ser extraño.
  • ¿Quién eres que tanta luz desprende tu cuerpo, acaso un Dios? -preguntó muy sorprendido-.
  • Tan solo soy un humilde servidor de la luz, que quiere alumbrar tu camino y ayudar a tu pueblo -le dijo-.
  • Y, ¿cómo podrás hacerlo? -interrogó muy interesado el joven Nemamiah-.
  • No seré yo quien lo haga, sino tú, con tus esfuerzos -contestó el espíritu de luz-.
  • Dentro de poco atacaré y les venceré -le dijo el joven-.
  • No, no debes hacerlo, has de luchar por la tierra prometida pero no caigas en la tentación de entrar en ella antes de tiempo -aconsejó el espíritu-.
  • ¿Qué queréis decir con ello? -preguntó sorprendido-.
  • El mal debe agotar sus fuerzas y cuando lo haya hecho, entonces debéis atacar, y la victoria será vuestra.
  • Y, ¿cómo sabré que el enemigo ha agotado sus fuerzas?
  • Lo sabrás, no dudes que lo sabrás -y diciendo eso el espíritu se alejó-.
Nemamiah retornó a su cuerpo y despertó. Aún recordaba su experiencia con aquel providencial ser. Cambió las órdenes previstas y decidió esperar. Todos se sorprendieron de aquel cambio de planes, pero tenían confianza en él y esperaron.

Así transcurrieron seis días, seis largos días, sumidos en la más espesa niebla, pero al séptimo, el Sol disipó la oscuridad y aquello fue interpretado por Nemamiah como la señal de que las tropas enemigas habían agotado sus fuerzas.

Atacó, y lo hizo con su bravura habitual. En aquella ocasión, lograron vencer al enemigo de una vez para siempre. Después de aquella terrible batalla, la paz retorno de nuevo al reino de Mercura, pero aquella paz no era para Nemamiah, pues otras batallas le aguardaban y debía afrontarlas con la única estrategia del amor, de la belleza, de la paz.

Fin

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